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Cocaína

Oubiña confirma la existencia de un “cementerio “ de narcosubmarinos en aguas de Canarias

El traficante señala que eran hundidos después de trasvasar la cocaína a otras naves

Así era el «narcosubmarino» interceptado en Galicia Antonio Cruz

Cuando en noviembre de 2019 fue interceptado en las costas gallegas un narcosubmarino –en realidad un semisumergible— fuentes policiales informaron a LA RAZON de que muchas de estas naves reposaban en el fondo del océano, en un “cementerio marino”, cerca de las Islas Canarias.

Las embarcaciones, que partían desde algún punto de la costa atlántica de América del Sur, establecían una cita con una nave, a veces un pesquero, cerca del archipiélago; allí se realizaba el trasvase de la cocaína y de los tripulantes; y después se hundía el submarino.

A continuación, la droga, a través de las vías que tienen las mafias en África o incluso directamente a la Península Ibérica, era introducida en Europa.

Algunas veces, como ocurrió con el citado narcosubmarino interceptado en 2019, el viaje concluía en la costa gallega o portuguesa.

Laureano Oubiña, uno de los narcos más famosos, cuenta en su libro “’Toda la verdad’, que el citado “cementerio” existe y que la ruta América-Canarias-Europa es una de las utilizadas para traer la cocaína.

«Los narcos colombianos y algunos de por aquí llevan más de 20 años utilizando narcosubmarinos para transportar cocaína desde Suramérica hasta las costas de Europa y África». Este método fue impulsado por exmilitares soviéticos refugiados en Holanda.

«En 1998 un contacto holandés me presentó a dos de estos oficiales de la armada soviética, que contribuyeron a poner en marcha los envíos con submarinos». Primero usaron embarcaciones soviéticas, pero hubo que construir nuevas.

Oubiña asegura que, tras un tiempo en los Países Bajos, los oficiales rusos se trasladaron a Sudamérica donde desguazaron los submarinos obsoletos, y comenzaron a fabricar semisumergibles para narcos colombianos, informa Canariasenred.

Las fuentes policiales que consultó LA RAZÓN señalaron que la organización de narcotraficantes que estaba detrás del semisumergible detectado realizaba dos viajes al año entre la costa atlántica de Sudamérica y Galicia. En cada viaje, en el que se utilizaba una nave de un sólo uso (después se hundía ya que no merecía la pena llevarla de vuelta), se podían transportar hasta 6.000 kilos de cocaína.

Antes de hacerse a la mar con su cargamento, a los navegantes se les impartía por especialistas un cursillo de navegación; y para que pudieran enfrentarse a la presión, en caso de inmersión y los gases que despide la cocaína, que, en un lugar cerrado pueden ser letales. Cada viaje (se han realizado dos al año desde hace tiempo) se preparaba minuciosamente.

Además, se les explicó el funcionamiento de los teléfonos satelitales y radios, que debían de utilizar con claves previamente establecidas y hablar con un lenguaje convenido que no pudiera ser entendido por las Fuerzas de Seguridad.

Antes de cada travesía se les darían unas coordenadas a las que debían dirigirse y esperar la llegada de otra embarcación, a la que transportarían la droga y a la que se incorporarían ellos mismos, una vez establecidos los mecanismos para hundir el sumergible.

La construcción de una nave de este tipo, dotada con un motor de 2.000 caballos, requiere la intervención de expertos en la materia, ya que la travesía del Atlántico precisa de unas medidas de seguridad, en cuanto a su estanquización, equilibrio de pesos, etcétera. El coste de fabricación de cada nave es difícil de calcular, pero se estima que no baja de los dos millones de euros. A los narcos les compensa por las ganancias que obtienen.

La documentación encontrada en poder del ecuatoriano Luis Tomás Manzaba, uno de los tripulantes del narcosubmarino permitió evidenciar que la embarcación, con 3.000 kilos de cocaína, habría partido de la localidad brasileña de Manaos. Antes de llegar a la costa atlántica y recorrer las 6.000 millas marinas hasta España, habría navegado unos 3.000 kilómetros por vía fluvial, a través de los ríos Negro y Amazonas.

Asimismo, las fuentes policiales señalaron que fueron los jefes de los clanes de la droga los que contrataron técnicos soviéticos (de los que hablaOubiña) para proyectar y dirigir el ensamblaje de las naves, fabricadas en fibra de vidrio.

Estos técnicos rusos habían servido en la antigua Unión Soviética.

Les pidieron que construyeran unos semisumergibles de unos 20 metros de eslora, con un motor de 2.000 caballos, capaces de transportar hasta 6.000 kilos de cocaína y hacer la travesía en unos 25 días, a una velocidad de ocho nudos.

La tripulación estaría formada por tres o cuatro individuos, uno de los cuales era el encargado de custodiar la droga y otro el «capitán».

Por el precio que cuesta fabricar uno de estos ingenios, no merece la pena hacer un viaje de regreso, ya que las ganancias con la venta de la cocaína cubren de sobra la «pérdida de material».

La forma de navegar, a un metro de profundidad y con solo la torreta fuera del agua, por la que el «capitán» observa lo que ocurre y trata de otear posibles peligros, los hacen prácticamente indetectables para el radar, que los puede confundir por su tamaño con una ballena o una ola grande.

En algún lugar entre las Islas Canarias y las Azores, hay un «cementerio» de sumergibles, entre 15 y 20, que fueron hundidos por sus tripulantes una vez realizada la entrega de la cocaína a otra embarcación, aseguraron los expertos policiales.

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