Coronavirus
Un confinamiento en ultramar (L): «El abrazo»
Son asumidos como progresistas los que ayer no más alentaban a quemar contenedores y apedrear funcionarios en la plaza de Urquinaona de Barcelona
El pintor Juan Genovés y no necesito que nadie me explique que su cuadro «El abrazo» fue devuelto (¡de forma simbólica; nadie se alarme más de lo necesario!), a los sótanos del museo Reina Sofía. No preciso de explicaciones respecto a lo antiguo que luce el clásico porque me basta con mi experiencia diaria. Ayer mismo, en este dietario, publiqué una columna dedicada a la protestas ciudadanas en Madrid y sobre lo que algunos venimos en bautizar como el triunfo de la democracia ornamental. Dícese de aquella que apela a lo epidérmico.
Aquella que desdeña el contenido. De modo que, por ejemplo, son asumidos como progresistas los partidos que ayer no más alentaban a quemar contenedores y apedrear funcionarios en la plaza Urquinaona de Barcelona. Tampoco importan sus discursos iliberales, cuando no directamente xenófobos: las pintas, las trazas, desfilan por delante del contenido y arrumban la sustancia, que sólo interesan a cuatro. A la gente que en Núñez de Balboa golpea una señal de tráfico con una escoba, clasificada por su apariencia, podemos decirle fachita, ridiculizarlos, hablar de papagayos, bromear con su compromiso cívico, dudar de sus principios y reírnos en sus narices. Ok. Fue escribir algo así y recibir en pocos horas los sentidos mensajes de varios amigos, buena gente. Sorprendidos por mi deriva.
Aunque variaba el diagnóstico coinciden en que algo así sólo puede publicarse si el arriba firmante está a malvender su firma. No conciben que uno piense distinto, pueda pensar distinto a ellos sin necesidad de malbaratar la honra. Sin opositar a puñetero arrastrado o cínico redomado. Pero si alguno todavía duda respecto al paradero del «El abrazo, que encabezó una nueva forma de hacer política cuando el PCE era el partido de la Junta Democrática, la bandera constitucional, etc. puede asomarse a las cloacas de internet. O consultar la televisión. En las primeras recibirá el abrazo de un diputado del PSC, José Zaragoza, al que cito: «Son ricos. Son pijos. Son irresponsables. Son insolidarios Son ignorantes. Son creídos. Son peligrosos. Son franquistas. Son privilegiados. Son miserables. Son egoístas. Son mentirosos. Son VOX. Son Ayuso.
Se creen los amos con un palo de golf en las manos». O el achuchón de Santiago Abascal, con el que tanto comparte (empezando por el sueldo de miles de euros a cambio de incendiar la convivencia): «Sonarán cacerolas todas las tardes. Haremos deporte con carteles de gobierno dimisión. Gritaremos Libertad. Y nos manifestaremos el día 23. Señor Marlaska, ni se le ocurra utilizar a nuestra policía para reprimir las legítimas protestas del pueblo español». Aunque en términos de detritus pocas obras de arte como la facturada por Rafael Simancas: «¿Por qué España está en cifras tan altas de contagiados y fallecidos por la Covid?
Porque en España está la Comunidad de Madrid que es la tercera región del mundo en letalidad por Covid y algo habrán tenido que ver esas últimas cifras de contagios y fallecidos en Madrid por la gestión del PP en la Sanidad Pública y residencias de mayores». Todo esto digamos que son los prolegómenos a los nuevos Pactos de la Moncloa y/o los homenajes de nuestros próceres a «El abrazo» de Genovés. Un castillo de fuegos fatuos que encienden unos políticos nacidos para el combate. Una permanente bacanal de navajas que se vuelve en contra de quienes las exhiben y arroja por
el sumidero cualquier esperanza no digo ya de acuerdos, sino de racionalidad o decoro. Con los derechos políticos seriamente comprometidos, con el gobierno lanzado a escriturar una y mil normas que aplanan la curva pero también comprometen y afeitan nuestras libertades, con los negocios zombies y la gente caminito del paro, lo normal sería que nuestros grandes partidos pusieran de su parte para alcanzar consensos. Si no una «Große Koalition» a la manera de los alemanes, que tampoco soy bobo, sí al menos una batería de acuerdos de
mínimos que contribuyan a sanear el paisaje y repartan chalecos salvavidas en la inminencia de una crisis económica inédita desde la Guerra Civil. Genovés pinto «El abrazo» hace cuarenta años que parecen cuarenta siglos. «¿De qué pasta está hecha esta gente que se apropia de la bandera de todos para ponernos a todos en peligro? Debe ser excitante descubrir de mayor que existen las cacerolas y golpearlas», pregunta la periodista Pepa Bueno.
Comparto la crítica contra los irresponsables y apuesto por las sanciones al que incumpla la normativa. Pero tengo una sorpresa: esta gente está hecha de la misma pasta que usted y yo, de oxígeno, carbono, nitrógeno, hidrógeno, fósforo y calcio, de sodio, cloro, potasio, azufre y magnesio. Organizados los componentes hasta dar forma a una complejísima relación de moléculas y tejidos para conformar a un ser sintiente que, descontados cuatro psicópatas, acostumbra a querer lo mejor para sí y los suyos. Asombroso, ¿verdad?
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