Transferencias

El traspaso de prisiones al Gobierno vasco inquieta a las víctimas

Aunque las decisiones sobre permisos o progresión de grado partirán ahora de las autoridades penitenciarias vascas, la decisión final seguirá en manos de la Audiencia Nacional

El traspaso de la gestión de prisiones al Gobierno vascouna vieja reivindicación de los nacionalistas– no se hará efectivo hasta el próximo octubre, pero ya ha despertado el recelo de las víctimas del terrorismo.

La cesión de esas transferencias atañe a los tres centros penitenciarios situados en su territorio – Basauri (Vizcaya), Zaballa (Álava) y Martutene (Guipúzcoa)– y aunque el Gobierno de Pedro Sánchez insiste en que la política penitenciaria seguirá en manos del Ejecutivo central, lo cierto es que las juntas de tratamiento de cada prisión, las encargadas de pronunciarse sobre posibles permisos penitenciarios o en relación a la progresión de grado (siempre a expensas de lo que diga en último término la Audiencia Nacional) pasarán a depender del Ejecutivo de Vitoria.

Algo que mantiene alerta a las asociaciones de víctimas, que aunque históricamente no han podido tener ni voz ni voto en la ejecución de medidas penitenciarias como traslados, permisos o cambios de grado (al no estar personadas en esos procedimientos de ejecución de la pena), sí son informadas por el Ministerio del Interior al respecto, una comunicación que tendrán que reclamar desde este momento al Gobierno vasco.

Covite, la asociación de víctimas del País Vasco que preside Consuelo Ordóñez, ya ha dado un paso al frente al reclamar a la consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Ejecutivo de Iñigo Urkullu, Beatriz Artolazabal, que se establezca «un protocolo de comunicación directo» y se les informe «con total transparencia» de las decisiones que se tomen respecto a los presos de ETA.

Pero, a efectos prácticos, ¿en qué se va a traducir este traspaso de competencias? Fundamentalmente, en el hecho de que las decisiones sobre permisos, clasificación de grados (que permiten una mayor flexibilización en el cumplimiento de la pena) y acuerdos de libertad condicional ya no serán acordadas por la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, dependiente del Ministerio del Interior, sino por el departamento homónimo del Gobierno vasco. Algo similar a lo que sucede ya en Cataluña.

Se aplica la misma normativa penitenciaria

Pero, en todo caso, la última palabra la seguirá teniendo el Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria de la Audiencia Nacional (o en su caso, si es recurrible en apelación, la Sala de lo Penal de este tribunal), que al tratarse de condenas de terrorismo es quien ha juzgado y condenado a los miembros de ETA.

O lo que es lo mismo, el permiso propuesto por la Junta de Tratamiento y avalado por la dirección de la prisión y por el departamento penitenciario del Ejecutivo vasco seguirá dependiendo en estos supuestos del juez central de Vigilancia Penitenciaria (no solo en el caso de los terroristas, sino también en todos aquellos internos que hayan sido condenados por la Audiencia Nacional).

De este modo, será la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias vasca la que proponga el permiso y la Audiencia, como hasta ahora, la encargada de ratificarlo. Como ha sucedido, por ejemplo, en el caso de Cataluña con los condenados del «procés»: cuando la Fiscalía no ha estado conforme con las decisiones penitenciarias (permisos o vía del 100.2, por ejemplo) adoptadas por la Generalitat sobre los condenados, ha acudido en última instancia al tribunal sentenciador (en este supuesto, el Tribunal Supremo).

«Se aplica la misma normativa penitenciaria que ahora y el que resuelve es el Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria –hacen hincapié fuentes de la Audiencia Nacional–. Lo único que varía es el órgano emisor, que a partir de ahora serán las autoridades penitenciarias vascas».

Exigir el arrepentimiento

Muy crítica se muestra con la medida la asociación Dignidad y Justicia. Según su presidente, Daniel Portero, supone “la máxima traición e irresponsabilidad con la justicia que merecen todas las víctimas del terrorismo de ETA”. En su opinión, “se trata de dejar en manos de los cómplices del terrorismo vasco la duración y ejecución de la condena”.

El PNV, denuncia esta asociación, “nunca ha estado del lado de las víctimas del terrorismo, sino en el lado opuesto” por lo que advierte de que “su continua equidistancia a lo largo de decenas de años tendrá su cara más terrorífica cuando dejen en libertad a los que mataron a nuestros familiares”. “Tanto PSOE como PNV nunca escribirán la historia de ETA con vencedores o vencidos, sino solo escribirán el relato de igualar a víctimas con verdugos”, alerta.

Fuentes de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) recuerdan que aunque la Junta de Tratamiento de cada centro puede pronunciarse sobre los traslados de presos (la política de acercamiento de reclusos de ETA impulsada por el Gobierno ha situado a una treintena de ellos en cárceles vascas), esa competencia dependía hasta ahora de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias. Y, subrayan, su decisión «no es recurrible ante el juez, sino en alzada ante Instituciones Penitenciarias».

Del mismo modo, señalan que el Estatuto de la Víctima reconoce a éstas el derecho a «personarse en situaciones muy concretas: cuando se tramita la libertad condicional o cuando se acuerda el tercer grado siempre que la pena sea inferior a cinco años» (algo que excluye a la mayoría de condenados de la banda terrorista).

Como hasta ahora, recalcan desde la AVT, la concesión del tercer grado se paralizará si recurre la Fiscalía (no así cuando se trata de la libertad condicional) hasta que se pronuncie el Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria.

En declaraciones a LA RAZÓN, la presidenta de Covite, Consuelo Ordóñez, deja claro que su asociación no se opone a la reinserción de los presos etarras, pero advierte de que «cuando se les conceda el tercer grado exigiremos que nos demuestren que se cumplen los requisitos, porque los abertzales no quieren que se exija arrepentimiento, pero la ley sí lo exige».