El perfil
Alberto Garzón: Apagón tras el chuletón
En medio del escándalo de la luz, con unas facturas desorbitadas, ¿dónde está el ministro?
En medio del escándalo de la luz, cuando millones de españoles desangran sus cuentas por unas facturas desorbitadas. Cuando miles de comercios vaticinan asfixiados sus resultados económicos, en plena ola de calor que ahoga a España y requiere un mayor tarifazo energético… ¿Dónde está el ministro de Consumo, el comunista Alberto Garzón? Y, por cierto, cómo es posible que el PSOE permanezca silente ante una auténtica ofensiva de Unidas Podemos que promete reventar la coalición social-comunista en contra de las compañías eléctricas bajo un embrollo jurídico de campeonato. ¿A quién reporta el sr. ministro de Consumo y cómo justifica su suculento sueldo oficial sin una sola declaración pública de apoyo a los consumidores? Tan solo mensajitos de izquierda en redes sociales para cargar con demagogia contra el mercado energético y preconizar lo contrario.
El señor Alberto Garzón, al parecer desaparecido y dicen que, a la luz de la luna de unas buenas vacaciones, se comporta como un comunista progre: todo para mí, poco para los demás. Y la factura de la luz la paga el pobre contribuyente. Por cierto, cada vez más asediado por una voraz y salvaje Agencia Estatal Tributaria, a las órdenes de un Gobierno confiscatorio.
A pesar de todo, las presiones de Podemos le han mantenido en el Ejecutivo. Hace falta tener mucha cara dura y un tremendo cinismo para atacar hace meses con toda desvergüenza al sector cárnico español mientras en su boda, celebrada por todo lo alto en las Bodegas Riojana de Cenicero (Logroño), con casi trescientos invitados, ofreció un suculento banquete en el que no faltaron el jamón ibérico, solomillo de primera y un exquisito foie de pato. El comunista Alberto Garzón Espinosa, que incomprensiblemente seguirá siendo ministro de Consumo del Gobierno de España, es un demagogo ignorante que ha puesto en pie de guerra a miles de ganaderos, empresas, técnicos y honrados trabajadores que representan una cifra de negocio de 27.000 millones, en el cuarto sector industrial español, primero en importancia dentro la industria de alimentación y bebidas, y genera casi tres millones de empleos. Pero a Garzón, que nunca ha trabajado en su vida porque siempre vivió de la política, poco parece importarle. Es la suya, como todos los de su estirpe radical de izquierdas, una doble vara de medir entre sus elitistas costumbres privadas y la verborrea del «pijoprogre» disfrazada de un falsario ecologismo para salvar el planeta.
Ante el cúmulo de difamaciones, las patronales cárnicas le sacaron los colores con un aluvión de datos sobre el rol socioeconómico de primera magnitud del sector ganadero. Un rapapolvo bien documentado, en una carta hecha pública ante el enojo y estupor sobre las opiniones del ministro acerca de la contaminación y los gases de efecto invernadero que no se sostienen. La ignorancia de Garzón es supina y hasta el presidente, Pedro Sánchez, tuvo que defender las bondades de un buen chuletón, mientras el ministro de Agricultura y Alimentación se escondía bajo la almohada y tildaba las opiniones del comunista de «fuera de lugar». Pero el titular de Consumo, erre que erre, reiteró sus acusaciones en medios de comunicación sin ningún rubor. No es la primera vez que hace el ridículo y pone en un brete al Gobierno: hace unos meses aseguró que el turismo y la hostelería son sectores «de bajo valor añadido, estacionales y precarios». Algunos compañeros de gabinete reconocen que la formación de Garzón, cuota podemita impuesta por Pablo Iglesias, «no da ni para ser bedel en un ministerio». Ahora, con el conflicto de la luz muchos compañeros de gobierno y algunos dirigentes del PSOE, de momento en voz baja, reclaman un cambio de rumbo y poner, de una vez por todas, a Unidas Podemos en la picota.
Alberto Carlos Garzón Espinosa nació en Logroño, hijo del malagueño Alberto Garzón Blanco, profesor de Geografía e Historia, y de la riojana Isabel Espinosa Casares, farmacéutica de Cenicero, quien conoció a su marido en la Semana Santa del Rincón de la Victoria. Sus primeros años los pasó en Logroño, hasta que con tres años su familia se trasladó a la localidad sevillana de Marchena, donde su padre había conseguido plaza de profesor. Años después volvieron a Málaga, estudió Económicas en la Universidad y comenzó su militancia política con 18 años en Izquierda Unida-Los Verdes de Andalucía. Garzón era un estudiante activista en movimientos de izquierda y participó en muchos de ellos como zote del «capitalismo, el pensamiento único y el vacío intelectual» en la enseñanza de la economía. Fervoroso defensor de la ortodoxia marxista, opina que el capitalismo «es incompatible con la democracia», porque, en su opinión, en este sistema los votos se determinan «bajo el manto del dinero y los poderosos que mandan». Por cierto, ahora él ya es uno de ellos.
Afiliado a las Juventudes Comunistas de España y al PCE, militante de Izquierda Unida, llegó al Congreso como diputado por Málaga en 2011 y fue el más joven de aquella Legislatura, aunque nunca brilló por su gran trabajo parlamentario. Cercano primero a Julio Anguita, y después, a Cayo Lara, participó en el 15-M y allí conoció a su gran mentor para entrar en el Gobierno de coalición, Pablo Iglesias. En mayo de 2016, en un acto en la Puerta del Sol junto a Iglesias, formalizaron su alianza en el Congreso y en un futuro Gobierno, que se ha mantenido hasta hoy. Las presiones de los morados podemitas, a quienes Pedro Sánchez necesita, hacen inamovibles a sus cinco ministros, entre ellos Alberto Garzón, a pesar de su nula formación. Sonoras fueron unas declaraciones suyas cuando dijo «proponido», en lugar de propuesto.
Aficionado al fútbol, intentó entrar en el Club Deportivo Rincón, pero fue rechazado. Al fin y al cabo, un ministrillo comunista iluminado por Pedro Sánchez a quien todos, los contribuyentes españoles, le pagamos la factura de la luz.
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