Isabel Díaz Ayuso
Génova suma votos tras el conflicto de Ayuso con Sánchez
La presidenta regional es considerada ya como la nueva lideresa del PP. Su vía deja sin discurso a Vox y fagocita a Cs
La gestión de la pandemia en Madrid y el choque entre las dos Administraciones, central y regional, se ha convertido en un potente elemento polarizador del electorado. Génova cree que la posición de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, es un multiplicador del voto, que primero suma a favor de los intereses del PP de Madrid, pero que renta también a favor de las siglas nacionales del partido. Del choque con Moncloa esperan que Ayuso suba como la espuma en las encuestas, con el beneficio añadido de que ese crecimiento irá unido a un derrumbe de las expectativas de Ciudadanos.
Ayuso ha encontrado en el pulso con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la plataforma desde la que construir un liderazgo en la derecha que amenaza con hacer sombra al de Pablo Casado. En su equipo creen que han ocupado el espacio de Vox, al dejarle sin discurso, y que también está fagocitando a Ciudadanos. «Es la referencia de la derecha que gobierna y que planta cara a Sánchez y a la izquierda radical con la ideología por delante», reflexionan en su gabinete.
La derecha está huérfana de liderazgos, y por los tiempos que corren necesita además de liderazgos hiperbólicos. Y Ayuso ha encontrado en el cuerpo a cuerpo con Sánchez el instrumento para agitar al electorado de Madrid. Casado se identifica con esta estrategia y cree que es el camino que también le puede llevar a avanzar en la necesaria tarea de reunificar el voto del centro-derecha.
Pero la estrategia tiene un riesgo, del que advierten dentro del partido. El votante de Madrid tiene unas características particulares que no comparten los votantes de la otra España, y lo que funciona electoralmente en Madrid puede alejar al votante de otras comunidades autónomas. El apoyo de Casado a Isabel Díaz Ayuso puede ser visto como una afrenta en el electorado de Castilla-La Mancha o de Castilla y León, donde se sienten amenazados, como explica el partido en estas autonomías, por la expansión de la pandemia en sus territorios, y donde no entienden los gritos de «libertad» que corean los ciudadanos que se movilizan en apoyo de la presidenta madrileña.
Madrid sufre también por haberse convertido en el tablero en el que Pedro Sánchez y Pablo Casado confrontan sus errores en la gestión de la pandemia. La crisis que ha llevado al estado de alarma en Madrid ha puesto en evidencia el incumplimiento de la palabra que el presidente del Gobierno dio a Ciudadanos, al Partido Nacionalista Vasco y a Esquerra para impulsar una reforma legislativa que diera seguridad jurídica y unificara criterios después del mando único de la primera oleada del virus.
Y en el caso de Pablo Casado, Madrid lo enfrenta a sus propias contradicciones. Su exigencia de que se levantara el estado de alarma y las comunidades recuperaran sus competencias. Su decisión de azuzar después a sus presidentes autonómicos para que reclamaran una mayor coordinación y unidad de acción. Para, a continuación, levantarse contra los criterios únicos fijados por Sanidad en el marco del Consejo Interterritorial de Salud.
Pero Génova cree que ha encontrado en Madrid el bastión desde el que recuperar el voto que le ha quitado Vox y que necesita para poder llegar a La Moncloa. Estos días, desde el partido de Santiago Abascal han seguido las decisiones de Ayuso, las han aplaudido y, como mucho, se han atrevido a levantar la voz para reclamar elecciones anticipadas y ofrecerse como socio «fiable» de gobierno. En la dirección nacional del PP están convencidos de que Ciudadanos no es adversario, y que su tendencia a la baja continuará avanzando porque seguirá consolidándose la polarización que agitan a derecha y a izquierda. Pero Vox sí sigue dando miedo en Génova. El escenario de radicalización, la división, la falta de diálogo, el choque institucional, en una situación de urgencia sanitaria y económica máxima, favorecen a Vox, de igual manera que la crisis financiera sirvió de caldo de cultivo a Podemos.
Y para hacer realidad el objetivo de llegar a Moncloa Pablo Casado necesita debilitar a Vox porque puede administrar todos los pactos que haga falta con Ciudadanos, pero un acuerdo de gobernabilidad con Santiago Abascal, que incluyese a Vox en el gobierno, plantearía en su partido una profunda crisis y podría tener un coste electoral irrecuperable en comunidades donde el votante del PP es más moderado y de centro que en Madrid. Y en el Partido Popular se temen que Vox no aceptará ningún acuerdo más de gobernabilidad que no incluya la exigencia irrenunciable de compartir ministerios o consejerías.
El Gobierno de Ayuso está dispuesto a seguir sosteniéndole el pulso a Sánchez, y estudia llevar al Tribunal Constitucional el estado de alarma, planteando un recurso o un conflicto de competencias En esta estrategia de confrontación, la dirección popular cree que Sánchez ha caído en su trampa de meterse en el lío de declarar el estado de alarma, y que este “disparate” lo pueden volver contra Sánchez y contra el ministro de Sanidad, Salvador Illa. Pero dentro del partido no tienen tan claro que este «juego peligroso» pueda darse todavía por ganado. La impresión fuera de Madrid es que el conflicto es dañino para el conjunto del país. Reprochan al Gobierno su «soberbia», su tendencia a alimentar «conflictos innecesarios» y su «incompetencia» para resolver la inseguridad jurídica. Pero también recriminan al Ejecutivo madrileño que haga de oposición al Gobierno central.
Moncloa sostiene que el Gobierno regional buscó en todo momento de manera intencionada forzar la declaración del estado de la alarma, mientras que el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso acusa a Moncloa justamente de lo contrario, de haberse negado a negociar porque lo que «desde el primer momento buscó fue forzar la intervención de Madrid». El resultado es que salvo en Madrid, las demás comunidades pueden ir aplicando restricciones parecidas en el uso de su legislación autonómica. Un auténtico disparate. Con el caos añadido de datos que no coinciden, lo que dificulta entender cómo actúa el virus. Desde fuera de Madrid hablan de espectáculo impúdico, y reparten responsabilidades entre las dos Administraciones.
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