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Los cinco graves errores de Salvador Illa durante la crisis del coronavirus

Las mentiras y una pésima gestión han marcado la etapa de un ministro, que hoy deja una pesada mochila a su sucesor

La ministra de Política Territorial y Función Pública, Carolina Darias, y el El ministro de Sanidad, Salvador Illa, comparece en rueda de prensa tras la reunión del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, en Moncloa, Madrid (España), a 13 de enero de 2021.13 ENERO 2021EUROPA PRESS/R.Rubio.POOL13/01/2021
La ministra de Política Territorial y Función Pública, Carolina Darias, y el El ministro de Sanidad, Salvador Illa, comparece en rueda de prensa tras la reunión del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, en Moncloa, Madrid (España), a 13 de enero de 2021.13 ENERO 2021EUROPA PRESS/R.Rubio.POOL13/01/2021EUROPA PRESS/R.Rubio.POOLEuropa Press

Ministro de Sanidad en una de las peores etapas de nuestra historia reciente, Salvador Illa deja hoy esta cartera rumbo a Barcelona. Y lo hace en plena tercera ola de la pandemia, con el mayor número de contagiados de Covid, con la campaña de vacunación en el aire y con las comunidades autónomas en rebeldía por las imposiciones de un Gobierno, más preocupado por el rédito electoral que por las cifras de afectados y fallecidos.

Y se va dejando una herencia envenenada a su sucesor y muchas decisiones polémicas y cuestionables. En su haber, “el ministro de la pandemia” deja una larga lista de errores que afectaron de pleno en la gestión de la crisis.

1- El Gobierno desoyó las recomendaciones.

El 30 de enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió una alerta de emergencia internacional ante la expansión de un nuevo coronavirus, denominado Covid-19. El Ministerio de Sanidad, responsable de responder a esta alerta, hizo caso omiso. Igual que desatendió las recomendaciones realizadas por el organismo en las que instaba a los países a comprar el equipamiento necesario para hacerle frente.

El Ejecutivo aseguró que España tenía un Sistema de Salud potente, que había suficientes suministros y que contábamos con grandes profesionales para actuar ante semejante emergencia. Tal fue el desatino del Gobierno, que se llegaron a recomendar eventos como el 8-M o el Mobile World Congress, sin tener en cuenta las consecuencias.

2- Mantener la fase de contención

En febrero comenzaron a hacerse públicos los primeros casos de coronavirus en nuestro país. Una vez más, se hizo caso omiso de las alarmas que llegaban desde China o el norte de Italia. La curva de contagios crecía, tal y como demostraron los datos del Instituto de Salud Carlos III, pero la directriz seguía siendo mantener la fase de contención en su nivel más bajo.

El ministro de Sanidad insistía en mantener el escenario 1, el de contención y no tomar nuevas medidas. “Vamos a reforzar la fase de contención. España, si se siguen las medidas del ministerio de Sanidad, puede contener el virus”, matizaba.

3-La gran mentira

En marzo se declaraba oficialmente la llegada de una pandemia mundial y en España se conocían los primeros fallecidos por Covid y las cifras de contagiados subían día a día. Desde el Ministerio que dirigía Illa, “se hablaba de una actuación acorde a los criterios y recomendaciones internacionales”.

Pero la gran mentira estaba por llegar. Un mes después de ignorar las recomendaciones y asegurar que España contaba con todo lo necesario para hacer frente a la pandemia, el ministro Illa instaba a realizar una “compra conjunta” y a no subestimar al virus. Un llamamiento que no evitó que en España se permitieran las manifestaciones del 8 de marzo, varios partidos de fútbol o mítines políticos.

4- La fallida compra de material

La falta de previsión y una gestión caótica provocaron que la pandemia se desbordara en nuestro país y llegaron las prisas. La obsesión por comprar material destapaba las vergüenzas de un Gobierno que llegaba tarde y mal. Tras anunciar la compra de más de 600.000 test como un éxito, saltaba la noticia de que miles de ellos eran fallidos y apenas daban una fiabilidad del 30 por ciento.

Lejos de aclarar qué es lo que había ocurrido, el Ejecutivo descargó todas las culpas en las “empresas” que se encargan de adquirir el producto y cuyo nombre se negaron a desvelar en multitud de ocasiones.

Tampoco cumplían los requisitos de calidad las mascarillas que llegaban ni los equipos con los que los profesionales sanitarios debían hacer frente cada día a lo peor de la pandemia. Tanto es así que Sanidad, en concreto la Dirección de Farmacia, se aferró a proveedores muy alejados del sistema nacional de salud, como empresas de material de construcción o de marketing.

5- El “falso” comité de expertos

Superados los momentos más críticos, en aquel momento, se llegó a la desescalada. Durante meses, las decisiones que el Ministerio de Sanidad tomaba cada quince días se amparaban en un comité de expertos. Illa se negó a dar los nombres de quienes formaban parte de él. Incluso se llegó a negar que existiera tal comité. Y así fue hasta que Transparencia le obligó a dar esta información y fue cuando se anunció que estaba formado por los funcionarios de la Dirección General de Salud Pública y del Centro de Alertas y Emergencias que dirige Fernando Simón.

Así pasamos la primera ola y llegamos al verano. Sin rastreadores ni herramientas prácticas para controlar el virus (el RadarCovid, test de anticuerpos o antígenos, un plan de actuación diferente en cada comunidad....), la segunda ola se adelantó más de lo previsto. No solo no se supo atajar sino que la problemática con la co-gobernanza y la falta de medidas por parte del Ejecutivo, que diseñó un estado de alarma a la carta,nos llevó a encadenar la tercera ola sin haber resuelto la anterior.

Y en este punto nos encontramos. El ministro Illa deja a su sucesor una cartera cargada de problemas e incertidumbres. Y un nuevo error grave de gestión: un plan de vacunación mal elaborado, mal estructurado y mal gestionado. Con unas autonomías en rebeldía por la prepotencia de un Gobierno que mira más por sus réditos electorales en Cataluña que por solventar una grave crisis sanitaria. Y una lucha, la de conseguir el mayor número de vacunas ante la falta de existencias de las farmacéuticas.