Elecciones Madrid

Tezanos y la odiosa «tabernidad», que le paga el sueldo

La mezquindad y el rencor, aunque contraindicadas, no debieran de ser incompatibles con la dirección del CIS

Hay trayectorias estrelladas desde un comienzo fulgurante y otras que no conocen más cosa que la caída. En el caso de José Félix Tezanos su periplo al frente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha sido a un tiempo ruina y leyenda. Nadie como el actual director del Centro de Investigaciones Sociológicas ha demostrado mejor disposición para usar los instrumentos públicos en interés del jefe; nadie concitó más chascarrillos en torno a unos estudios demoscópicos que antaño gozaban de un circunspecto prestigio y hoy son pasto deluxe de platós caníbales. Transformó un organismo de investigación en una tanqueta teledirigida por Moncloa. Como explicaba el gran Ignacio Varela en Onda Cero, todo en los estudios penúltimos del CIS resultaba aprovechable menos la última página de los informes, precisamente aquella en la que pronosticaba resultados, y que podías enviar sin excesivas dudas a la trituradora de laminar deshechos.

Decir que Tezanos debe dimitir nos degrada como sólo puede lograrlo la repetición de obviedades demasiado gastadas por evidentes. Sicofante y contramestre del comandante Pedro Sánchez, sus cocinas reunían toda la pompa, la grasa, la roña y el falso magisterio de un prestidigitador colocado para servir los designios del hombre que lo había contratado. Su última calamidad consistió en pronosticar un triunfo del bloque de izquierdas y hasta diez escaños menos para Isabel Díaz Ayuso. Cuando hablaron las urnas, las triquiñuelas tezánicas cedieron ante la mayor hecatombe conocida por un PSOE que en Madrid siempre había sido la fuerza hegemónica de la izquierda. El triste Gabilondo, enredado en sus cavilaciones, travestido en antinatural hooligan cruzado con exegeta kantiano por orden del gobierno, dobló la testuz, implacablemente mansa, frente a un partido localista e identitario, Más Madrid. Por algo la extravagante izquierda española ha consagrado sus mejores afanes a atomizar la comunidad política en sucesivas mareas de cabilas liliputienses.

CIS vs resultados elecciones
CIS vs resultados eleccionesTania Nieto

Pero Tezanos no supo ni pudo verlo. Estaba demasiado ocupado en escribir un artículo para Temas mientras el Partido Popular exigía a la Junta Electoral Central que el CIS compartiera las encuestas que venía realizando en los últimos días. Minucias cuando tecleas una pieza donde describes a Ayuso como la síntesis más acabada del trumpismo hispano y a sus votantes como una liga de sujetos unidos por su culto a la «tabernidad». Submundo de mal vivir que el PP habría nucleado «en torno al mundo de las tabernas, los bares, los restaurantes y otros establecimientos similares. Establecimientos que Madrid tiene en abundancia. Posiblemente más que ninguna otra ciudad del mundo». En opinión de Tezanos, estos individuos, entre la aceituna lampedusiana y el fervor ultraderechista, entre la taberna del irlandés castiza y el magisterio respecto a las cañas bien tiradas, constituyen el magma de una falange que, visto el resultado, debieran de alarmar a la OMS. Ya tardan los mandamases de Naciones Unidas en enviar una delegación de científicos y cascos azules hasta la puerta del Sol, con la misión de estudiar la evolución hepática de cientos de miles.

Borracho de balón, como esos suplentes que regatean al lucero del alba y chutan fuera cuando lo más fácil era meter gol, Tezanos especuló que Ayuso, «a partir de esa potencialidad numérica, que incluye a los clientes más habituales de tales establecimientos, la candidata y sus asesores han desarrollado un discurso sociológico y político que, bajo la bandera de la libertad –libertad de tabernas, se podría decir–, ha logrado movilizar un amplio apoyo a la candidata». Porque claro, como escribió el rockero, hay más bares en Antón Martín que en toda Noruega. Los españoles, a diferencia de los rusos, que durante la perestroika se bebían el contenido de los botiquines, y de los nórdicos, que liban sólos bajo la aurora boreal hasta caer redondos, vamos a los bares, qué lugares, para compartir el amor y la guerra, para conspirar y para tumbar gobiernos, para leer, beber y maquinar sueños.

Alguien que compone un texto así, alguien capaz de escribir que «La mayor parte de los analistas –al menos los que mantienen alguna independencia de criterio– vienen mostrando su sorpresa por la escasa entidad intelectual y política de la candidata», es un miserable. Pero la mezquindad, el rencor y la mala hostia, aunque contraindicadas, no debieran de ser incompatibles con la dirección del CIS. Otra cosa es que podamos permitirnos que el hombre llamado a asumir el papel de sismógrafo electoral, alguien teóricamente a salvo de las pasiones partidistas, abronque y moralice a unos ciudadanos que votan, qué cosas, como les sale de las sacrosantas gónadas, y no, ay, como había dispuesto el sumo sacerdote, cocinero y hasta fraile de unos sondeos que de tan grotescos resultan entrañables. Dentro de unos años, cuando Tezanos nos haya bendecido con su terapéutica dimisión, nos reiremos de todo esto. De momento, con un sueldo bruto de 96.000 euros anuales, apetece llorar.