Albert Rivera
Rivera coquetea (en privado) con volver a la política
Ha fichado por una agencia de conferencias. Quiere impulsar un foro de debate político y pensamiento, pero la actual cúpula de Cs recela de sus planes
Han pasado seis meses de la dimisión de Albert Rivera. Aquel once de noviembre el líder de Ciudadanos tiraba la toalla tras la debacle electoral del 10-N. Cuatro días después cumplía cuarenta años y empezaba una discreta vida junto a su gran amor, la cantante Malú. Pasado un tiempo alejado de los focos mediáticos Rivera ha decidido volver. Y lo ha hecho en medio de la trágica pandemia, una crisis económica de campeonato, alejado de quien él mismo designó sucesora, Inés Arrimadas, y en medio de deserciones del partido naranja por el apoyo de la nueva lideresa a Pedro Sánchez en el estado de alarma. Confinado con su pareja en el lujoso chalet madrileño de La Florida diseña calculadas apariciones virtuales, según su entorno muy feliz y lleno de ilusión. Así se lo ha trasladado a sus íntimos: «Quiero volver con la mente certera». O sea, despejada, respirando hondo y a por todas en un nuevo futuro lejos de los errores del pasado.
Nadie sabe si por su tradicional afán de protagonismo, porque se aburre como un mono o por nostalgia de la política, lo cierto es que Albert Rivera irrumpe de nuevo en la escena pública. A punto de ser padre por segunda vez de una niña, durante este tiempo publicó un libro, «Un ciudadano libre», que planeaba sería su pista de salida. Pero la parálisis impuesta por el coronavirus impidió su presentación en sociedad y Rivera hubo de refugiarse en la estela virtual. Como otros muchos políticos, ha fichado por la agencia Thinking Heads, especialista en eventos y conferencias, para organizar su retorno. Fuentes cercanas aseguran que no desea un retorno a la política partidista, sino impulsar un foro de debate y pensamiento. Pero en la actual cúpula de Cs recelan de sus planes y desconfían. En la formación naranja comentan que la idea desagrada mucho a la nueva lideresa, Inés Arrimadas.
Precisamente, aunque sin citarla, Albert Rivera criticó hace unos días en su cuenta de Twitter la prolongación del estado de alarma, justo cuando Inés Arrimadas lo respaldaba en el Congreso. Sin mencionar para nada a su antiguo partido, Rivera se desmarcó de la actitud de Arrimadas, se opuso a las prórrogas y censuró la falta de derechos y libertades bajo un encubierto estado de excepción. Ello cayó como un jarro de agua fría en Cs, ante las deserciones de dos militantes catalanes destacados, Juan Carlos Girauta y Carina Mejías. Inés Arrimadas no entró al trapo, pero en su entorno la defienden: «Ha logrado resucitar un partido residual, ahora sus diez votos son relevantes», aseguran. La ilusión parece durar poco, porque Pedro Sánchez acaba de pactar sus próximos pasos con el PNV y Esquerra Republicana, sin necesitar ya los votos naranjas. Ya se sabe que la política tiene extraños compañeros de cama y Sánchez los utiliza a su antojo.
Albert Rivera fue siempre un político veleta, jugando a una doble vara entre el PP y el PSOE, bajo un disfraz de centro reformista que, finalmente le llevó al desastre. Nacido como un potente ariete contra el nacionalismo catalán, fue en su tiempo la «esperanza blanca» de destacados empresarios que le apoyaron y financiaron a tope. «Era el niño del Ibex», reconocen varios de ellos. Pero el tiempo y sus continuos vaivenes les defraudaron y muchos no le perdonan su apoyo a la moción de censura contra Mariano Rajoy. «Pudo formar un gobierno moderado con Sánchez y evitar el desaguisado actual». Su agresividad contra Rajoy le llevó a votar con Pablo Iglesias y los separatistas para expulsarle del gobierno y facilitar la llegada de la izquierda radical. Los empresarios son ahora muy críticos con Rivera, un líder que empezó muy bien para acabar en la nada. «De esperanza blanca a negro chasco», dicen gráficamente varios dirigentes empresariales. «Resultó un bluff», afirman de quién incluso aspiró un día a gobernar este país, pero se equivocó por ambición, inexperiencia y un ego mal gestionado.
Por ello, según ha sabido este periódico, varios empresarios han declinado su apoyo. Según estas fuentes, Rivera ha llamado en los últimos días a algunos de esos «gurús» financieros, que en su día le mimaban, pero ha pinchado en hueso. Algunos ni se le han puesto al teléfono y otros, con exquisita cortesía, le han negado cualquier colaboración futura. Le acusan de haber frustrado la posible pata para articular un gobierno de centro-derecha y, directamente, de las consecuencias de la moción de censura contra Rajoy. El joven catalán que arrancó su lanzamiento político con un desnudo de su anatomía física bajo un lema: «Ha nacido tu partido. Nos importa España», se entregó muy rápido al pacto con Pedro Sánchez, pero tampoco supo aprovechar esa oportunidad. Los expertos coinciden ahora en que la formación naranja es quien menos voto fiel conserva, dado que el 20-D se nutrió de descontentos del PP y el PSOE y el 10-N la debacle fue total: de cincuenta y siete escaños a diez.
Frío y tímido. Receloso y calculador, nadie podrá negarle su vertiginoso ascenso, su imagen de moda y su tremenda caída imparable después. Dicen que ahora duerme poco y aprovecha la noche para leer o ver alguna de sus películas favoritas, como «Avatar», de James Cameron, y «Mystic River», de Clint Easwood. A veces, dentro del confinamiento, se le ve por el supermercado de un centro comercial cercano a su lujosa residencia que, según todas las fuentes consultadas, es propiedad de Malú. Y una vez más, todos se preguntan lo que tantas veces jalonó su vida política. ¿Quo vadis? ¿A dónde vas Rivera?
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