Partido Popular
Alberto Núñez Feijóo: “El PP no debe entrar en la estrategia de crispar del Gobierno”
El presidente de la Xunta de Galicia asegura que “el PP es un partido de Estado y Vox, no. Son absolutamente distintos”
Si se cumplen las encuestas, el 12 de julio confirmará su cuarta mayoría absoluta. Lleva desde 2009 en la Xunta, y la buena gestión de la crisis sanitaria le ha consolidado en los sondeos.
–¿Cómo está Galicia frente a la pandemia?
–Hoy la presión en hospitales y en centros de salud es asumible. Hemos sido, junto con Canarias, la comunidad con menos letalidad. Y somos una de las comunidades con menor número de contagiados por 100.000 habitantes. Desde el punto de vista sanitario es una enfermedad controlada, pero hay un riesgo de rebrote y ésta es nuestra preocupación de cara a los próximos meses.
–Se salvaron por no estar cerca de Madrid, como diría algún portavoz socialista.
–La diferencia no está ahí, sino en cuándo empezamos a tomar las decisiones. El día 12 de marzo ya suspendimos las clases y al día siguiente todas las actividades en bares, restaurantes o auditorios. Días después, suspendimos los actos de la campaña electoral. Pero es que la comisión Covid la constituimos el 27 de febrero, y las primeras compras de respiradores, hasta 150, las realizamos el 1 de marzo. También el 1 de marzo empezamos a contratar personal sanitario, incorporamos 60 profesionales. Ahora tenemos 1.700 más. Nos anticipamos.
–Ha habido muchas muertes indignas de mayores en residencias. En Madrid está la polémica por el protocolo que, «por error», justifican, recomendaba no derivar ancianos a los hospitales. ¿Las comunidades tienen una responsabilidad directa en esta gestión? ¿O aquí también vale apuntar al Gobierno central?
–Yo hablo de mi gestión. Aquí hubo anticipación y no tuvimos que vivir las situaciones que se dieron en otros lugares. En cuanto empezaron a conocerse los primeros casos positivos, todas las residencias de tercera edad fueron tuteladadas por las áreas sanitarias y creamos residencias integradas para garantizar el mejor tratamiento a los mayores contagiados. Nunca dimos ninguna vida por perdida. Todas y cada una de las personas mayores que, según el criterio médico, necesitaban ser hospitalizadas fueron hospitalizadas. Hemos hecho test en el 100 por cien de las residencias y a todos los profesionales que trabajan en ellas.
–Ahora el debate político y judicial está en si el Gobierno y las autoridades actuaron o no tarde. ¿Usted qué cree?
–La OMS venía avisando desde diciembre de que había riesgo de pandemia y en España no hemos estado a la altura en la activación de la alarma epidemiológica durante el primer trimestre del año, y, sobre todo, desde finales de febrero hasta el 15 de marzo. Falló, sin duda, la alerta epidemiológica y faltaron decisiones que debía haber adoptado la autoridad sanitaria. La primera de ellas, activar los servicios de salud para que empezasen a comprar material sanitario, sobre todo respiradores, porque ya sabíamos que este virus produce neumonías explosivas e ingresos en UCI, y el respirador es un elemento fundamental en esta patología. También se llegó tarde al cierre de actividades. Se perdieron entre 15 y 20 días, que fueron determinantes para el contagio masivo que se produjo en algunas ciudades y el posterior colapso de hospitales.
–¿Esa tardanza hace al Gobierno responsable directo de la pérdida de vidas?
–Nuestro sistema de alerta epidemiológica falló. Actúo con retraso. Yo no estoy para responsabilizar a nadie en concreto, pero el Gobierno haría mal en mantener que no se ha cometido ningún error y que todo se ha hecho bien.
–La OMS habló de pandemia el 11 de marzo. Por eso le preguntaba si puede decirse que los fallos de Sanidad y de las autoridades han provocado más fallecimientos.
–Pero el virus estaba a una hora de avión de España. Lo estábamos viendo. Y es evidente que la alerta epidemiológica es responsabilidad del Gobierno central, y del Ministerio de Sanidad y de la Dirección General de Salud Pública. Y de todos los que están encargados de la coordinación de la salud pública española. Ésta es una de las pocas competencias, quizás la más importante, que tiene el Ministerio desde el punto de vista de la prevención de la salud.
–Entonces, ¿hubo negligencia o delito?
–No me corresponde a mí decirlo. Pero es evidente que hay una responsabilidad porque al país no se le previno con la antelación suficiente de un riesgo cierto. Y con independencia de que siempre hay dudas y zonas grises, a finales de febrero estábamos ante un riesgo cierto. No estoy diciendo con esto que el 27 de febrero habría que haber dictado el estado de alarma, pero sí se tenía que haber activado la alerta epidemiológica y haber tutelado día a día cualquier brote o sintomatología compatible con la Covid en los hospitales, e informar dentro de la alerta a las autoridades sanitarias del Gobierno central.
–¿La crisis sanitaria afectará a las elecciones gallegas?
•–No lo sabemos porque son las primeras de la etapa Covid. La campaña será completamente distinta, con mucha menor presencia física y más actividad digital. Pero creo que el día 12 estaremos en condiciones de votar con seguridad. Es más seguro ir a un colegio electoral que estar en una terraza concurrida de una ciudad. Yo espero que la participación sea normal y que todo se desarrolle también con normalidad.
–¿Todo lo que ha fallado en la gestión de la pandemia ha sido culpa del «mando único»?
–La responsabilidad de la gestión de una pandemia es difícil de calibrar porque, como su nombre indica, estamos valorando el impacto en la salud pública de un hecho sin precedentes. No hemos conocido ninguna pandemia de un impacto mundial como éste. Pero también es cierto que el mando único asumió decisiones que en muchos casos compartimos, pero en muchos otros, no. No compartimos la decisión de intentar centralizar las compras durante una semana porque provocó retrasos que acabaron pagando los profesionales sanitarios. El Gobierno intentó comprar en nombre de todos y al final no lo hizo. Esa decisión fue arriesgadísima, como también fue un error el retraso en la primera quincena de marzo en las decisiones de alerta sanitaria y en prohibir acontecimientos deportivos o políticos. Sobre estas dos cuestiones deberán rendirse cuentas. Tampoco compartimos otras decisiones que en la Conferencia de Presidentes se acabaron mejorando poco a poco, como que se pudiera pasear a un perro y un niño estuviera semanas encerrado, o que no se pudiera cuidar un huerto de autoconsumo que estaba al lado de la casa ni atender a los animales si el establo estaba pegado a casa. Tampoco ha tenido sentido confinar a la gente sin un mínimo esparcimiento para pasear o hacer deporte. Ni tratar con franjas horarias a pueblos pequeños de 500 habitantes como si vivieran en una ciudad de cinco millones. Y qué decir del cierre total de la economía, de tal manera que el domingo a las doce de la noche buena parte de los españoles no sabían si el lunes tenían que ir o no a trabajar.
–¿Las próximas elecciones gallegas juzgarán la gestión de Sánchez y Casado a nivel nacional? ¿Le preocupa que esto influya en el resultado?
–Votamos al presidente de la Xunta y al «lendakari» vasco. Las series históricas confirman que la gente distingue entre elecciones, y que incluso vota distinto en unas municipales y en unas europeas, aunque se celebren el mismo día. Puede influir la gestión nacional, como influyen muchas cosas, pero el voto será, principalmente, en clave gallega.
–¿Se siente cómodo con el tono bronco de la dirección del PP?
–La crispación forma parte de la estrategia del Gobierno. Llegaron al Gobierno de forma bronca con la moción de censura, y como vieron que les dio resultado han apostado por mantener el mismo tono.
–En el que ha entrado también la cúpula nacional del PP. Supongo que seguirá las sesiones del Congreso.
–El Gobierno ha planteado una comisión de reconstrucción y lo primero que ha hecho allí uno de sus vicepresidentes es insultar y difamar a los partidos políticos con los que, supuestamente, quiere pactar. Otra cuestión es si la oposición entra en ese tono o, por el contrario, hace una finta y no entra en las descalificaciones que el Gobierno, sin ninguna duda, está utilizando para distraer sus responsabilidades, improvisaciones y equivocaciones.
–Está diciendo que el PP se equivoca por entrar al trapo.
–Mi partido ha tenido en general un comportamiento muy responsable.
–«En general», ¿salvo?
–Hemos votado tres veces consecutivas a favor del estado de alarma, sin pedir nada a cambio y sin haber sido informados previamente. Firmamos un cheque en blanco. A eso me refiero cuando subrayo que hemos tenido un comportamiento muy responsable.
–Pero el estado de alarma es una medida de seguridad sanitaria. ¿Por qué hay que pedir algo a cambio como hacen los nacionalistas e independentistas?
–El PP ha sido leal a diferencia, como usted dice, de otros. Pero es evidente que no podemos estar en un estado de alarma o excepción durante dos años hasta que aparezca una vacuna. Por eso ante la cuarta petición de prórroga ya avisamos al presidente del Gobierno de que tenía que modificar la Ley Orgánica de Salud Pública para cambiar ese estado de alarma por uno de alerta sanitaria. No hay país de nuestro entorno democrático que haya gestionado esta crisis con medidas tan excepcionales y concediendo un poder tan absoluto a su Gobierno.
–Cuando antes, hablando de la crispación, decía que el PP ha tenido «en general» un comportamiento muy responsable, ¿dejaba fuera intervenciones como la de la portavoz del PP calificando a Pablo Iglesias de «hijo de un terrorista»? ¿O cuestionando la libertad editorial de La Sexta?
–Ya dije que la libertad de prensa es sagrada. El tono bronco en el Pleno y en las comisiones del Congreso es una estrategia del Gobierno.
–Pero estas declaraciones son de la portavoz del PP. Leí que usted decía después de estallar la polémica que «basta ya de espectáculos parlamentarios que estamos viendo en el Congreso».
–El Gobierno se ha instalado en la estrategia de la provocación permanente, sobre planteamientos falaces, además. La mayoría de los miembros del Gobierno siguen el mismo catecismo, que aplican con rigurosidad cartesiana. Todavía recuerdo como el hoy vicepresidente, el señor Iglesias difundió hace años un tuit diciendo que yo había matado a más gente que un grupo terrorista. Ésta es la medida. Mi respuesta entonces fue no contestar.
–¿Y esto es lo que le aconseja a Álvarez de Toledo?
–Yo no aconsejo nada a nadie. Ya bastante tengo con darme consejos a mí mismo. Sólo estoy diciendo lo que pienso. A mí me parece que es evidente que Podemos ha vivido siempre del enfrentamiento y de la crispación. Antes «escracheaban» a los ministros del Gobierno de Rajoy y ahora tratan con un menosprecio constante a la portavoz del Grupo Popular. Descalifican a cualquier partido que no vote o diga lo que quieren que se vote o diga. Estos son hechos contrastables, y estamos de acuerdo en el diagnóstico. Pero se puede modular el tratamiento y yo creo que hay que hacerlo, aunque en el diagnóstico coincida con otros compañeros de partido.
–¿Por qué en las comunidades hay otro tono y se llega a acuerdos que no son capaces de alcanzar los partidos nacionales?
–En Moncloa hay dos Gobiernos, y por primera vez la gobernabilidad está en manos de partidos que quieren destruir al Estado. Desde que se produjo el cambio político todos los datos económicos –laborales, de solvencia, de deuda pública o de déficit– han empeorado. España va peor en estos últimos dos años y en Moncloa hacen mucho ruido para que no se note.
–El miércoles pasado, en el debate del estado de alarma, el presidente de su partido presentó una especie de moción de censura al Gobierno. Sin los votos, pero en los mismos términos. ¿Es el momento de eso?
–Insisto, a quien conviene tensar y crispar es al Gobierno, que se mueve en un circo con varias pistas y no se preocupa de gobernar, sino de estar. El PP no puede participar de ese circo con varias pistas y en el que el Gobierno acude al Congreso a hacer oposición a la oposición. Pactan con el PNV, pactan con Bildu, lo intentan con ERC. Y hasta con Ciudadanos, que cada vez parece un partido más imprevisible.
–Mientras el PP compite con Vox a ver quién le hace la oposición más dura al Gobierno.
–El PP y Vox son dos partidos absolutamente distintos. El PP es un partido de Estado, y Vox, no.
–Pero han terminado votando juntos contra el estado de alarma.
–El PP ha mantenido su posición propia, explicada y fundamentada en cada votación. Y le digo más, los votos al PP son para cambiar gobiernos, mientras que los votos a Vox son un regalo al PSOE para que gobierne con más facilidad. Somos dos formaciones con objetivos absolutamente distintos. El PP tiene que trabajar para conseguir recuperar los votos que se han ido a Vox y que se han quedado sin escaño porque la Ley D’Hont penaliza la división del voto. Le pongo el ejemplo de Galicia. En las elecciones generales Vox no sacó ningún escaño, ningún diputado y ningún senador. Pero los votos que se fueron a ese partido nos impidieron tener un diputado o un senador más. Hay millones de votos que se fueron a Vox y que han servido de ayuda al PSOE y a Podemos para gobernar España.
–¿Los votantes que apoyan a Vox por su discurso contra la inmigración o contra el término de violencia machista son ex votantes del PP?
–No me importa el origen de los votantes de cada partido, sino acertar para convencerles de que somos la opción más útil para frenar a los nacionalistas y a los partidos de izquierda.
–¿La manifestación del 8-M fue un error mayor que todas las demás aglomeraciones que se celebraron esos días?
–Se ha demostrado que cualquier aglomeración era desaconsejable. En este caso, creo que hay el añadido de que estaba directamente alentada por el Gobierno, que debía haber avisado a los ciudadanos del riesgo que ya había.
–Antes de las elecciones gallegas de 2016 anticipó que no volvería a presentarse, y lo hizo. Consiguió la única mayoría absoluta de España. Después de 12 años en la Xunta, ¿por qué vuelve a presentarse si hace cuatro años ya dijo que no lo haría?
–Me presento porque creo que puedo ser útil a los gallegos, y porque creo que tenemos un proyecto que puede seguir creando riqueza, mejorar su Estado de Bienestar, la educación, la sanidad, y garantizar que las cuentas gallegas sigan siendo solventes y que nuestros servicios públicos estén en los mejores puestos, como se ha acreditado durante la situación de estrés generada por la pandemia. También creo que puedo ayudar a que no se traslade a Galicia la fractura social que se está abonando en la política nacional. Hay que hacer política de unión, no de fractura.
–¿Y si yo le pregunto si esta vez sí será la última, me contestará, supongo, que «sí»?
–Entiendo que sí. Comprendo la pregunta y la sonrisa que le veo en la cara, pero, honradamente, le digo que, efectivamente, esta vez sí será la última.
–¿Para hacer qué, después?
–Tengo un examen el 12 de julio y sin saber si lo voy a pasar me pregunta qué voy a hacer en el caso de que lo apruebe y me ponga en 2024. No tengo respuesta para esa pregunta.
–Las encuestas van bien, podemos anticipar ese escenario de que continúa otros cuatro años.
–El camino más corto para perder unas elecciones es confiar en unas encuestas favorables. Las encuestas son más que favorables, pero una cosa es la tendencia demoscópica, y otra, el resultado electoral.
–¿Van en la buena línea las medidas económicas implementadas ya por el Gobierno?
–Las comunidades hemos asumido todo el gasto de esta crisis sanitaria. Tenemos que prestar más servicios públicos con menos dinero. Y la bolsa de 16.000 millones de euros quieren llevarla al Congreso para repartirla con criterios políticos con sus socios, en lugar de llevarla al Consejo de Política Fiscal y Financiera para distribuirla con criterios objetivos sanitarios y de financiación. Además, lo lógico es que el 50 por ciento de los préstamos y transferencias de Europa vayan a las comunidades. En esta crisis, las comunidades, de todo signo, hemos dado un ejemplo de política de Estado. Hemos intentado ayudar, hemos sido leales desde la discrepancia, manteniendo la unidad, y se ha visto que el Estado más próximo, que es el de las comunidades, ha estado a la altura de las circunstancias.
–¿Sin grandes acuerdos nacionales se puede reconstruir España?
–Hacen falta grandes acuerdos, pero el PSOE no los quiere. El PSOE no quiere pactar con la oposición, sino destruirla.
–Según el PSOE, Casado no quiere pactar con ellos, sino echarles del Gobierno.
–Los hechos son los hechos. Han ido a la comisión de la reconstrucción a decirle a uno de los partidos que tiene que participar del acuerdo que su objetivo es dar un golpe de Estado. Llevamos años lidiando con un PSOE que quiere enterrar la transición y al que no le conoce, como diría Alfonso Guerra, «ni la madre que lo parió». Ni los dirigentes del PSOE de los últimos 40 años se identifican con este PSOE. Éste es el problema principal de nuestro país.
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