Estado de alarma
Bronca en Moncloa: de la dimisión de Calviño a la soberbia de Lastra
Calviño se plantó ante Sánchez y forzó, con amenaza de dimisión, que el PSOE rectificara el pacto.
Conmoción en Moncloa. El PSOE se enfrenta en las últimas horas a uno de los momentos políticos más comprometidos desde que llegó al poder tras la moción de censura. Un solo adjetivo «integral» –referido a la derogación de la reforma laboral de 2012–, en un acuerdo oculto a tres firmas con Bildu y Unidas Podemos, ha generado un malestar y un revuelo que lo abarca todo.
Enfado en el Partido Socialista; enfado en los ministros que desconocían el contenido del mismo; enfado en La Moncloa que ignoraba el «detalle concreto»; enfado en la patronal que sacó un duro comunicado y se levantó de la Mesa de Diálogo Social; enfado en los sindicatos; enfado en el País Vasco, porque daba protagonismo a Bildu el día después que la organización abertzale no condenara el ataque al domicilio de la secretaria general, Idoia Mendia, y a dos meses de las elecciones; enfado entre los socios que apoyaron la prórroga del estado de alarma: Ciudadanos a los que no gustó ni un pelo este acuerdo de última hora con los herederos de Batasuna y enfado en el PNV. Se logró una unidad inusitada en estos tiempos. Un consenso, eso sí, en contra.
Desde Moncloa se apunta en una única dirección: Adriana Lastra. La portavoz del PSOE en el Congreso es señalada por todos como la responsable de un acuerdo inasumible en fondo y forma. En el fondo porque es imposible derogar en su totalidad la reforma laboral; en la forma, porque se tejió a espaldas de partido y Gobierno y se le otorgó con la rúbrica una oficialidad que no se deseaba. Hasta hace meses, Sánchez renegaba siquiera de negociar nada con Bildu.
Lastra comunicó al presidente su intención de alcanzar un acuerdo con la formación abertzale sobre la reforma laboral. Nada más. Cuando en Ferraz y en Moncloa se leyó el texto no daban crédito. El ambiente se enrareció de inmediato cuando se hizo público.
En las tres horas que fueron desde su anuncio hasta la posterior rectificación, emergió la figura de Nadia Calviño. La vicepresidenta económica se plantó ante el presidente del Gobierno y exigió dar marcha atrás, algunas fuentes apuntan incluso a que amagó con dimitir para lograrlo. Su criterio se impuso.
La ministra de Economía esgrimió que las circunstancias actuales eran críticas y no se podía añadir nuevos elementos de inestabilidad. Sin embargo, ayer por la mañana, la tormenta en lugar de amainar se tornó en huracán.
Con el comunicado socialista enmendando la literalidad del acuerdo aún reciente, Pablo Iglesias, abría un nuevo frente al Gobierno de coalición, desde los micrófonos de Catalunya Ràdio, reafirmándose en lo pactado y en que «lo firmado, obliga». Fuentes de Moncloa lo definen como «una deslealtad increíble». Casi al mismo tiempo, en Onda Cero, el ministro de Transportes, José Luis Ábalos defendía la vigencia de la «nota aclaratoria» difundida por Ferraz y descargaba toda la responsabilidad en Lastra: «Yo no me dedico a tareas parlamentarias». El malestar que había generado «la acción unilateral de Lastra» era manifiesto.
«Nadie entendía nada», dicen fuentes socialistas. Primero, añaden, «porque los votos de Bildu no eran necesarios»; segundo, «porque el PSOE fijó en su programa electoral y en el programa de Gobierno que la reforma sólo afectaría a los aspectos más lesivos», puntos estos que se están tratando con los sindicatos y la CEOE en la Mesa de Diálogo Social. Tercero, abría un melón innecesario «por el malestar que causó en el PNV y en los socialistas vascos». Y cuarto, «cómo se va a afrontar una reforma antes de finalizar el estado de alarma. Para derogarla es necesaria una nueva ley, los plazos son los que son y, además, no se tienen los votos necesarios por lo que hay que abrir una negociación amplia, que no será rápida».
«Cuándo has visto que el PSOE firme un acuerdo con un partido en este estado de alarma», comenta a LA RAZÓN un dirigente socialista. Ciertamente, nunca se ha formalizado de esta forma. Se han anunciado acuerdos con Ciudadanos, con PNV, incluso con ERC, con los grupos canarios, Teruel Existe, Más País, Compromís y Partido Regionalista de Cantabria. Se anunciaba el acuerdo, pero «nunca se expresó en un comunicado firmado», lo que indica que Lastra iba por libre.
La situación empeoraba a medida que avanzaba la mañana y Pedro Sánchez exigió a la portavoz que saliera a dar explicaciones, lo hizo en La Sexta. Las instrucciones eran claras: reconocer el error y anunciar que cualquier reforma se haría en el marco de la Mesa de Diálogo Social. Sin embargo, Lastra siguió el guion a medias y lejos de reconocer el «error», aseguró que los «canales habituales» –esto es, Moncloa– estaban al corriente de su negociación con los abertzales. Desde el Gobierno se asegura que Sánchez conocía que se negociaba, pero no los términos concretos en que se cerró y estampó la firma.
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