Pablo Iglesias
El cazador cazado
Iglesias vino a combatir al sistema, se dejó seducir por la «casta»y se está beneficiando de los privilegios del poder
Vino a combatir al sistema en 2014, se dejó seducir por las «tentaciones» de la casta contra la que luchaba, se está beneficiando de esos privilegios del poder que tanto vilipendió cuando los tenían otros y puede caer víctima de un abuso, el suyo, como aquellos contra los que clamaba en los pasillos de la Facultad de Políticas de la Universidad Complutense, en las plazas y calles de Madrid o en los platós de las tertulias políticas de las televisiones cuando ejercía de «enfant terrible». La cara y la cruz de la política.
Nadie sabe cuál será el desenlace de la veloz carrera pública de Pablo Iglesias. Más aún en la España de Pedro Sánchez, donde su Gobierno y los partidos que lo conforman parecen tener patente de corso para no asumir responsabilidades políticas. Ciertamente, hasta ahora al menos, han visto pasarles de largo asuntos como su negligente gestión del Covid, la voladura de los consensos constitucionales, haber puesto a España en almoneda ante sus históricos enemigos –separatistas catalanes y proetarras, convertidos ahora en socios vip de La Moncloa– e incluso las corruptelas que ven inaceptables en los demás pero que, cuando son propias, se las ingenian para que se disipen junto al polvo del alboroto que levantan.
En cualquier caso, pocas dudas hay de que la decisión adoptada este miércoles por el juez de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón de elevar el «caso Dina» al Tribunal Supremo, al atribuir a Iglesias tres presuntos delitos graves, supone un antes y un después en el sprint del líder de Podemos desde las «barricadas» hasta la mullida moqueta del Consejo de Ministros.
Pronto es también para decir si dimitirá –si es que le queda algo de esa dignidad de la que hacía bandera hace solamente unos años como adalid de la regeneración democrática ante el supuesto estercolero de la vieja política– o si Sánchez lo acabará alejando. Ahora bien, el futuro político del vicepresidente segundo pinta mal. Basta ver la histérica reacción de sus pretorianos, lanzados a otro linchamiento a la Justicia, para saber que los nervios se han instalado plenamente en el cuartel general del partido de los círculos.
El ataque desaforado de Pablo Echenique o Jaume Asens al magistrado García Castellón suena a excusa de mal pagador. Cierto. Echenique debería conocer la ejemplar trayectoria del veterano juez de la Audiencia Nacional, curtido en las mil y una investigaciones del inabarcable lodazal de la corrupción política y económica en las décadas de los 80 y 90. Por cierto, tampoco se escuchan quejas de los líderes morados cuando a quienes toca este mismo juez es a ex dirigentes del PP por la «Púnica» o «Kitchen». Un profesional auténticamente independiente.
Hace ya tiempo que incluso los simpatizantes de primera hora de Podemos se dieron cuenta de que el proyecto renovador de Pablo Iglesias era un gran fiasco. Demasiados han ido saltando del barco desengañados. Una excusa calculadamente populista –bien cebada ideológica y financieramente por regímenes bolivarianos– para asaltar los cimientos de la democracia española y colar un caballo de Troya del chavismo en el corazón de la Unión Europea. De esos barros, estos lodos. Lo que tal vez no esperaba Iglesias es que las centenarias instituciones democráticas de España estuviesen dispuestas a no dejarse doblegar ni corromper.
Por eso Iglesias queda en tan desairada posición desde este miércoles. A las puertas del Tribunal Supremo y de un posible suplicatorio que se votaría libre y democráticamente en el Congreso. Y en el que el PSOE se tendría que retratar. Curiosamente, Podemos, siempre dispuesto a ejercer de juez y parte cuando los sospechosos son los otros, ha impuesto comisiones de investigación por el caso Bárcenas, las cajas de ahorro, la financiación del PP y, por último, la operación Kitchen. Y amenaza al Rey, un día sí y otro también, con desnudar a la Corona para humillarla con la excusa del Rey padre que ni siquiera está investigado en España.
Sin embargo, esta vez, la respuesta de los «regeneradores» al señalamiento judicial a Iglesias por los delitos de denuncia falsa, revelación de secretos y daños informáticos ha sido linchar al magistrado instructor. ¡Vaya novedad...! Hace unos meses, la otra respuesta defensiva de Iglesias tras «asaltar» el poder fue derogar el Código Ético de su partido. Tras el primer Vistalegre, un cargo de Podemos imputado debía dimitir de inmediato. Ahora, no será necesario hasta la apertura del juicio oral. Nueva política, viejos vicios.
Iglesias sabe bien que si no está imputado ya desde este 7 de octubre es únicamente gracias a su aforamiento. ¡Con todo lo que ha despotricado él contra esos privilegios! En fin, le salva de momento esa «injusta» protección de «casta». Pero se ponga como se ponga, al vicepresidente segundo del Gobierno se le está viendo cada más como al «cazador cazado».
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