Policía Nacional
El agente de la UIP herido hace un año en Barcelona: «La piedra que me reventó el casco me provocó una lesión cerebral que me ha afectado a la visión»
Iván Álvarez estuvo 15 días en la UCI tras ser agredido por los manifestantes que protestaban por la sentencia del “procés”
«Ojalá todo esto no hubiera pasado y hubiera podido seguir con mi vida normal. Ahora probablemente estaría trabajando en la comisaría de Vigo. Lo que menos podía imaginarme era esto».
Iván Álvarez tenía pensado dejar la Unidad de Intervención Policial (UIP) de la Policía Nacional el pasado mes de julio. «Entré con 29 años y mi vida era diferente. Ahora estoy casado, tengo dos niños pequeños y quería unos horarios fijos para poder conciliar a nivel familiar porque en la UIP viajamos mucho», explica. En julio le vencía el contrato con la exigente unidad (cada dos años tienen que pasar unas pruebas para ir renovando) y ese era su plan: incorporarse en Seguridad Ciudadana en la comisaría de su ciudad, «en el puesto donde hiciera falta».
A sus 42 años, ya había estado 13 en los llamados «antidisturbios», donde tuvo «el orgullo», según recalca, de prestar servicio en los eventos más importantes del país: la coronación del Rey Felipe VI, la visita del Papa Benedicto XVI a España, en la frontera de Ceuta y Melilla o en finales de Champions y manifestaciones de alto riesgo en Madrid.
Hasta, como no, la famosa «operación Copérnico», por la que se tiró tres meses viviendo en un barco para garantizar al seguridad ciudadana durante el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 en Cataluña. Y fue precisamente en Barcelona donde, justo dos años después, un zarpazo del destino puso su vida patas arriba.
“Recuerdo el olor a quemado”
Su unidad (la 8ª UIP de Galicia) había estado prestando servicio en Zaragoza durante las fiestas del Pilar. Al terminar aquello, en lugar de regresar a Vigo y Coruña, les mandaron directamente a Barcelona, donde ya se anunciaban algaradas callejeras como respuesta a la sentencia del «procés», por la que fueron condenados varios líderes independentistas. «Al llegar, fuimos al bloqueo que organizaron en el aeropuerto de El Prat. Al día siguiente regresamos pero allí ya no había nada y a mitad de la tarde ya empezamos a escuchar que había disturbios por la Vía Laietana y toda esa zona así que nos mandaron para ayudar al resto de compañeros».
Lo que vio según iban avanzando con el furgón, le dejó sorprendido. «Recuerdo el olor a quemado. Íbamos ya con el chaleco antitrauma puesto y el 100% del material antidisturbio porque nos informaron de que la situación era delicada». Aunque nadie querría meterse en la boca del lobo, allí, en la plaza Urquinaona, se bajaron Iván y su grupo: Raya 30, como se denomina a uno de los grupos de la UIP de Galicia.
“Nunca vi tanta agresividad”
Y así recuerda él el momento en el que casi le cuesta la vida: «La gente iba embozada, eran chavales muy jóvenes y lanzaban de todo: piedras, adoquines, artificios pirotécnicos... Recuerdo una lluvia de piedras incesante de gente situada a 15 o 20 metros, protegidos tras barricadas de fuego formadas por contenedores y maceteros. En mis 13 años de experiencia en la UIP nunca vi mayor agresividad y hostilidad hacia nosotros por parte de unos manifestantes». Los minutos pasaban y ellos seguían resistiendo como podían, protegiéndose tras sus escudos y cascos. «Las piedras caían sin parar. Era algo exagerado. Estábamos tras unos contenedores y a mi equipo (siete personas) nos mandaron desplazarnos hacia la zona derecha. “Venga, evolucionamos hacia la derecha”. Eso es lo último que recuerdo. Mi siguiente imagen ya es despertarme en la cama de un hospital con mi mujer y mis compañeros al lado».
Sin responsables
Iván ni siquiera recuerda el brutal impacto que recibió en la cabeza, que le hizo desplomarse al instante y ser recogido en volandas por sus compañeros para resguardarle en el furgón, unas imágenes que se hicieron virales. El casco, compuesto con un material llamado kevlar, altamente resistente que se utiliza para blindajes, quedó destrozado. Los expertos creen que, por la contundencia del golpe y por cómo quedó el casco, el adoquín (o lo que fuera que tiraran), fue lanzado desde arriba: de alguna terraza o azotea. Pero nunca se pudo saber quién fue el responsable.
Sin poder hablar ni moverse
Iván dice que la primera sensación que tuvo al despertar en el Hospital Sant Pau fue que no se podía mover ni podía hablar. «Ya habían pasado cinco días: esto pasó el viernes y yo desperté un miércoles. Me veía rodeado de máquinas y no era capaz de articular palabra y ya me explicaron lo que había pasado: que me habían tirado una piedra que impactó en la parte superior del casco y que me había fracturado el cráneo desde la base a la zona superior». Esa «fractura lineal no desplazada» acabó ocasionándole un «fracaso respiratorio» por el que tuvieron que sedarle, intubarle y conectarle a ventilación mecánica durante casi una semana. En los disturbios de aquellos días se contabilizaron 600 heridos pero ninguno de la gravedad del agente. Iván estuvo en la UCI hasta el 31 de octubre y después fue trasladado por un avión de las Fuerzas Armadas al Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo. Allí, tras otros cuatro días en UCI y otros cuatro en planta, fue recuperando el habla y a comer un poco. Una semana después, recibió el alta aunque su periplo por los hospitales no acabó ahí ya que tuvo que ir a rehabilitación y a numerosas consultas con su neurocirujano y neurólogo. «Te dicen que paciencia, que no te vengas abajo porque en este tipo de lesiones es habitual que al principio evoluciones rápido y luego te estanques. Pero desde el principio me dijeron que la recuperación de traumatismos importantes es larga y lenta».
“No veo bien”
Iván inició una nueva etapa de su vida, cargado de toda la paciencia del mundo, apoyándose en su familia y sus compañeros. Pero su fortaleza mental y actitud positiva también han contribuido en sus avances. «Tuve que estar dos meses y medio con un collarín rígido porque el golpe afectó también a las cervicales y tomaba mucha medicación. He evolucionado muchísimo pero sigo teniendo secuelas como pérdida de sensibilidad en manos y en una pierna aunque la más importante es la que afecta a la visión». Según le explicó el neurólogo, se trata de una lesión de la corteza cerebral, en la zona occipital que le provoca trastornos visuales. «No veo bien y, según los médicos, no existe tratamiento médico ni quirúrgico para ese tipo de lesión. Es, según ellos, una lesión de evolución incierta». Al parecer, el ojo está perfecto pero la parte del cerebro que regula la visión esta afectada, lo que le provoca, por ejemplo, dificultad al ver objetos en movimiento. «Me cuesta diferenciar a una persona a cinco metros y me ha cambiado la vida: no puedo coger a mis hijos en brazos, no puedo jugar al fútbol, leer bien, montar en moto... Yo tenía una vida muy activa, en la UIP tienes que hacer mucho deporte, y ahora imagínate la diferencia». Iván continúa de baja laboral y está a la espera de que el tribunal médico de la Policía Nacional decida su situación: si continúa de baja, si debe reincorporarse o si le jubilan.
“Vigués distinguido”
Mientras espera conocer cómo será su futuro más próximo hoy, precisamente un día después del patrón de la Policía (los Ángeles Custodios) recibe en su ciudad natal un premio muy especial: el alcalde de la localidad, Abel Caballero, le condecora como «vigués distinguido» en reconocimiento a su labor policial, aunque la pandemia obliga a celebrarlo en un auditorio al 25% de capacidad. «Me hace mucha ilusión», reconoce.
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