Defensa
Un año confinados: así es la vuelta al mundo del “Elcano”
«Tristeza», «frustración», «rabia»... Los tripulantes del buque escuela de la Armada cuentan a LA RAZÓN cómo afrontan el crucero sin poder pisar tierra por culpa de la Covid
Cuando embarcaron el 24 de agosto, los tripulantes del buque escuela «Juan Sebastián de Elcano» sabían que tenían por delante dos importantes retos. Por un lado, culminar su undécima vuelta al mundo como parte de la Conmemoración del V Centenario de la primera circunnavegación de la Tierra por parte de Fernando de Magallanes y Elcano. Y por otro, soportar esta travesía de casi un año de duración sin poder bajar del barco debido a las medidas sanitarias para hacer frente a la Covid-19. Por ello, este bergantín-goleta ha pasado de ser una embajada flotante que vendía «Marca España» allí donde hacía escala a una especie de «búnker» del que no pueden salir salvo muy contadas excepciones.
Desde hace más de tres meses viajan 172 marinos, a los que se sumaron el domingo 60 guardiamarinas, que en cierto modo son el alma de este buque, pues son los alumnos que aspiran a convertirse en oficiales de la Armada. Todos estarán a bordo hasta mediados de julio de 2021, lo que significa que pasarán entre siete y once meses confinados en el barco.
Al mando de todos ellos está el comandante del «Elcano», capitán de navío Santiago de Colsa Trueba, quien reconoce a LA RAZÓN que «es el mayor desafío al que tenemos que dar respuesta» en este XCIII Crucero de instrucción. En algún lugar del Pacífico, entre Lima (Perú) y Guayaquil (Ecuador), él y otros dos miembros de la tripulación explican a este periódico cómo afrontan esta travesía, cuya duración es el doble de las habituales por esa vuelta al mundo que esperan completar.
Lo primero, recalca el comandante, son las «estrictas medidas de seguridad, pues la prioridad es evitar un contagio». De ahí que hayan convertido el buque en un «espacio libre de Covid» del que, salvo excepciones, no pueden salir.
“Condiciones espartanas”
Pero las medidas no serían suficientes sin el «compromiso personal y totalmente desinteresado de la dotación», destaca. Y es que todos convivirán muchos meses en «unas condiciones de habitabilidad espartanas», en un «espacio muy reducido y con poca intimidad»: el buque apenas tiene 94 metros de eslora por 13 de manga. Hasta el domingo eran 172 pasajeros... Ahora, casi 235. Y entre ellos, un psicólogo, que será clave para «reforzar el estado anímico de la dotación».
La principal de esas medidas es la casi total «prohibición de bajar a tierra» en los puertos en los que hacen escala. Lo normal sería que en ellos, además de salir a visitar la ciudad, llevasen a cabo una serie de actividades dirigidas a la comunidad española en cada país, como juras de bandera, comidas con autoridades o jornadas de puertas abiertas.
Pero la pandemia ha anulado cualquier tipo de evento y ahora sólo hay dos posibilidades para poner el pie en tierra: tareas logísticas (embarcar víveres o rellenar combustible) y hacer deporte en zonas aisladas y acotadas del puerto que «las marinas aliadas y amigas ponen a nuestra disposición, como en Chile y en Perú», explica el comandante.
Pero, ¿qué genera en la dotación esta situación de verse encerrados en un viaje alrededor del mundo? «Frustración y rabia». Con estas palabras lo resume la sargento Daniela Borrueco, quien reconoce que afronta este crucero «con una profunda tristeza. Por nuestra situación y por la de nuestro país». Tiene claro que se trata de «una situación sobrevenida de la que nadie es culpable», por lo que apunte que tratan de llevarlo «con sosiego», abstrayéndose con «la rutina del día a día».
De ahí que para ellos sea una especie de regalo cuando las marinas de otros países les ceden esas instalaciones improvisadas para estirar las piernas más allá de la cubierta del «Elcano» o de sus camaretas. El resto de sus quehaceres diarios en sus diferentes cometidos «es lo que nos ayuda a mantenernos distraídos», explica. Además, añade el comandante, al ocaso, la unidad de música (compuesta por seis efectivos de Infantería de Marina) ofrece un concierto, lo que supone «un auténtico paréntesis».
Otra de las formas de abstraerse un poco es hablando con sus familias, aunque como reconoce la sargento, no siempre es fácil, pues las comunicaciones fallan «cuando somos muchos conectados, porque la capacidad del sistema no es suficiente por su ancho de banda». Una petición, la de mejorar la capacidad satelital, que ya transmitió uno de los marinos, el cabo 1º Juan José Misa, a la ministra de Defensa durante la videoconferencia que mantuvieron con ella el pasado mes.
Así se entretienen en medio de una travesía en la que, según el comandante, «la actividad a bordo es frenética las 24 horas del día». Eso sí, reconoce que la dotación «es muy consciente de que este crucero tiene una gran relevancia» y que para cumplirlo con éxito se requiere de su compromiso para conseguir que la convivencia se convierta en un auténtico compañerismo». Porque convivir un año entero en un espacio tan reducido no es fácil, algo que, recalca, «la dotación afronta con responsabilidad y absolutamente comprometida».
Y para que nada pueda fallar, las medidas de protección son muy exigentes y más allá de las pruebas y cuarentenas previas a las que se han sometido, a bordo llevan un equipo de sanitarios a los que se ha sumado un psicólogo que embarcó con los guardiamarinas.
Una de ellas es la teniente coronel Isabel Martínez, quien reconoce que «la dotación está concienciada» de la situación que tiene que vivir y que, por el momento, «la navegación se está viviendo con relativa normalidad». Pero es pronto para valorarlo y asegura que este confinamiento naval puede llegar a pasarles factura, puesto que es «una situación por la que en principio nadie ha pasado y no sabemos cuáles serán sus consecuencias».
Y avisa de que es posible que algunos de los efectivos desarrollen «episodios de ansiedad, depresión, estrés y/o falta de motivación y concentración en las actividades diarias». Lo que podría traducirse en un accidente.
Por el momento, se intenta que realicen «actividades que rompan con la rutina diaria y se les motiva para que hagan deporte», aunque sea en la cubierta. Además, esta sanitaria militar también cree que el embarque de un psicólogo, medida recomendada por la Dirección de Sanidad de la Armada, «es importante, tanto desde el punto de vista asistencial como de asesoramiento al mando».
Así han pasado ya más de tres meses y ahora, esa monotonía se verá en cierto modo alterada ante la llegada de los guardiamarinas, los cuales han subido al barco tras varias pruebas PCR, una cuarentena en España y un vuelo en un avión fletado para garantizar un espacio libre de Covid.
Con ellos ya a bordo, todo girará en torno a su formación, con clases, guardias de mar, observaciones astronómicas para situar con precisión la posición del buque, predicciones meteorológicas para la búsqueda de los vientos más favorables, maniobras generales para el izado del aparejo adecuado subiendo a los palos a una altura de 50 metros...
Y, junto a todo esto, también llevarán a cabo investigaciones como parte de unas campañas científicas de la Universidad de Cádiz y el Instituto Hidrográfico de la Marina, encaminadas a conocer mejor los efectos del cambio climático o la contaminación marítima.
Un duro plan de estudios que les mantendrá bastante ocupados, aunque una vez concluyan sus actividades se darán de nuevo de bruces con esa realidad que les impide pisar la tierra que tienen a escasos metros.
Eso sí, el comandante confía en que todos aguanten apelando a la «carga simbólica» de su vuelta al mundo: «Con tenacidad y audacia, la Armada es capaz de dar continuidad a la actividad prevista en una situación tan complicada». Ni el propio Elcano se podría haber imaginado un viaje así.
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