Coronavirus

Muertos “desubicados”

Estampas de una pandemia: del papel higiénico, a los aplausos a las ocho
Fernando Simón, durante una de sus comparecenciasKiko HuescaAgencia EFE

Gracias al Lic. Simón conocemos finalmente lo sucedido con el baile de cifras de muertos por el coronavirus: es un problema de «ubicación». Hace unas semanas, afirmó que el incremento de víctimas reales al que aludían fuentes oficiales más solventes que la suya –como el Instituto de Salud Carlos III, y su sistema MoMo de monitorización de la mortalidad, entre otros– podía deberse a un «gigantesco accidente de tráfico». Ahora, tras mantener a los muertos en hibernación durante una semana, y antes de resucitar a casi dos mil, nos ha «aclarado» que es un problema de «ubicación». Es decir: no sabe dónde colocar a esos 15.000 mil fallecidos de más, que ignoramos por qué misteriosa y extraña razón han muerto «casualmente» durante las semanas en las que sufríamos una epidemia inédita desde 1918.

La voluntad de ocultar la verdad acerca del número de fallecidos es tan gigantesca como el oprobio y la vergüenza que el intento provoca. Quienes llegaron al Gobierno invocando la necesidad de «regenerar nuestra democracia» y señalando la transparencia como una virtud asociada a la misma han convertido a la mentira y al oscurantismo en su enseña. Los seguidores del iluminismo y la Ilustración parecen acreditarse como discípulos aventajados del Príncipe de las tinieblas y la mentira, más que de la luz y la verdad. Los 15.000 muertos «desubicados» del Gobierno tienen un lugar de honor en la «Memoria histórica y democrática» de los españoles–Carmen Calvo dixit.