Rifirrafe
Moncloa se limita a pedir respeto ante la ofensiva de Marruecos en Ceuta y Melilla
Exteriores traslada su malestar a la embajadora alauí en Madrid, quien no se retractó tras decir que las ciudades autónomas pertenecen a Rabat como el Sáhara
Las relaciones entre España y Marruecos pasan por un momento muy delicado. Lo cierto es que desde que Pedro Sánchez llegara al poder, y no hiciera el tradicional primer viaje oficial al reino alauí, se han ido acumulando los agravios. Una acumulación de desaires, ya por ambas partes, que culminaron con el aplazamiento de la cumbre bilateral entre España y Marruecos, que se iba a celebrar en Rabat el pasado 17 de diciembre. Aunque oficialmente se argumentó que la suspensión de la Reunión de Alto Nivel (RAN) hasta el próximo mes de febrero obedecía a la pandemia del coronavirus, lo cierto es que con anterioridad desde el entorno de Mohamed VI ya se habían negado a recibir al presidente del Gobierno español durante el marco de la citada cumbre.
El enrarecimiento de las relaciones coincide con un elemento disruptivo en la cuestión de Sahara Occidental, uno de los asuntos que siempre están sobre la mesa de negociación entre ambos países. Que el presidente saliente de EE UU, Donald Trump, reconociera en sus últimos coletazos desde la Casa Blanca la soberanía de Marruecos sobre la antigua colonia española, en contra de las resoluciones de las Naciones Unidas y las posiciones adoptadas por Francia y España, ha dado un vuelco al tablero. Se transmite el mensaje de que el Sáhara es marroquí, que les pertenece y que lo conquistaron tras echar a los españoles y derrotar a polisarios y mauritanos. A esta situación, se suma además la fuerte presión migratoria que nuestro país sufre en los últimos meses y que tiene su origen en el reino alauí.
En este contexto en el que debe primar la diplomacia y la inteligencia política, el vicepresidente Pablo Iglesias introdujo nuevos elementos de inestabilidad, tensionando todavía más y de manera irresponsable las relaciones con el país vecino. Su apuesta por un referéndum de autodeterminación en el Sahara occidental, en plena crisis migratoria ha recrudecido el desafío que, por parte de Marruecos, se redobló el lunes, apelando a una tradicional reivindicación: recuperar Ceuta y Melilla, dos territorios que consideran “ocupados” y sobre los que no reconocen la soberanía española.
Fue el primer ministro marroquí, Saadeddine El Othmani, el que en una entrevista aseguró que “llegará el día en que vamos a reabrir el asunto de Ceuta y Melilla, territorios marroquíes como el Sahara”, dijo en una cadena egipcia. Eso sí, reconocía que no es el momento de abordar esta cuestión con el Gobierno español. A esto se aferraban fuentes diplomáticas españolas para restar importancia al asunto, señalando que Othmani respondió así ante la insistencia de las preguntas del periodista. “Primero hay que arreglar definitivamente el conflicto del Sahara, que es nuestra prioridad absoluta”, dijo, solo unos días después de que su Gobierno se haya anotado una victoria diplomática con el apoyo de Donald Trump, que ha firmado el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental.
A pesar de que desde el Gobierno restaron trascendencia en un primer momento a los pronunciamientos del primer ministro, no ocultaron su malestar y la secretaria de Estado de Asuntos Exteriores, Cristina Gallach, convocó de urgencia a la embajadora marroquí en Madrid, Karima Benyaich, para «pedirle aclaraciones» –la forma diplomática que se utiliza para expresar una protesta– y dejar claro que este asunto no se iba a pasar por alto. En la reunión, según fuentes diplomáticas, se ha pedido «respeto a la soberanía e integridad territorial» de España. Más tajante se mostró ayer la vicepresidenta Carmen Calvo, transmitiendo lo que es el sentir del Gobierno. “No hay tema. Ceuta y Melilla son españolas. No hay debate. Lo conoce muy bien el Gobierno marroquí. Esto no lo discute el Gobierno de España ni lo discutimos en este país”, sentenció.
En la misma línea, la embajadora de Marruecos en España, Karima Benyaich, aseguró al Ministerio de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación que no ha habido cambios en la postura de su país en relación con Ceuta y Melilla. Así lo confirmó, la ministra, Arancha González Laya, que apuntó que la posición ”no ha cambiado nada”, pero que eludió proporcionar más detalles sobre la convocatoria de la embajadora marroquí, refugiándose en lo establecido en el comunicado publicado el lunes por su ministerio. Esto es, evitando resolver si las explicaciones trasladadas han sido convincentes.
La polémica provocó otras reacciones, como las del Gobierno de Ceuta, que consideró que las palabras del primer ministro marroquí carecen de todo fundamento y “merecen el más absoluto rechazo”. “Ceuta y Melilla son España en lo más profundo de su ser; lo son en base a inapelables argumentos históricos, jurídicos y políticos y lo son porque así lo quieren ceutíes y melillenses”, señaló.
Si tras conocer las declaraciones de Otmani fue el líder del PP, Pablo Casado, quien achacó a la «división interna» de la coalición de Gobierno entre PSOE y Podemos y a la “debilidad internacional” del Ejecutivo la reivindicación de Marruecos sobre la soberanía sobre Ceuta y Melilla, su portavoz del PP en el Senado, Javier Maroto, insistió ayer en esa línea. Así, pidió a los ministros “complicados” del Gobierno, en referencia a los pertenecientes a Podemos, que “guarden cuarentena” al hacer declaraciones sobre Marruecos. “Cada vez que abren la boca, sube el pan que nos cobra Marruecos”.
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