Rey Felipe VI
Meses de meditación de un Rey confinado
Por el bien de la Corona: Don Juan Carlos valoró durante mucho tiempo todas las opciones que tenía para no perjudicar ni a la institución ni a su hijo
No ha tenido que ser fácil en el día de ayer para el Rey Juan Carlos salir del que ha sido su hogar, su residencia familiar durante cincuenta y ocho años, para desaparecer de escena y tratar con ese gesto de prestar una vez más el mejor servicio a los españoles, a sus instituciones y a su hijo, el Rey Felipe. A pesar de lo que piensen algunos, ha sido una vez más, la mejor prueba de generosidad de una persona que reconoce que lo mejor que puede hacer para no perjudicar a su hijo y a la Corona es marcharse al extranjero para que el sosiego y la tranquilidad faciliten el ejercicio de sus funciones al actual Rey de España.
Cuando ayer Don Juan Carlos abandonó el Palacio de la Zarzuela no lo hizo de forma precipitada, sino que lo hizo después de meditar con detenimiento cuales eran las opciones que tenía por delante para no perjudicar a la institución y a su hijo, consciente de que la repercusión de «ciertos acontecimientos pasados» de su vida privada podían dañar gravemente la honorabilidad y el prestigio de la Monarquía española. Ha tenido mucho tiempo el anterior Jefe del Estado para pensar en los últimos meses cómo hacer frente a una situación tan complicada, especialmente desde que la Casa de S.M. el Rey hiciera público el comunicado del pasado 15 de Marzo, en el que el actual Monarca, Felipe VI, pusiera distancia total con el comportamiento de su propio padre y retirara la asignación económica que estaba percibiendo desde su abdicación.
Don Juan Carlos, después de dar un primer paso de apartarse totalmente de la vida institucional y desaparecer de las actividades de la agenda de la Familia Real, en el mes de mayo de 2019, ha estado sopesando las posibilidades que tenía de cara al futuro para alejarse del Palacio de la Zarzuela, sede de la Jefatura del Estado. Él ha sido consciente de que debía abandonar ese lugar en el que empezó su vida de casado, después de su matrimonio con la Princesa Sofía de Grecia, donde nacieron sus tres hijos, las Infantas Elena y Cristina y el Príncipe de Asturias. No era fácil la elección. Tenía claro que no podía refugiarse en la casa de una de sus hermanas, y además esa opción dejó de existir respecto a su hermana la Infanta Pilar, que falleció a principios de este año. Tampoco se podía plantear ir a vivir a la casa de una de sus hijas, bien a la de la Infanta Elena que reside en un barrio céntrico madrileño, lo cual lo dejaba expuesto al público y al sometimiento a un acoso mediático a pie de calle de la casa de la Infanta. Peor opción aún era la de ir a vivir con su hija Cristina a Ginebra, que tampoco iba a protegerlo de la curiosidad y de la exposición pública a las puertas de la casa de la segunda de sus hijas.
La pandemia del coronavirus y el confinamiento decretado por el Gobierno amplió el plazo de reflexión de Don Juan Carlos acerca de donde iba a orientar sus pasos de cara al futuro. Los rumores se desataron en los medios de comunicación, que publicaron opciones un tanto sorprendentes, de todo tipo, como que el anterior monarca se iba a ir a República Dominicana, invitado de una adinerada familia asentada allí, o se iba a mudar a Sangenjo, a casa de su amigo y compañero de regatas, Pedro Campos.
También se especuló con que varios empresarios amigos del Monarca estaban dispuestos a poner una cantidad fuerte de dinero para comprar una casa que estuviera suficientemente protegida de la curiosidad del público. Ninguna de esas opciones le han parecido adecuadas al Rey Juan Carlos, que ha optado por marcharse, por ahora, al extranjero. Eso sí, «con profundo sentimiento, pero con gran serenidad». Una frase que se puede interpretar que el padre del actual Rey ha tomado una decisión muy dolorosa desde el punto de vista emocional pero fruto de una reflexión muy meditada. No ha sido producto de un arrebato ni tomada en momentos de enfado sino más bien, como dice en la carta dirigida a su hijo, un gesto más de que siempre ha querido lo mejor para España y para la institución de la Corona.
El Rey, según fuentes del Palacio de la Zarzuela, salió ayer mismo de su residencia, horas antes de que se hiciera público el escrito dirigido a su hijo del que se despide «con mi lealtad de siempre. Con el cariño y afecto de siempre» . Un cariño y afecto que también se hace patente por parte de su hijo, el Rey Felipe, hacia su padre en una breve respuesta en la que le transmite su sentido respeto y agradecimiento ante su decisión que pone fin a unos meses muy duros desde el punto de vista familiar.
Destino desconocido
El destino elegido por Don Juan Carlos es desconocido por ahora, aunque será difícil mantener el secreto mucho tiempo. Tarde o temprano habrá alguna señal que será percibida por alguien y que dará al traste con el deseo de no ser descubierto. El Palacio de la Zarzuela rechaza aplicar la palabra exilio a la salida de España de Don Juan Carlos. Y rechaza también que se estuviera preparando un real decreto para así quitar al anterior Monarca el titulo honorífico de Rey.
Habrá que esperar a ver si se confirman las posibilidades de que sea llamado a declarar por las operaciones presuntamente opacas que algunos le atribuyen. Y volverá a España si le requiere la Justicia. Su marcha no es una huida, sino una salida por el foro, al estilo de los grandes maestros de la escena. El futuro dirá por cuanto tiempo.
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