Casa Real
Los apoyos del Rey
A pesar de tanta zancadilla, Felipe VI está preservando el prestigio de la Corona
“El jefe [Pedro Sánchez] quiere ‘matar’ al Rey”. La frase, textual, retumbó en algunos despachos de La Moncloa tras conocerse la conversación de Felipe VI con el presidente del CGPJ, Carlos Lesmes, expresándole que “le hubiese gustado” estar con los jueces en Barcelona. La llamada motivó un serio enfado del presidente del Gobierno, que no vaciló en forzar a La Zarzuela a aclarar que el monarca había descolgado el teléfono “por cortesía” y para felicitar a la hornada de nuevos juristas.
El episodio fue otro paso en el equilibrismo que viene manteniendo Sánchez, en vez de defender a la institución monárquica ferozmente hostigada por sus socios de Gobierno. Asedio sin tregua por los de Pablo Iglesias, con Alberto Garzón como una de sus puntas de lanza, que se ha ratificado este jueves en unos ataques a los que se sumaron con redoblado entusiasmo los independentistas catalanes. Unos y otros, enemigos del “Régimen del 78”, creen estar ante una ocasión única de erosionar la arquitectura constitucional. Y no van a pararse en barras. Con los consiguientes riesgos para todos.
La Corona está en la punta de la pirámide de unas instituciones que, sobre todo en las circunstancias actuales de crisis, ofrecen estabilidad y confianza. Pero Sánchez no tiene en cuenta nada de esto. Al contrario. Ha decidido lavarse las manos, por mucho que en su entorno existan voces que lanzan tímidas señales de alerta ante la deriva peligrosa. De hecho, su propia credibilidad pasa por poner orden en su Consejo de Ministros y rechazar las inadmisibles embestidas de los separatistas.
Sin embargo, ha dejado llegar las cosas a tal punto que Pablo Casado saltó esta semana en el Congreso de los Diputados para pedir a su presidenta que amparase al jefe del Estado. Pero, el mundo al revés, a quien reclamó respeto Meritxell Batet fue a las bancadas del centro-derecha. A los reiterados golpes a la Casa Real se suma la ley de memoria democrática que “vende” Carmen Calvo, y que seguro escamoteará a las generaciones más jóvenes la contribución de nuestra Monarquía parlamentaria a una Transición ejemplar que restañó muchas heridas.
A pesar de tanta zancadilla, Felipe VI está preservando el prestigio de la Corona. Lo que equivale, por cierto, a salvaguardar el sistema político-institucional y, con él, la democracia y nuestro sistema de libertades. Precisamente la neutralidad es una de las virtudes intachables de un Rey que, además de impulsar minuciosos cambios en “la Casa”, ha afrontado en estos años espinosos desafíos.
Los secesionistas, por supuesto, siguen sin digerir su intervención tras la intentona golpista del 1-O de 2017. Aquel acto de auténtico liderazgo, merecedor del máximo respeto, propició una movilización civil cuyo sentido de pertenencia a una nación democrática, achicó a la clase política. Sin duda, Don Felipe conserva como un tesoro ese vínculo con la gran mayoría de españoles. Y, aunque Pedro Sánchez quiera seguir haciéndose trampas al solitario, de un presidente del Gobierno no se espera otra cosa que una labor leal y cercana al monarca.
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