Rey Emérito
Anson: “Don Juan Carlos se ha ido de España profundamente dolido”
El periodista y académico relata en la entrevista cómo "un sector de la izquierda puso en marcha una operación para generar un gran escándalo en torno a Juan Carlos I".
Tras una de las semanas más difíciles en la historia reciente de Monarquía española, Luis María Anson (Madrid, 1935) reconoce en una entrevista con LA RAZÓN su preocupación por la supervivencia del sistema alumbrado en la Transición. Sabe de primera mano que Don Juan Carlos ha salido del país «dolido», pero confía en que la historia sitúe su reinado donde merece.
–¿Ha sido la decisión adoptada por Don Juan Carlos la correcta?
–Carezco de información suficiente y no me gusta nada especular. Tengo la idea de que una decisión que ha tomado el Rey Felipe VI de acuerdo con su padre y también con Carmen Calvo, es decir, con el Gobierno de Pedro Sánchez, es una decisión en la que se habrán medido todos los pros y los contras y que, en consecuencia, supongo que será acertada. Mi opinión es justamente la contraria. En su momento me pidieron que la diera, la di, dije que era un error marcharse de España, pero no ha prevalecido mi opinión, sino todo lo contrario.
–¿Quién le pidió esa opinión?
–Una persona muy cercana a nosotros dentro de la Casa del Rey.
–¿Por qué ha sido un error?
–Tengo la idea de que éste no es un cortafuegos que sirva para contener la campaña contra la institución monárquica y, en cambio, ha creado en un sector de la opinión pública la idea de la culpabilidad de Don Juan Carlos en el momento en el que se va de España en estas circunstancias. Seguramente si tuviese la información de la que ha dispuesto Felipe VI y las otras personas que han intervenido en la operación, cambiaría de opinión. Uno de los problemas que tenemos ahora es que todo el mundo especula: me hace gracia la gente que dice dónde está el Rey, que es lo que está haciendo, por dónde ha ido... y es todo mentira. No saben nada, es una pura especulación. Es una cosa lamentable.
–¿Usted conoce dónde fijará su residencia?
–Yo no digo nada, no sé nada con la edad que tengo. Además, no me hacen caso… Pienso que no he tenido información suficiente como la ha tenido el Centro Nacional de Inteligencia, la vicepresidenta, el rey padre y el rey hijo. Y, por lo tanto, me callo, no hago una crítica de eso. Digo lo que yo he aconsejado, que es que no se fuera.
–¿Debería confirmar la Casa Real su destino final?
–Creo que han hecho bien al no decir dónde está por razones de seguridad. Una vez que esté garantizada la seguridad, conviene decir dónde está y que la gente sepa dónde está su Rey de cuarenta años. Es que hay mucho loco. Imaginemos que de pronto un extremista, de izquierdas o de derechas, que no descartó a los de derechas porque para ellos Don Juan Carlos es el borbón traidor a Franco, aprovechando una seguridad menor le pegue un tiro y lo mate. Sería terrible para los servicios de seguridad. Comprendo que adopten todas las cautelas.
–Ni siquiera en el Gobierno coinciden a la hora de calificar esta decisión. Unos hablan de decisión respetable y otros de huida indigna. ¿Cómo la califica usted?
–No quiero caer en bizantinismos. Don Juan Carlos se ha ido al exilio. Es una cosa muy lamentable, pero así es. Puede ser que sea un exilio corto y provisional, pero desde luego no ha huido ni es un prófugo de la Justicia. Responderá ante ella.
–Se argumenta que ahora Felipe VI desarrollará su labor en mejores circunstancias. ¿Comparte este análisis?
–Felipe VI es un hombre muy sereno, se parece a la madre. Es muy responsable y tranquilo en sus decisiones. El papel que le corresponde hacer, que es el de una jefatura del Estado que no tiene otros poderes que el arbitraje y la moderación lo va a poder seguir haciendo con cierta normalidad. Otra cosa es que no creo que la situación haya mejorado para nada: tiene ahora una cosa que no ha pasado hasta hace unas semanas, que es que un sector de la opinión pública está cuestionando no ya la institución monárquica, sino a una persona que ha tenido un reinado magnífico y eso es completamente injusto. Todo montado sobre unas declaraciones que están amañadas entre un comisario que está en la cárcel acusado de corrupción y una aventurera que, por ser amables, digamos que está despechada; hay quien la llama chantajista y, desde luego, que ha sido una comisionista desde hace mucho tiempo. No creo que sea nada confortable la situación de Don Felipe. Lo que sí creo es que él tiene cualidades suficientes para enfrentarse con la situación, pero mi opinión es que no se ha conseguido el cortafuegos.
–¿Cómo se ha llegado a esta situación?
–Tuve información durante el mes de octubre del año pasado de una operación que estaba en marcha. Un sector de la izquierda española estaba almacenando datos para generar un gran escándalo en torno a Juan Carlos I con el fin de fragilizar la estabilidad de Felipe VI. Es una operación de almacenar datos que se ha desgranado a partir de mayo con cuestiones sin comprobar suficientemente, pero que se han magnificado hasta la náusea.
–¿Cuál es el origen de esa operación?
Don Juan Carlos es muy vehemente, cosa que no lo es Don Felipe. Y en la Cumbre Iberoamericana de Chile quiso salvar del acoso al que estaba sometido José Luis Rodríguez Zapatero, cuando le dijo a Hugo Chávez «¿por qué no te callas?». Desde la izquierda de Carlos Fuentes a la derecha de Mario Vargas Llosa, una buena parte de los intelectuales se rieron de Chávez y cuando él llegó a Caracas y tuvo conciencia de lo ocurrido es cuando dijo aquello de «este tío se va a enterar». Y financió una operación para hacer daño a Don Juan Carlos, que se inició con el proceso de Urdangarín, que estuvo bien motivado, y de la Infanta Cristina, a la que el Supremo absolvió. El presidente de la Audiencia de Baleares, que es el que sentó en el banquillo a la infanta, fue el juez Yllanes. Nadie habla de eso, pero es un hecho objetivo: el juez que sienta en el banquillo a la Infanta, que luego es absuelta, se convierte en nada menos que diputado de Podemos. La operación no puede estar más clara. Todo nace de la irritación de un presidente de una república con cierto complejo de colonizado, un hombre con mucho dinero porque, por entonces, el petróleo estaba en muy buenas condiciones. Desgraciadamente eso ha repercutido de una manera lamentable en el conjunto de la opinión pública española y en la estabilidad de la nación.
–¿Ha sido consciente la Casa Real de esa operación?
–La Casa del Rey reaccionó muy bien. Una persona de la casa me llamó para conocer mis fuentes, de dónde venía la información. Me encontré en un dilema nada fácil de resolver. Por un lado, la lealtad a la institución monárquica desde que tengo 16 años y, por otro lado, mi lealtad a la profesión y al secreto profesional. Predominó en mí el secreto profesional. No les revelé las fuentes. Lo que les dije es que el CNI lo podía averiguar con cierta facilidad. Desde entonces ha habido la preocupación de una cosa que se veía venir, pero que no se ha sabido atajar. La decisión en el mes de marzo de decir «no acepto la herencia» y además le quito la asignación fue un cortafuegos. Yo pensé que no iba a servir y que iba a continuar la operación anti monárquica todavía más acentuada apoyándose además en que si el propio hijo ha dicho eso, pues ¿qué habrá pasado? De los 72 consejeros privados que tuvo Don Juan soy el único que queda vivo, pero no ha prevalecido mi opinión ni en ese caso ni ahora tampoco.
–¿Los hechos de esta semana son consecuencia únicamente del «este tío se va a enterar» de Chávez?
–No sólo de eso. Es evidente que eso influye porque es una fuente de financiación de primera magnitud. Después, todos cometemos errores. Es muy posible que después de cuarenta años en el poder, en ciertos momentos se actúa con más ligereza, cuando una persona se siente atraído o siente un amor profundo por otra y eso hace que algunos de los errores que, probablemente, ha cometido Don Juan Carlos no los hubiera cometido en otras circunstancias. Sin esos errores, la operación de Chávez no hubiera podido fructificar. Ahora, yo creo que Don Juan Carlos ha dicho y con motivo que nunca se llevó un euro de los españoles. Lo que no sabemos es si algunas cantidades de las que ha recibido, no las declaró como debió hacer y, por lo tanto, ahí existe un presunto delito fiscal que, si paga a tiempo, el delito se diluye y no existe. Todos los juristas dicen que hay un recorrido muy corto en las operaciones contra Don Juan Carlos, que ni siquiera está investigado. Quienes están investigados son el comisario y la chantajista.
–¿Cuál es el objetivo último de esta operación?
–Es terminar con el sistema. Lo he dicho muchas veces: conozco a Pablo Iglesias, es un profesor universitario serio, coherente, que sabe mucho de literatura, da gusto hablar con él de cuestiones culturales. En lo que debería haberse esforzado el entorno político español serio, tanto a izquierda como a derecha, es en integrarlo no en hostigarlo. No se ha hecho así y es un hombre muy inteligente y ha montado un tinglado. Se manifestaba como un señor marginal en la Puerta del Sol y se ha convertido en vicepresidente. No se puede tener un éxito mayor. No reconocer eso y no reconocer la calidad intelectual y política que tiene Pablo Iglesias es negarse a ver la evidencia. No se ha sabido hacer. Vamos a ver si este cortafuegos que creen que han puesto ahora va a ser eficaz y Don Juan Carlos puede volver a España con normalidad que es lo que todos deberíamos desear. En el año 76, 77 y 78, establecimos un sistema que era la superación de las dos «Españas».
–¿Qué supuso ese logro?
–Habíamos superado la España a garrotazos, era la España de la concordia y la reconciliación. Eso fue la Transición y eso ha durado cuarenta años de paz, de prosperidad y de libertad. También de una imagen en el exterior de primer orden gracias en buena parte a la manera en la que se ha comportado Don Juan Carlos. Y eso es lo que se ha venido abajo.
–¿Es imparable ese desmoronamiento de lo construido en la Transición?
–Imparable no, difícil de reconducir sí. Y además llevará muchos años y tienen que ser muchos años de aciertos. Felipe VI tiene muchas probabilidades de tener esos aciertos, pero luego no es sólo Felipe VI, tiene que haber un entorno que contribuya a ello. Eso Don Juan lo hizo estupendamente frente a un régimen dictatorial que lo persiguió como una rata, Franco le tenía un odio africano. No se trata sólo de lo que el Rey haga. Yo en eso tengo mucha confianza. Lo está haciendo muy bien, pero además necesita montar una operación en torno a las ventajas de la institución que creamos en 1978. Si me preguntas si prefiero la república de Finlandia o la monarquía de Arabia Saudí, prefiero Finlandia. ¿La monarquía holandesa o la república de Maduro? Es eso lo que nos quieren traer. Lo que nos ponen como ejemplo es un dictadorzuelo. No defendemos la institución como una cosa nostálgica o mágica. La Monarquía no tiene magia, es una cosa muy útil. El día que, por perder la ejemplaridad, pierde la utilidad, no tiene ninguna razón para continuar.
–¿Cómo puede Felipe VI reconducir la situación?
–Se abre una etapa nueva y tenemos un Rey impecable. También una Constitución que hace muy difícil, desde la Constitución, desmontar la Monarquía. Yo ya no lo voy a vivir, pero me parece que lo que tiene que hacer la institución monárquica es darse cuenta de que ha habido una Monarquía hasta el escándalo organizado en torno a Don Juan Carlos y hay una monarquía después. Es necesario introducir en el mercado informativo factores positivos, las ventajas que tiene la Monarquía. Se ha hecho de manera admirable en Inglaterra, especialmente con series de televisión como «The Crown», que ha tenido un éxito mundial y deja claro que vale la pena la institución monárquica. Si no, la monarquía se terminará por desmoronar.
–¿A la altura de qué otros reyes sitúa a Juan Carlos I?
–Los historiadores más serios tienen toda la razón cuando han instalado el reinado de Don Juan Carlos entre los cuatro reinados más grandes de la historia de España junto al de Carlos I, Felipe II y Carlos III. Y, sin embargo, la historia es como es y me parece una cosa injusta y triste lo que está ocurriendo en torno a una figura que se ha desvivido por España. Mantuvo una situación de relación y aceptación con todos los sectores. El mundo comunista, por ejemplo, se sintió confortablemente instalado en la «Monarquía de todos», que es lo que Don Juan había defendido y que fue la que estableció Don Juan Carlos y motivó el orgullo y el agradecimiento de Don Juan hacia su hijo.
–¿Corre el riesgo de verse oscurecido ese legado por los hechos a los que estamos asistiendo ahora?
–Te contesto con toda claridad. No corre el riesgo de verse oscurecido, está ya oscurecido. La Monarquía para ser útil necesitaba haber mantenido ese respeto y esa estabilidad que suponía el ejercicio ejemplar de la jefatura del Estado. Yo creo que Don Juan Carlos ha sido ejemplar en cuanto a su atención al pueblo español y unos errores han sido utilizados por gente muy hábil, que ha creado un escándalo morrocotudo que ha calado en algunos sectores populares y que, en consecuencia, ha dejado a la Monarquía desprovista de esa utilidad para el arbitraje y la moderación, que es lo único que le quedó después de que el Rey Juan Carlos renunciara en la Constitución a todos sus poderes. En estos momentos la injusticia es dramática contra Don Juan Carlos pero la historia le colocará en su sitio. Lo que quedará será la realidad de su reinado y los historiadores pasarán por encima de estas cuestiones de chismorreo.
–Conoce muy bien a Don Juan Carlos. ¿Con qué sentimiento ha dejado el país?
–Es muy buena persona. No creo especular al decir se ha tenido que ir profundamente dolido. Otra cosa es que, por razones de servicio a España y al pueblo español y de servicio a la Corona, haya tomado esa decisión. Tengo una cierta constancia de que le ha dolido especialmente la falta de reacción de las gentes que han trabajado codo a codo con él. Ha callado todo el mundo. Se han portado divinamente Felipe González y José Luis Corcuera; se portó bien un poco anteriormente José María Aznar, pero sus ministros callados como mudos. ¿No pueden salir a decir «oiga mire, en los años que yo he sido ministro he encontrado a un rey ejemplar cumpliendo la Constitución y que ha facilitado todas las gestiones que teníamos que hacer en beneficio de España?». Sólo decir eso, no quiero entrar en lo que está ocurriendo ahora, pero por lo menos reconocer el legado, que es lo que ha hecho Felipe González. Eso le ha dolido extraordinariamente.
–¿No se parecen Don Felipe y Don Juan Carlos?
–Don Felipe admira mucho a su padre. Desde niño ha estado a su lado y ha visto por los ojos del padre, pero tiene las condiciones de la madre. Es muy prudente, muy razonador y muy responsable. No comete una ligereza. Le falta la bonhomía que tiene el padre y esa capacidad de «borbonear» y de meterse a la gente en el bolsillo con unas cuantas bromas, muchas veces muy toscas y cuarteleras. Don Juan Carlos está lleno de cualidades personales e irradia bondad. Por eso yo creo que mucha de la gente que le ha rodeado se ha aprovechado de su nombre y de esa bondad. Tiende a confiar en la gente que tiene al lado. Don Juan era un hombre muy receloso y yo creo que Don Felipe lo es todavía mucho más.
–¿Es ese exceso de confianza uno de los elementos que explica la situación actual?
–Yo creo que sí. La Jefatura del Estado requiere de la reserva y el recelo, y de asegurarse con biografía de quién es esa persona y tener una inspección permanente sobre las personas. No puedes tener un ayudante de máxima confianza y no saber qué es lo que está haciendo y en qué líos se está metiendo. Ahí Don Juan Carlos ha actuado como una buena persona confiando en mucha gente que se ha aprovechado de él. Eso ha sido lamentable y también le ha pasado con las mujeres.
–¿Pretende el Gobierno abrir un debate sobre el modelo de Estado?
–No tengo información suficiente. Hay que reconocer que las declaraciones de Carmen Calvo y Pedro Sánchez han sido admirables. «Estamos con el pacto constitucional y los españoles establecieron en la Constitución la Monarquía». Otra cosa es que este señor ha mentido tanto que no hay por qué presumir que no esté mintiendo ahora y que estemos en una etapa en la que se ha lanzado esto y, de acuerdo con los líderes podemitas, cuando llegue el momento darán un paso más adelante hasta plantear que hay que hacer una constitución nueva que sea una república confederal, que tendría la adhesión de Cataluña y el País Vasco porque los estados son casi independientes. No se puede descartar. No es que estemos especulando. Sánchez dijo que millones de españoles padecerían insomnio si incorporaba a Iglesias al Gobierno y un mes y medio después lo incorporó. En las elecciones de abril le vetó personalmente porque le tenía miedo, no quería tener un rival dentro del Gobierno como ahora tiene. Las posiciones públicas de Sánchez y Calvo han sido razonables y constitucionales, otra cosa es que lo estén diciendo con la boca chica, que no crean en ello y nos estén engañando.
–¿Se beneficiarían de ello los partidos independentistas?
–Se están beneficiando altísimamente. La máxima garantía del orden constitucional es el Rey, es la Monarquía que es la que garantiza la unidad territorial de España. Cuando se produjo el 1 de octubre de hace tres años, quien pronunció el discurso que llenó España de banderas nacionales fue Don Felipe exactamente como hizo Don Juan Carlos el 23-F. Que se fragilice la Monarquía beneficia sustancialmente a los movimientos independentistas que irían cayendo como piezas de dominó, primero Cataluña, después el País Vasco, Galicia, Baleares, Valencia, Canarias, Andalucía… serían los reinos de taifas otra vez.
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