«Viudas negras»
A lo largo de la historia de la criminología ha quedado acreditado que las mujeres suelen matar por dinero y una gran parte de ellas utiliza la toxicología para llevar a cabo su plan. Así lo asegura la criminóloga Paz Velasco: «Algunas lo hacen solo una vez en su vida; otras, se convierten en asesinas múltiples». Según la experta, el envenenamiento es uno de los métodos preferidos porque es silencioso, discreto, requiere tiempo, paciencia y el uso de la confianza; rasgos asociados por lo general a los femenino. «Buscan la impunidad, asumir el rol de viuda compungida, y suelen pensar que es una forma más humana porque huyen de la violencia y la sangre pero suele ser una muerte precedida de una dolorosa agonía. Además, puede pasar desapercibida si, durante la autopsia, no se busca a propósito la presencia de tóxicos en el organismo», asegura. El veneno empleado históricamente ha sido, según la criminóloga, el arsénico y el cianuro. «Estas muertes pasaban desapercibidas hasta 1840 cuando nace la Toxicología Forense», explica Velasco, que subraya que hoy se han sustituido estos venenos por los cócteles de medicamentos como benzodiacepinas, inductores del sueño y antidepresivos. Va afectando poco a poco al organismo sin que muchas veces sea detectado.
Aunque el envenenamiento es el método más característico de las mujeres asesinas, también hay quienes usan sus propias manos (madres filicidas en su mayoría) o quienes encargan a un tercero, apunta la criminóloga. Fue el caso de «Maje». Era conocida como la «viuda negra de Patraix» porque en agosto de 2017 ordenó a su amante que asesinara a su marido en un garaje situado en este barrio de Valencia. María Jesús Moreno, a quien todos llamaban «Maje», convenció a Salvador, su compañero de trabajo en el hospital y amante, para que acabara con la vida de Antonio Navarro, un ingeniero de 37 años con quien se había casado. El hombre le esperó en el garaje donde Antonio aparcaba el coche y a las 7:40 horas del 16 de agosto de 2017 le dio seis puñaladas con un arma blanca de 18 centímetros de filo. Tras el crimen, Salvador esperaba «amor eterno» por parte de Maje pero ella, que simultaneaba cuatro relaciones ya antes de encargar el asesinato, no correspondió a Salva y cobraba unos 1.000 euros de pensión tras la muerte de su marido. Una conversación telefónica entre ellos en noviembre, donde él rompió a llorar, les delató. Fueron condenados a 22 años (ella) y 17 años de prisión (él).
El cobro de una pensión también parece que pudo haber motivado el asesinato de Beatriu Friginal Camacho a su marido Isaac Guillén; un caso que aún no ha sido juzgado. Isaac, un policía local ya jubilado, padecía una enfermedad neurodegenerativa llamada ataxia cerebelosa, que le obligaba a andar en silla de ruedas, le impedía prácticamente hablar y, a duras penas, coger cosas con las manos. Cuando se casó con Beatriu, su segunda esposa, ya estaba mal (al parecer le cuidaba a cambio de su pensión de invalidez) y la investigación apunta a que ella quería cobrar pensión y seguro de decesos que él tenía contratado. Así, planeó su asesinato a finales de 2019 junto a su hijo adolescente y le enterraron en una finca de Godelleta (Valencia). Los agentes encontraron allí su silla de ruedas y ella fue detenida aunque quiso hacer ver que Isaac había desaparecido de forma voluntaria dando a entender que se había ido a Suiza para ser sometido a la eutanasia.
También el móvil económico parece estar detrás del famoso «crimen de la cabeza». Ocurrió en Castro Urdiales (Cantabria) en febrero de 2019. Todo el mundo deja de ver a Jesús Mari Baranda y su última esposa, una andaluza llamada Carmen Merino (aún en prisión provisional) decía que se había ido al Caribe «con fulanas». Se desconoce cómo le mató pero sí que se quedó con el cráneo, que dejó sin las partes blandas (cocido o quemado) y lo metió en una caja, que posteriormente llevó a una amiga asegurando que eran juguetes sexuales. A la amiga le pudo la curiosidad y al descubrir aquello se destapó el crimen. Desde entonces, está preventiva. No se descarta que contrata a un sicario pero la investigación aún no ha podido determinar nada.
También quiso emplear a un sicario aunque ella andaba por la escena del crimen, Conchi, la famosa «viuda negra» que decía andar en silla de ruedas pero que «milagrosamente» se levantaba cuando quería. Ella y su cuidador y compinche asesinaron a su casi recién estrenado marido (se habían casado 15 días atrás) en un aparcamiento público de Alicante. Fue la noche del 20 de agosto de 2018. Habían citado allí a la víctima y el cuidador le comenzó a agredir con un destornillador y le causó la muerte. Ella fue condenada a 22 años de prisión y él a 20.