España

Un insulto doble, por Jorge Vilches

No es la democracia liberal la que defienden los firmantes del manifiesto “a favor de la democracia”, sino la democracia totalitaria, aquella en la que una mayoría circunstancial sin mandato para ello, se arroga la potestad para transformar el régimen a su gusto

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El “Manifiesto en favor de la democracia” es un insulto doble. Por un lado, los firmantes se caracterizan por ser justo lo que denuncian. Bildu, heredero de quienes asesinaron a 857 personas y obligaron al exilio a 150.000, es la encarnación de la vulneración de los derechos humanos. ERC tiene un pasado fascista, el de 1934, cuando sus líderes se refugiaron con Mussolini, y en la actualidad sostiene que solo los nacionalistas tienen cabida en Cataluña. El PNV no ha renegado jamás del racismo de Sabino Arana. JxCAT es el partido de la xenofobia -si es que se puede considerar extranjero a un español en Cataluña- y el golpismo. No olvidemos los artículos de Quim Torra diciendo que los españoles son “animales con forma humana”, ni la República de Puigdemont.

Podemos tiene a su frente al líder más machista del panorama español, tal y como refleja su trayectoria, declaraciones y el tipo de votante: un 60% son hombres. Tampoco Podemos es el adalid de la democracia: nacidos a la sombra del dictador Chávez, adoradores de Castro y el Che, y alentadores de la violencia verbal y física en las calles contra los dirigentes de la derecha. Era el “jarabe democrático” y aquel “Rodea el Congreso”. El PSOE fue el partido que negó la virulencia de la covid-19. Dijo que era una “gripecilla” con “dos o tres casos diagnosticados”, y su Gobierno no quiso atender a la OMS, la Unión Europea y a su propio Departamento de Seguridad Nacional.

Por otro lado, no es la democracia liberal la que defienden los firmantes, sino la democracia totalitaria, aquella en la que una mayoría circunstancial sin mandato para ello, se arroga la potestad para transformar el régimen a su gusto. A partir de ahí, deslegitiman a cualquiera que se oponga a su dictado o lo critique, motejándolo de “antidemocrático” y de contrario a la voluntad general, a esa voluntad no expresada ni real pero que ellos dicen encarnar.

Ni siquiera tiene sentido democrático el manifiesto porque está firmado por quienes desprecian las reglas y el espíritu de la democracia liberal conseguida con la Constitución de 1978. Son los que quieren destruir para construir, cada uno en su terruño, un gobierno de ingeniería social que nos corrija a todos, que ahorme y adoctrine para crear al Hombre Nuevo con la moral única. La verdadera batalla cultural está en contrarrestar este intento rupturista de la democracia