Pedro Sánchez
El caos de la “nueva normalidad”
Sánchez presenta un plan de desescalada inacabado en el que los niños no volverán hasta septiembre al colegio
«Hemos conseguido doblegar la curva». El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, compareció ayer en Moncloa para dar carta de naturaleza a la desescalada. Un término que no recoge el diccionario, pero que nos acompañará durante las próximas semanas. Esas en las que transitaremos el camino que nos lleve a una «nueva normalidad». Nada volverá a ser igual después del azote del coronavirus, pero de manera paulatina se irán recuperando los derechos, libertades, usos y costumbres que voluntariamente cedimos en favor de un fin superior: frenar al COVID-19. «Todo con un único y exclusivo objetivo que es recuperar la vida cotidiana y la actividad económica sin poner en riesgo la salud colectiva», anticipó Sánchez. El Gobierno lleva casi un mes trabajando en una hoja de ruta para ordenar la desescalada, que ayer vio la luz bajo la denominación de «Plan para la transición hacia una nueva normalidad» con su aprobación en el Consejo de Ministros. Un cónclave que volvió a dilatarse en exceso, hasta cinco horas de duración, porque se buscó dejar claros los extremos del mismo antes de que se hiciera público. Miembros del Gabinete del sector morado señalaban a su inicio desconocer el contenido concreto de aquello que se iba a anunciar.
No son los únicos, la indefinición de la desescalada va más allá de su falta de soporte académico. Los términos concretos del plan que ayer adelantó el Gobierno están aún por definir y se irán perfilando a golpe de orden ministerial de Sanidad, a medida que se avance en la batalla contra el virus. Se anticipó un esqueleto general, incardinado en cuatro fases, con la provincia como unidad territorial para limitar la movilidad y con el final del mes de junio como el horizonte en el que alcanzaremos la «nueva normalidad». En todo caso, el plan se ha ideado a entre seis y ocho semanas vista, con la esperanza de que se pueda ir promocionando en las sucesivas fases cada 14 días, el periodo estimado de incubación del virus. Una vez consolidada una fase, se podrá avanzar hacia la siguiente. Este avance será «gradual», «asimétrico» y «coordinado», lo que significa que los criterios para ir evolucionando serán los mismos para todos, aunque el ritmo sea desigual. «Unidad a distintas velocidades», resumió el presidente. La desescalada será asimétrica, por provincias o islas y no se podrá recuperar la movilidad entre ellas hasta llegar a la última fase, la de la nueva normalidad. Hasta entonces se prevé, tal como publicó ayer este diario, que se mantenga vivo el estado de alarma. Sánchez confirmó que pedirá una nueva prórroga y, aunque evitó adelantar si pedirá más, el Ejecutivo es consciente de que mientras no llegue la «nueva normalidad» tendrá que persistir el estado de alarma.
Segundo ejemplo de indefinición. Moncloa publicitó ayer los indicadores objetivos en los que se cimentará la evolución de una fase a otra, pero sin concretar el límite que habrá que superar para hacerlo. Se fiscalizará, entre otros parámetros, el número de casos con síntomas compatibles con COVID-19; la capacidad de los servicios de salud pública; la detección y aislamiento de casos y el control de los contactos o la ocupación de las UCIs. Sin embargo, establecidos los parámetros no se concreta qué número de casos, qué capacidad sanitaria o qué ocupación de las UCIs permitirá la promoción entre fases. La fase 0, en la que nos encontramos y acabará de tomar forma a partir del 4 de mayo, se caracterizará por el ligero «alivio» en las restricciones del confinamiento. Pasear, hacer ejercicio al aire libre e incluso concertar una cita para la peluquería, el fisioterapeuta o recoger comida en un restaurante. Para acceder a ella se ha considerado suficiente que el número de altas sea superior al de contagios, aunque ayer se registraran 300 fallecidos.
Sin embargo, las lagunas aumentan a medida que se avanza en la desescalada. En la fase 1 se podrá ir a una terraza a tomar una cerveza, al 30% de ocupación, pero no visitar a un amigo o un familiar que viva en la misma provincia. Moncloa no es capaz de aclarar esta distorsión y se remite a futuras órdenes ministeriales que concreten las situaciones que puedan surgir, dada su complejidad. Esto es, lo que ayer se presentó es un mero esbozo que se irá cincelando a golpe de orden el ministro Salvador Illa. Pero, de entrada, se establece que habrá dos colectivos diferenciados: aquellos que no tengan patologías previas y el colectivo vulnerable, como los mayores de 65 años, para quienes se establecerán franjas horarias preferenciales o se retrasarán las visitas con el fin de extremar la protección.
En el Gobierno dicen haber tomado como referencia «las principales experiencias internacionales disponibles», así como las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, con el fin de identificar las mejores prácticas para abordar la reactivación económica y social con la máxima seguridad. «El único propósito es poner a España en marcha protegiendo la salud y la vida de los españoles», destacó Sánchez. También se ha diseñado este plan en base al criterio de expertos, sindicatos, empresarios y representantes de administraciones territoriales. Sin embargo, algunos territorios han alzado la voz porque no conocen ni entienden el detalle de las medidas que se anunciaron. También los partidos de la oposición criticaron las imprecisiones y distorsiones de una hoja de ruta sin concretar.
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