Querella por genocidio

“Ghali torturaba con sus propias manos”

Dos de los querellantes que denuncian a Brahim Ghali por detención ilegal y torturas detallan a LA RAZÓN los hechos que atribuyen al líder del Frente Polisario

Dahi Aguai (izda.) y Fadel Breica han denunciado a Brahim Ghali en la Audiencia Nacional por torturas y detención ilegal
Dahi Aguai (izda.) y Fadel Breica han denunciado a Brahim Ghali en la Audiencia Nacional por torturas y detención ilegalfotoLa Razón

«Ghali torturaba con sus propias manos, y testigos hay cientos». Dahi Aguai, saharaui de origen español, es uno de los querellantes que denunció en 2007 al ahora líder del Frente Polisario ante la Audiencia Nacional por delitos de genocidio, detención ilegal y torturas.

«Tengo confianza en la Justicia española», asegura a LA RAZÓN a pocas horas de que el juez de la Audiencia Nacional, que se ha negado a acordar medidas cautelares contra él, interrogue hoy por videoconferencia a Brahim Ghali, que se encuentra ingresado en un hospital de Logroño convaleciente del Covid desde el pasado 18 de abril, una presencia en nuestro país que provocó una de las peores crisis migratorias que se recuerdan a consecuencia del malestar marroquí.

Pero Ghali no solo tiene que hacer frente a esta denuncia –impulsada también por otros dos particulares y por la Asociación Saharaui para la Defensa de los Derechos Humanos (Asadedh)–, sino que el magistrado le interrogará igualmente en relación a la querella interpuesta por el activista saharaui Fadel Breica, que también responsabiliza al líder polisario de los malos tratos que, asegura, le infligieron en 2019 en los campos de Tinduf (Argelia) por sus críticas a los dirigentes del Frente Polisario. «Fui arrestado de manera inhumana y sometido a severas torturas en los primeros días que permanecí en las cárceles secretas del Frente Polisario», explica a este periódico Breica, de 50 años, que considera que como «comandante supremo de las fuerzas armadas» Ghali «es responsable de todo».

Ahora, ambos esperan que la Audiencia Nacional actúe, aunque el juez Pedraz no ve indicios sólidos contra Ghali y todo apunta a que no acordará hoy medidas cautelares contra él.

Una acusación prevé pedir prisión

El juez Santiago Pedraz tendrá que decidir si acuerda la prisión provisional de Ghali, una medida a la que se ha opuesto hasta el momento ante lo que considera falta de indicios sólidos contra el líder polisario.
Una de las acusaciones –que representa a varias de las supuestas víctimas de torturas que denunciaron a Ghali por genocidio– tiene previsto solicitar al magistrado que acuerde la prisión provisional del dirigente polisario o, en su defecto, que le retire el pasaporte y le prohíba salir de la península. En ese caso, y aunque la Fiscalía no solicite medida cautelar alguna, Pedraz estaría obligado a celebrar una vistilla para dilucidar si acuerda o no la medida.
Otra de las acusaciones, la que ejerce Asadedh, se muestra más cauta y fuentes próximas a esta asociación precisan que a expensas de lo que pueda decir hoy al juez solo pedirá cautelares en todo caso si el líder polisario se niega a declarar.

Dahi Aguai, de 66 años, recuerda su primer encuentro con el líder del Frente Polisario: «Fui encarcelado y atado de pies y manos por el mismísimo Brahim Ghali el 5 de enero de 1975 siendo aún el Sáhara español», afirma. «Esto ya dice mucho del cambio de rumbo que tomó nuestra causa en manos de Brahim Gali y su banda de criminales sin piedad ni corazón», lamenta.

«Nos dejó a la intemperie y separados por grupos. Nos querían dejar muertos y abandonados, un método frecuente en Tinduf», continúa su relato, según el cual pudieron liberarse «gracias a un pastor argelino que nos soltó al día siguiente, porque necesitaba las cuerdas con las que nos ataron». «Luego me llevaron a la “cárcel-tumba” de Rachid, considerada la peor de las cinco prisiones secretas que prepararon para extinguir bajo torturas a los nacionales de origen español».

Porque el objetivo, según Dahi Aguai, era «exterminar a los nacidos bajo bandera española y suplantar su identidad por argelinos nativos de Tinduf, para que en caso de conseguir la independencia gobernaran solo argelinos en un Sáhara independiente». «El plan del Frente Polisario, apoyado y respaldado por los generales vitalicios de Argelia, era exterminar a los hispanohablantes y sustituirlos con extranjeros sin vínculos con la causa saharaui ni con la tierra, porque son ajenos a la ex colonia española».

De hecho, según su relato en esas fechas Ghali «también hizo desaparecer a seis militares españoles en sus cárceles; eran legionarios que quisieron ayudar en la lucha y fueron encarcelados y posiblemente asesinados».

Muchos testigos, mantiene el querellante, aún pueden contarlo: «Casi mil víctimas vivas de estas atrocidades lo pueden contar hoy en día». Y se refiere a Ghali y a otros de los dirigentes saharauis querellados –entre ellos Bachir Mustafá Sayed, Sidi-Ahmed Batal y Mohamed Lamine Buhali– como «los máximos asesinos». «Tenían a su disposición un nutrido grupo de argelinos de Tinduf que ejecutaban sus órdenes». Pero, no obstante, «estos dirigentes asesinaron con sus propias manos», mantiene.

“Se creyeron dioses”

«Se creyeron dioses», destaca en referencia a los dirigentes polisarios, «mayoritariamente sin relación con el ex Sáhara español, porque son francófonos, argelinos la mayoría, de Mauritania, del norte de Mali y Níger».

Dahi Aguai asegura que los dirigentes del Frente Polisario «violaban a las mujeres de los guerrilleros saharauis que enviaban al frente de batalla contra Marruecos», algunos de los cuales –refiere– fueron objeto de «asesinatos selectivos» y fallecieron de «un tiro en la espalda». «Luego se casaban con sus mujeres...».

Ghali, mantiene, «se casó 23 veces, abusando y de forma forzosa, bastaba con que le gustase una joven estudiante y se casaba sí o sí porque los padres no podían oponerse».

«Crearon grupos de exterminio masivo durante 45 años», denuncia. «Cortaban manos a personas vivas y pegaban a otras víctimas con esas manos, obligaban a los presos a comer trozos de carne humana de otros presos», afirma el querellante, quien asegura que las celdas en las que permanecían retenidos los prisioneros «estaban a 1,60 centímetros bajo tierra» y eran sumamente estrechas. «Para describir todo hace falta tiempo», lamenta.

“Me metían en agua fría durante toda la noche”

«Disfrutaban torturando y se reían de las víctimas», cuenta. «A veces venían de noche a la cárcel para hacer bailar las víctimas desnudas y con los ojos vendados mientras ellos se reían a carcajadas», recuerda. «Ponían fuego con carbón y los metían descalzos al fuego, ataban cuerdas a los testículos y los arrastraban y se reían, tiraban cuerpos descuartizados de noche a los perros salvajes, que solían deambular alrededor esperando que se los arrojasen».

«A mí me metían en agua fría durante toda la noche», recuerda al tiempo que defiende que padece secuelas (insiste en que un informe forense de la Audiencia Nacional así lo acredita): «Me dejaron estéril; eso lo hacían para disminuir la natalidad de los saharauis españoles».

Con ese mismo fin, resalta, «mataron a cientos de niños con inyecciones en 1976, para evitar la natalidad nuestra y así suplantar nuestra identidad». De hecho, se queja, «la mayoría de saharauis que viven hoy en España y en Francia, sobre todo en París y Burdeos, se hacen pasar por saharauis sin serlo y piden ayudas en nuestro nombre. Y todo consentido y preparado por Ghali y su banda».

«Caímos como moscas»

El denunciante saharaui dice que el Polisario también contaba con una cárcel de mujeres, «llamada la cárcel 28, donde las torturaban y violaban. Todo esto es cierto y pruebas hay de sobra». «Es un Holocausto. Los casos son indescriptibles y múltiples. Fue una emboscada terrible. Muchos prisioneros fallecieron bajo torturas, aunque otros aún viven para contarlo. Ahora tienen entre 60 y los 80 años», afirma Dahi Aguai, para quien la dirección del Polisario «tenía un plan de exterminio y nosotros, inocentemente, caímos como moscas». «Sacaban dientes a presos, uñas, algunos ojos e incluso les cortaban la nariz, como hizo Brahim Ghali a un anciano».

Dahi Aguai también cuestiona la gestión de las ayudas económicas a la causa saharaui gestionadas por el Frente Polisario, al que acusa de «falsear el número exacto de saharauis para pedir ayudas humanitarias que han desviado por media África». Sus dirigentes, señala, «son millonarios con propiedades en Europa, Argelia, Mauritania y, sobre todo, en España, incluidas las islas Canarias». Según su testimonio, denunciaron los hechos en Marruecos pero «de poco sirvió, por no decir de nada, aunque les consta todo esto».

Aguai reitera su confianza en la Justicia española: «He renovado mi denuncia y he pedido prisión para evitar que Ghali se escape o salga de España», insiste.

También Fadel Breica, que acusa a Ghali de torturas y detención ilegal (se querelló también por delito de lesa humanidad, pero la Audiencia no vio indicios de que se produjera un ataque generalizado a la población civil por parte del Polisario), denuncia que fue víctima de malos tratos cuando estuvo encarcelado por impulsar diversas protestas en Tinduf contra la cúpula polisaria.

«Todo tipo de torturas»

«Fui sometido a todo tipo de torturas –dice–, incluyendo descargas eléctricas, golpes, insultos y todo lo que contradijera la dignidad humana durante los primeros diez días de mi detención en las cárceles secretas del Frente Polisario».

Breica también muestra su «plena confianza» en la Justicia española y sobre una posible orden de ingreso en prisión de Ghali, afirma que «eso es decisión del juez».

Según consta en su querella, llegó a Tinduf el 20 de abril de 2019 y fue acusado de traidor por miembros del Polisario, siendo detenido tras protagonizar diversos actos de protesta contra sus dirigentes. Breica sostiene que le infligieron golpes y descargas mientras permanecía «con los ojos vendados y manos y pies atados», lo que le llevó a emprender una huelga de hambre. Cinco meses después, fue liberado el 10 de noviembre de 2019.