Elecciones en Madrid

Ciudadanos pedirá la cabeza de Díaz Ayuso si tienen que pactar tras las elecciones de la comunidad de Madrid

La ruptura saca a la luz la guerra en Sol: diputados naranjas filtraban información al PP

La coalición entre PP y Ciudadanos (Cs) en el Gobierno de la Comunidad de Madrid se ha sostenido sobre la deslealtad y la marrullería. Y más de uno en el grupo de Cs ha jugado a la doble carta: señalan, por ejemplo, a Marta Rivera de la Cruz, consejera de Cultura, y a Marta Marbán, que fue la número dos de Francisco Igea en las primarias que ganó Inés Arrimadas.

Los términos de la convivencia entre PP y Cs anticipaban que el final no podía ser bueno. A Marta Rivera de la Cruz la acusan de «filtrar mensajes internos de Ciudadanos a la parte popular». Y de trabajar para la presidenta y su equipo. También se celebraron reuniones en las que populares, como Alejandro Serrano y Ana Camins, se veían con dirigentes naranjas para tantear posibles tránsfugas de ese grupo ante una moción de censura de la izquierda. Las citas eran en el despacho de Alfonso Serrano y tenían como base un A-3 con las caras de todos los diputados del grupo de Ciudadanos, una especie de quién es quién en el que con fluorescente marcaban a aquéllos más «peligrosos» o que en caso de moción de censura podrían respaldarla.

El final del pacto entre PP y Cs preocupa gravemente al entorno de Pablo Casado. Fuentes de su dirección confirmaban ayer a este periódico «su alarma» ante un escenario que le obliga a recolocarse de nuevo en el tablero político, y que, en el mejor de los casos, de haber margen para un nuevo Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, también le llevará a rectificar su ruptura con Santiago Abascal para dejar como marco de referencia ante la opinión pública la idea de que el PP tiene que virar a la derecha porque sólo puede gobernar con pactos con Vox. Ayuso maneja encuestas muy optimista, incluso hablan de mayoría absoluta, pero esto no se ha confirmado aún en ningún otro sondeo publicado.

Dirigentes del Comité de Dirección admiten que tuvieron conocimiento de lo que sucedía en Murcia, y de las elecciones en Madrid, el mismo miércoles por la mañana. Sin embargo, al núcleo de dirección sí llegó el martes por la noche la información de que la moción de Murcia estaba lista. Si no convocaron elecciones para anticiparse a ese golpe fue «por miedo a perderlas, ya que el castigo hubiera sido mayor sobre la figura de Casado que el poder presentarse como víctima de una operación en su contra negociada en los despachos».

En Génova también preocupa que, aunque Ayuso mejore notablemente sus expectativas, tendrá que negociar con Vox, y puede que también con Ciudadanos, para mantenerse en la Puerta del Sol. Temen que Vox exija entrar en el Gobierno y que condicione su apoyo a sus prioridades en materia social, y que desgarran al PP territorialmente: pin parental, eliminar la dirección de Igualdad o reformas sobre el colectivo LGTBI.

En cuanto a Cs, la ruptura entre los dos partidos ha sido tan desgarradora en las formas y en el fondo que si los naranjas tuvieran algo que decir en la formación del nuevo Ejecutivo madrileño, habrá que ver qué sale de las urnas, el partido de Inés Arrimadas exigirá la cabeza de Isabel Díaz Ayuso antes de sentarse a negociar.

Las relaciones entre los dos partidos se han desarrollado dentro de las instituciones madrileñas en términos de guerra. Ahora, el PP y Díaz Ayuso habla de la captación de dirigentes naranjas para sus listas y señalan, por ejemplo, a Marta Rivera de la Cruz. En una maniobra de desestabilización del adversario anuncian que habrá más desembarco de nombres naranjas en su candidatura. Que, por cierto, estará sometida a una doble tensión, la presión de hacer huecos por arriba, y, al mismo tiempo, el pulso de Génova para controlarla todo lo posible a fin de que en el futuro la organización regional sólo esté al servicio de Pablo Casado. Y puedan cortar cualquier presunta aspiración de liderazgo nacional de quien hoy está dedicada a la batalla de aumentar su mayoría en las próximas elecciones, a cuenta del impulso que le ha dado la gestión de la pandemia entre el votante del centro derecha.

La mayoría absoluta está en los 67 escaños. Ciudadanos tiene 26, por lo que a la actual suma de PP y Vox (42) le faltan 25 más para poder gobernar sin depender de los naranjas. Esto exige conseguir unos 600.000 votos más que en las anteriores autonómicas.