Gobierno
La Moncloa y el «caso Dina» hunden un Podemos en caída
La gestión de Gobierno le penaliza a Iglesias. Los primeros seis meses en el poder y el escándalo del vicepresidente ahondan el ciclo de malos resultados del partido morado
Baño de realidad para Podemos. Las elecciones de anoche eran la primera prueba de fuego para Pablo Iglesias al ser sus primeros comicios dentro del Gobierno y los datos electorales ratifican que la coalición en Moncloa hunde al partido minoritario justo cuando se cumplen seis meses de su andadura.
Los morados no logran cicatrizar las heridas del pasado 26-M, cuando perdían 860.000 votos respecto a 1015 y 68 diputados autonómicos en doce comunidades. Ni la entrada de Pablo Iglesias en La Moncloa logra frenar su banca rota electoral. La gestión del coronavirus, donde se han visto las principales discrepancias entre las dos almas que conviven en el Gobierno, afecta principalmente a los morados, mientras que los socialistas mantienen su suelo electoral en País Vasco y Galicia. Las dudas que se ciernen sobre la figura del vicepresidente en el «caso Dina» acentúan la desconfianza de los electores y confirman el batacazo electoral que les hace desaparecer de Galicia y les sitúa como quinta fuerza en País Vasco.
El vicepresidente segundo del Ejecutivo vio anoche naufragar su hoja de ruta de derribar a Alberto Núñez Feijóo del Pazo del Hórreo y a Íñigo Urkullu de Aujuria Enea. En Galicia, el partido ha caído en la irrelevancia perdiendo los 14 diputados que obtuvo en 2016 junto a Las Mareas. La pérdida es doblemente dolorosa para los morados, por el desgaste absoluto de la apuesta personal de Pablo Iglesias para lograr el cambio del mapa gallego; es la de Antón Gómez-Reino, diputado en el Congreso y hombre de gran confianza para Iglesias.
Mientras que, en el País Vasco, la marca Elkarrekin Podemos también pierde fuelle y se esfuma su deseo de lograr tripartitos con el PSE-EE y Bildu, una fórmula que el partido quería presentar como acreditación de oro para los próximos comicios catalanes. La marca de Podemos no logra dar el «sorpasso» al PSOE como en 2016, y pasa a ser quinta fuerza.
El escenario electoral de 2016 y el actual también es completamente distinto. El partido llegaba hace cuatro años como tercera fuerza en el Congreso y gobernaban en las grandes alcaldías de España como en Madrid, Barcelona y Cádiz. Hoy cuentan con la mitad de diputados y también de suelo electoral y han desaparecido de Castilla-La Mancha y Cantabria. A pesar de estos datos, hoy, están en el Gobierno con una vicepresidencia y cuatro ministerios. Si antes su eslogan era tomar el cielo «por asalto» hoy su máxima es que ya no hablan «sus promesas», sino «los hechos», pero ni las medidas sociales aprobadas por el Gobierno, de corte morado, cuentan con el aval de los electores. Un análisis que ya hace el vicepresidente. En Twitter reconoció anoche que los resultados constituían una «derrota sin paliativos» y llamó a hacer «una profunda autocrítica y aprender de los errores que sin duda hemos cometido». Será, presumiblemente, esta semana cuando el partido se reúna para definir el futuro electoral.
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