"Caso Bateragune"

Murillo, la jueza que no quiso callarse ante Otegi

El dirigente abertzale volverá al banquillo por un desliz de la magistrada de la Audiencia Nacional, a la que sus lapsus le han traicionado más de una vez

La magistrada de la Audiencia Nacional Ángela Murillo, en un juicio
La magistrada de la Audiencia Nacional Ángela Murillo, en un juiciolarazonfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@6360e840

Estudió música y solfeo, pero eso no ha evitado que a veces se haya salido de la partitura con la toga puesta. Ángela Murillo, la primera mujer en llegar a la Audiencia Nacional (junto con Manuela Fernández Prado) hace casi 25 años, ahí es nada, es magistrada de sonados lapsus y de espontáneos comentarios muy alejados del rigor procesal que suele imperar en los juicios.

Extremeña ella, trabajadora infatigable y pionera en la Audiencia Nacional –donde también se convirtió en la primera mujer en presidir una sección de la Sala de lo Penal, la cuarta, de la que sigue al frente– Murillo genera tanto afecto como indulgencia entre sus compañeros en el tribunal. Tras cada una de sus ocasionales intemperancias, es habitual escuchar similar cantinela, a medio camino entre la desaprobación y la indisimulada atenuante: «Ya sabemos cómo es Ángela...».

Y claro que lo saben. Tan capaz de situar a Arnaldo Otegi frente a una ominosa evasiva al preguntarle si condenaba la violencia de ETA como de cargar con unas cuantas latas de coca-cola para llevárselas a las prostitutas de la Casa de Campo, a las que veía desde el coche oficial mientras acudía a celebrar, allá por 2006, el tortuoso macrojuicio al entorno de ETA (uno de los más largos y plagado de incidentes que se recuerdan, y que afrontó sobreponiéndose a un duro momento personal). «Es que pasan mucho calor las pobres...».

Murillo hizo a Otegi la pregunta que tantos ciudadanos de bien hubieran hecho al líder abertzale, tras décadas de asesinatos de ETA, al escuchar su apuesta por las vías democráticas y pacíficas en pleno juicio. Pero cuando el acusado se negó a contestar, su apostilla jactanciosa –«ya sabía yo que no me iba a responder»– denotaba un prejuicio que comprometía su apariencia de imparcialidad. Y aunque el ahora cabeza visible de EH Bildu fue condenado a dos años de prisión por un delito de enaltecimiento del terrorismo (a cuenta de un homenaje al etarra José María Sagarduy), el juicio se tuvo que repetir y Otegi fue finalmente absuelto.

Su incidente con el dirigente abertzale propició hasta que surgiera un club de fans de la magistrada en Facebook, una repercusión que seguro incomodaría a una persona tan poco partidaria de la exposición mediática.

Así las cosas, cuando el exdirigente de Batasuna tuvo que volver a sentarse frente a Murillo, presidenta del tribunal que le juzgó, junto a otros cuatro dirigentes abertzales, por el intento de reconstruir a la ilegalizada formación, la defensa de Otegi esgrimió sin éxito esa frase para apartar a la magistrada del juicio.

«Es un desahogo»

Pero la condena a diez años de prisión por pertenencia a ETA, rebajada después a seis años y medio por el Tribunal Supremo, ha sido anulada recientemente después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos apreciase falta de imparcialidad del tribunal que juzgó a Otegi a raíz del polémico comentario de Murillo.

Anulada la sentencia, la defensa del líder de Bildu reclamó al Supremo que acordase su absolución, pero el Alto Tribunal ha ordenado repetir el juicio para evitar el sofisma procesal de que la anulación del fallo equivale a la absolución. Otegi ya cumplió su condena de prisión, pero una hipotética absolución le pondría en bandeja reclamar una indemnización por funcionamiento anormal de la Administración de Justicia.

Sus compañeros de la Audiencia Nacional se muestran comprensivos pese a ser conscientes de la repercusión del desliz de Murillo. «A mí no me ha pasado nunca, pero puedo entender que a alguien le ocurra por el cansancio acumulado. El agotamiento también hace mella. Es lamentable que pasen esas cosas, pero pasan», apuntan fuentes del tribunal. «Es un desahogo, pero no me cabe duda de que no afectan al fondo del asunto», añaden. «De su imparcialidad no dudo para nada, pero la apariencia es otra cosa», enfatizan, al tiempo que aventuran que Murillo «se habrá disgustado mucho».

«Está muy tranquila»

La hemeroteca está salpicada de esos «desahogos» de Murillo –que en la actualidad preside el juicio por las supuestas extorsiones de Ausbanc y Manos Limpias a entidades bancarias y a la defensa de la propia Infanta Cristina–, que en una ocasión le obligaron a apartarse del tribunal para no comprometer el fallo.

Fue con el ex jefe de ETA Javier García Gaztelu, «Txapote», enfrente, juzgado en noviembre de 2011 junto a otros tres etarras por el asesinato del concejal de UPN en Leiza (Navarra) José Javier Múgica. Tras escuchar el impactante relato de su viuda, que confesó que seguía en tratamiento psicológico nueve años después, y contemplar la reacción de los acusados, no pudo contenerse. Confiada en que el micrófono no le traicionaría, comentó por lo bajini a su compañero Juan Francisco Martel: «Y encima se ríen los cabrones».

Murillo terminó apartándose del tribunal por su «desafortunada» expresión, aunque defendió entonces que su imparcialidad permanecía «inalterada».

«Está muy tranquila», aseguran fuentes de la Audiencia Nacional, que recuerdan que aunque «todo se focaliza en ella», tanto el Tribunal Supremo como el Constitucional avalaron que Otegi tuvo un juicio justo y que no se vulneraron sus derechos fundamentales.

Pero, a la vista del dictamen de Estrasburgo, ¿se ha arrepentido la magistrada de no haberse apartado del tribunal del «caso Bateragune»? Según esas mismas fuentes, Murillo no lo hizo porque para ella era «obvio» que su comentario «no denotaba parcialidad». «Es así siempre, no solo en los juicios de ETA. Forma parte de su carácter. Lo que pasa es que su espontaneidad solo trasciende en los juicios mediáticos», apuntan.

Los deslices de Murillo

“Ya sabía yo que no me iba a contestar» (a Arnaldo Otegi, tras preguntarle en un juicio si condenaba rotundamente la violencia de ETA). Estrasburgo consideró por esta frase que se vulneró el derecho de Otegi a un juicio justo en el «caso Bateragune».
“Y encima se ríen estos cabrones» (tras ver la reacción de «Txapote» y otros tres acusados al escuchar el testimonio de la viuda de un edil asesinado). Murillo decidió apartarse del tribunal que juzgó al ex jefe de ETA tras un comentario que admitió «desafortunado».
“Como si quiere beber vino» (en respuesta a la abogada de Otegi, que pidió al tribunal si el líder abertzale, en huelga de hambre, podía beber agua). En el juicio por el homenaje al etarra Sagarduy, que tuvo que repetirse y por el que Otegi fue al final absuelto.
“Entonces, usted de imparcial poco, ¿no?» (después de que el ex dirigente de ETA Rufi Etxeberria asegurase que su interés era que Otegi fuese absuelto). En el juicio del «caso Batetegune» en 2011 Etxeberria se abrazó a Otegi antes de declarar como testigo.