El Gobierno de Pedro Sánchez
Sánchez no retocará el Gobierno
En Moncloa descartan una remodelación del Gabinete después del verano y fían su supervivencia a los fondos de ayuda europea que tienen que recibir de Bruselas para tejer unas cuentas de la recuperación
El Gobierno de coalición está a punto de cumplir medio año de vida, aunque pudieran parecer muchos más. Los tradicionales 100 días de gracia de los que dispone todo Ejecutivo que llega al poder se agotaron en mitad de la pandemia del coronavirus, con una oposición y unos socios que presionaban a Pedro Sánchez por ambos flancos para modular o acabar con el estado de alarma. Además, las polémicas que ha vivido el Ejecutivo han sido una constante desde su conformación: comenzando con el «Delcygate» que afectó a José Luis Ábalos; pasando por las rencillas dentro del propio Consejo de Ministros entre socialistas y morados por la Ley de Libertad Sexual, la política fiscal o el Ingreso Mínimo Vital; hasta la rebelión en la Guardia Civil por el cese de Pérez de los Cobos por parte de Fernando Grande-Marlaska o el «caso Dina» que actualmente cerca al vicepresidente primero, Pablo Iglesias.
A pesar del desgaste que ha sufrido el Gabinete durante el arranque de su gestión, lo cierto es que en Moncloa descartan que se vaya a producir una crisis de Gobierno después del verano. Una potestad que corresponde al presidente y que serviría para dar un nuevo impulso a un Ejecutivo muy castigado por la gestión de la emergencia sanitaria y las polémicas, como ha ocurrido en Francia tras el varapalo electoral que sufrió Macron en la segunda vuelta de las municipales francesas. Según fuentes gubernamentales, la remodelación del Gabinete nunca ha estado en la cabeza de Sánchez, por la complejidad que supone llevarla a cabo en un gobierno de coalición, más allá de cubrir las eventuales vacantes que pudieran surgir a causa de las candidaturas de algunos de sus ministros a liderar organismos internacionales. De ellas solo quedaría viva ya la del ministro de Ciencia, Pedro Duque, para la Agencia Espacial Europea (ESA), dado que la titular de Exteriores, Arancha González Laya, ha quedado fuera de la carrera para la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Por otra parte, la pérdida de la Presidencia del Eurogrupo para Nadia Calviño supone un mazazo para el Ejecutivo y puede entenderse como una derrota también para el propio Pedro Sánchez, que el pasado miércoles se mostró «razonablemente optimista» con las opciones de su vicepresidenta económica, tras «el trabajo entre bambalinas» que estaba haciendo el presidente. Calviño era su apuesta, a la que también propuso para el FMI aunque con menor recorrido. No así en Podemos, donde respirarán aliviados, conscientes de que, de haber presidido el Eurogrupo, el peso de la vicepresidenta hubiera aumentado considerablemente en el Consejo de Ministros en su detrimento.
En este contexto, en el Ejecutivo esperan el balón de oxígeno de los fondos de recuperación que se negocian este mes de julio en Bruselas y para los que la figura de Calviño en el Eurogrupo también suponía un baluarte para España. «Julio tiene que ser el mes del acuerdo», repite insistentemente Sánchez. No en vano, son el salvavidas que necesita España para agotar la legislatura y para articular unos Presupuestos que den estabilidad y permitan sentar las bases de la recuperación. A eso fían en Moncloa su futuro más inmediato y, por ello, el presidente está inmerso en tejer alianzas europeas. Se verá la próxima semana con la canciller Angela Merkel, después de haberse reunido ya con Antonio Costa (Portugal) y Guiseppe Conte (Italia) para ahormar un frente común.
Simbiosis con Iglesias
En la supervivencia del Ejecutivo está también la relación simbiótica que mantienen Sánchez e Iglesias. Ambos necesitan que su entente siga en pie para continuar en el poder y, al menos, por el momento no están dispuestos a ponerla en riesgo. A pesar de que existen suspicacias y ciertas resistencias hacia Podemos, que se han podido visibilizar a cuenta de las últimas polémicas por el «caso Dina» y los ataques a los medios, el presidente es consciente de que necesita a Iglesias y en esta dinámica se entienden algunos de sus movimientos. También que no se lance a una remodelación del Ejecutivo. Ninguno de los pesos pesados de la «cuota PSOE» están en cuestión. Salvador Illa ha superado con creces el desafío del coronavirus dentro del Gobierno y del partido, convirtiéndose en uno de los ministros más demandados para protagonizar mítines durante la campaña del 12-J en Galicia y País Vasco. Ábalos es el hombre fuerte del PSOE, compatibilizando el ministerio con la Secretaría de Organización socialista y persona de máxima confianza de Sánchez. Marlaska es, literalmente, una apuesta personal del presidente a la que no va a renunciar.
Por la parte morada no está peor la situación. Yolanda Díaz se ha convertido en un puntal para Sánchez y ha logrado con éxito alinear a empresarios y sindicatos en el diálogo social. Montero, Castells y Garzón mantienen un perfil bajo, «no molestan», por lo que tampoco suponen un problema con el que lidiar en el Gobierno. Solo Iglesias es quien puede causar más estragos y ese riesgo ya se asumió cuando se aceptó su entrada en la coalición. En el Gobierno existe cierto temor a que, si se abriera la puerta a una remodelación, el líder morado pudiera incluir perfiles más controvertidos que complicaran la «convivencia pacífica» que hasta ahora han logrado, a duras penas, mantener.
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