Covid-19
Muere el general de la Guardia Civil Rodríguez Galindo victima del coronavirus
Llevaba un mes internado en un centro hospitalario de Zaragoza y ha fallecido esta tarde a los 82 años de edad
El que fuera general de la Guardia Civil Enrique Rodríguez Galindo ha fallecido esta tarde víctima de coronavirus en un hospital de Zaragoza, según han informado a LA RAZÓN fuentes familiares. Galindo se encontraba internado desde hace un mes y en los últimos diez días se había agravado su estado, por lo que había sido trasladado desde una planta a la Unidad de Cuidados Intensivos.
Desde el cuartel de Inchaurrondo, en San Sebastián, dirigió algunas de las más importantes operaciones contra ETA, que a la postre condujeron, con el paso de los años, a la derrota operativa de la banda terrorista. Estaba en posesión de la Medalla de Oro de la Guardia Civil, máxima condecoración que se concede en el Cuerpo. Asimismo, tenía cinco Cruces rojas, entre otras distinciones. Su autobiografía, “Mi Vida contra ETA”, fue editada, con gran éxito de venta, por la editorial Planeta.
Era un mando apreciado por sus subordinados que veían en él un jefe en el que se podía confiar y al que seguían en una lucha que tuvo momentos de especial dureza, cuando parecía que nunca se podría ganar a ETA. Con la constante de la “voluntad de vencer”, se fueron dando los pasos desde el Servicio de Información de la entonces 513 Comandancia para articular un entramado del que salieron operaciones tan importantes como la de Bidart, en la que fueron detenidos los tres integrantes de la cúpula de la banda que en ese momento planificaban una serie de acciones criminales con el fin de enturbiar los importantes eventos que tuvieron lugar en España en 1992, los Juegos Olímpicos y la Expo de Sevilla.
De no haber sido por aquella operación, la imagen que España logró transmitir a todo el mundo, de eficacia, unidad y modernidad, no hubiera sido la misma y hubiera sido salpicada por los atentados de la peor organización criminal que ha conocido nuestra historia reciente.
Los tres cabecillas que fueron detenidos entonces, Francisco Múgica, “Pakito”; José Arregui, “Fiti”; y José Luis Álvarez Santacristina, “Txelis”, preparaban minuciosamente esos planes en el caserío Xilocan de Bidart. La Guardia Civil condujo a las Fuerzas de Seguridad francesas hasta el lugar y se produjeron los arrestos. A partir de entonces, ETA ya no fue la misma y comenzó su declive, hasta su derrota total operativa, protagonizada también por la Benemérita que en cada operación dejaba “un hilo del que tirar”.
Otras operaciones que dirigió Galindo:
--Desarticulación, en 1984 del “comando Donosti” y la detención de 34 terroristas, entre los que se encontraba su jefe, Jesús María Zabarte, “Carnicero de Mondragón” y “Garratz”, autor de 20 atentados y 17 asesinatos. Se trató de una operación de información pura y el seguimiento, durante tiempo, de varios indicios que llevaron hasta el piso donde se escondía la célula. Dos de los etarras murieron, pero Zabarte, que se había escondido tras un espejo, optó por entregarse en calzoncillos. Su declaración, extensa y pormenorizada, permitió conocer con todo detalle la estructura de la banda en Francia, nombre de los jefes de cada uno de los “aparatos”, sistemas de funcionamiento. El Servicio de Información de la Guardia Civil (SIGC) había dado un paso de gigante al tiempo que dejaba fuera de funcionamiento una de las células más peligrosas y sanguinarias.
--Desarticulación en 1987 del “comando Gohierri” y detención de José Antonio López Ruiz, “Kubati”. La llamada operación “Akaitz”,el nombre del hijo de la cabecilla etarra Dolores González Catarain, “Yoyes”, en cuya presencia fue asesinada por este individuo, fue un prodigio de ingenio y de trabajo. Por investigaciones realizadas en Inchaurrondo, se supo que uno de los “laguntzailes” (colaboradores) de la célula iba a recibir una llamada de “Kubati”. No había entonces teléfonos móviles y los etarras utilizaban las cabinas. Galindo ordenó controlar todas las que había en la provincia de Guipúzcoa y, en una de ellas, fue capturado cuando hacía la citada llamada. Su declaración, también extensa, sirvió para esclarecer varios crímenes y obtener valiosa información sobre ETA.
--Comando Eibar. La desarticulación de esta célula tuvo una gran importancia en sí misma. pero fue capital para otras operaciones que se desarrollaron después, entre ellas la de Bidart. Los integrantes de la célula se encontraban escondidos en el piso de un laguntzaile, Luis Casares Pardo, en Placencia de las Armas, hoy Soraluce, y, según todos los indicios, no tuvieron un comportamiento adecuado con su mujer y su hija, lo que le llevó a ponerse en contacto con las autoridades, en concreto con Galindo, para indicarle donde estaban los pistoleros . La operación de captura fue complicada porque ETA había anunciado una y tregua y la Guardia civil de Inchaurrondo estaba atada de pies y manos. Los agentes lograron, en cualquier caso, que los etarras no pudieran acudir a la cita con un camión que los iba a llevar de vuelta a Francia. El SIGC habá logrado el círculo completo. Un colaborador dentro de ETA, el “comando”, que fue desarticulado y el medio de transporte con el que pasaban la frontera. Galindo dejó que Casares “escapara” a tierra gala y allí jugó un papel importante.
-- Comando Araba. En septiembre, el camionero fue a recoger a los integrantes de esta célula, que fueron interceptados en el peaje de Fuenterrabía. Pese a que se les conminó a que se entregaran, sólo lo hizo uno, Juan Carlos Arruti, “Paterra” y los otros dos murieron en el tiroteo o víctimas de sus propias bombas. La declaración de Paterra, extensísima, permitió aclarar numerosos atentados.
Mientras, Casares seguía en Francia y Galindo, con la sola escolta de su chófer, acudía a entrevistarse con él a un pueblecito cercano al Santuario de Lourdes. Era un hombre sencillo, que no quería coger todo el dinero con el que el Estado español quería premiar su labor y que daba muchas informaciones, cuyo valor desconocía; entre ellas, la cita de un “comando” en formación, que preparaba una fuga de etarras, con el entonces jefe del “aparato político”, José Luis Álvarez Santacristina, “Txelis”. La pista para dar con los otros miembros de la cúpula estaba en manos de la Guardia Civil y fue cuestión de tiempo que se diera con ella.
Condenado por el “Caso Lasa y Zabala”
En 2000 fue condenado por, según decía la sentencia, haber ordenado el secuestro y asesinato de los etarras Lasa y Zabala. Él siempre defendió su inocencia y, cómo preguntó en el juicio: “¿Quién nos ha visto torturar, quién nos ha visto matar?”.
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