España

Sánchez quiere ser el «pacificador» de Cataluña como Zapatero con ETA

El presidente defendió ayer en Bruselas los indultos a los presos del «procés». Moncloa da «sentido histórico» al fin del «conflicto»

Moncloa da «sentido histórico» a la nueva operación de diálogo por parte del Gobierno de Sánchez con la Generalitat de Cataluña, que ya preside ERC en coalición con el partido del ex presidente Carles Puigdemont. Tanta trascendencia conceden a las decisiones y a la negociación que se retoma, aunque nunca se cerraron del todo los contactos, que hasta plantean que Pedro Sánchez tiene en sus manos la posibilidad de poner los cimientos del final del «conflicto catalán», en la terminología acuñada por el independentismo.

Sánchez está dispuesto «a jugársela» para ser con Cataluña lo que representó el ex presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero con el final de ETA, si se atiende al fondo del discurso de los interlocutores que han seguido hablando durante estos meses con el partido de Oriol Junqueras, incluso durante la larga transición por la convocatoria de unas nuevas elecciones.

Son palabras mayores, pero es la base de ese plan, que, visto desde fuera, chirría y escandaliza incluso a la mayoría del PSOE.

En Cataluña sigue habiendo un gobierno independentista, sobre el que el prófugo Puigdemont y Junts tienen un importante control. ERC dice lo que lleva diciendo desde que empezó el «procés», sin apenas matices, y en una oratoria que suena más a amenaza y chantaje que a voluntad de negociar. Pero Moncloa quita valor a todos estos hechos para anteponer sobre ellos la información que dicen que les llega por vía privada de ERC. En ese nivel de interlocución, explican que ERC «facilitará las cosas» y colaborará en el proceso que tiene que «servir para armar una gran operación política que reconduzca la relación de España con Cataluña».

En el PSOE los indultos a los líderes del «procés» despiertan pánico, mientras que en ese «núcleo» que está en la operación política, con supuesta trascendencia histórica, defienden que los indultos son «una gran inversión para España y para su unidad». La primera piedra de un proceso en el que tiene que haber cesiones mutuas para concluir en un acuerdo sobre un nuevo marco de relaciones. Como muy lejos, el Gobierno de Sánchez puede aceptar las competencias del Estatuto que tumbó el Tribunal Constitucional en 2010.

ERC no da señales de vida en esa dirección. Habla de amnistía, de autodeterminación, y también ha dado por más que superada la fase estatutaria. Pero esto no desvía la confianza del equipo de Moncloa en la trascendencia del proceso que dicen que se abrirá con esta nueva fase de diálogo y con los previsibles indultos.

La apuesta es muy arriesgada, no ya tanto porque esté amenazada la soberanía nacional, si sale mal, sino porque lo que sí puede provocar es un importante desgaste para el Gobierno de Sánchez, y, en consecuencia, para las siglas socialistas si ERC no responde conforme espera Moncloa a los guiños de Madrid.

La estabilidad política es la pieza evidente como intercambio a la concesión de la medida de gracia, pero los avales de esta operación sitúan por encima la épica y apuntan a la importancia de «la valentía y de la generosidad de la democracia». «La democracia es generosidad. Por su superioridad moral. Así fue posible que naciese y así ha pervivido», señalan fuentes socialistas.

¿Qué da a cambio ERC? La respuesta es que «el independentismo perderá apoyo social, Cataluña defenderá abrumadoramente los indultos, y esto nos dará más fuerza moral». «Ése es el fin».

La operación tiene dos riesgos grandes. Por un lado, el de que ERC no vaya de farol, como apuntan en Moncloa, y ni siquiera haya estabilidad política en Madrid. Sánchez depende de ERC para poder sostener su mayoría en el Parlamento, y, sin esa alianza de investidura, queda atado de manos y sin posibilidad de sacar ningún proyecto importante en el Congreso en lo que queda de legislatura. El otro riesgo es la intensa movilización de la derecha contra esta negociación y contra el indulto a los independentistas en unas condiciones más que complicadas, si se confirma también el informe desfavorable del Tribunal Supremo, responsable de la sentencia. Ya hay antecedentes en los que el Supremo ha cuestionado algunos extremos de indultos concedidos por el Gobierno, y en este caso se trata de una decisión de máxima sensibilidad social y política.

Si el Gobierno aspira a que las decisiones en Cataluña tengan de verdad ese alcance histórico, la primera garantía que debería tener es la de la unidad con el principal partido de la oposición. Y, sin embargo, lo que se le viene encima es una gran ofensiva del centro derecha contra los indultos y demás decisiones que puedan interpretarse a nivel nacional como concesiones al independentismo. Sánchez recibirá al presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, y luego debería escenificarse la activación de la mesa de diálogo, en la que el Gobierno tiene como límite que no puede ir más allá de inversiones, competencias y vuelta de tuerca al Estatuto.