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El personaje

Arancha González Laya: Cabeza de turco

La ex ministra de Exteriores se ve «abandonada» por Sánchez yen su entorno creen que puede ir «a por todas» en su declaración

Laya PlatónIlustración

De la ilusión a la decepción. Es el ánimo actual de la ex ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, antes de declarar ante la justicia como imputada por la entrada en España del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, el pasado 18 de abril. Según personas cercanas, parece difícil de entender que la ex jefa de la diplomacia española tomara en solitario una decisión de tal calibre y consecuencias para la relación bilateral con Marruecos, máxime cuando hubo una reunión en Moncloa presidida por Pedro Sánchez con asistencia de otros ministros del Gobierno. «Ha sido la cabeza de turco», precisan estas fuentes. Lo cierto es que a pesar del grave conflicto con Marruecos, Laya nunca entendió su salida del Ejecutivo y que ni siquiera el presidente la llamara personalmente para comunicarle el cese. Mientras algunos advierten que Laya puede «ir a por todas» en su declaración ante el juzgado, otros lo niegan dado que su propio jefe de gabinete, Camilo Villarino, manifestó haber recibido órdenes de la ministra. Pero, ¿alguien de más arriba se las dio a ella? Esta es la gran pregunta que circula en medios gubernamentales.

González Laya está sobre todo muy molesta con otros ministros competentes en la materia que ahora miran para otro lado. La ausencia de una llamada del presidente y la cobardía de sus antiguos compañeros es lo que la tiene tan decepcionada. No obstante, cuatro días antes de su imputación los socialistas europeos colocaron a Laya al frente del Comité de Sabios de la Comisión Europea sobre el futuro de la Unión Aduanera. Un nombramiento a propuesta del comisario italiano Paolo Gentiloni, miembro del Partido Democrático de Italia, integrado en la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas Europeos, de la que también es miembro el PSOE. La ex ministra regresa así a Bruselas, curiosamente en un puesto en el que tendrá que asesorar a las instituciones europeas sobre la seguridad en las fronteras y procesos de transición comercial, digital y sostenibilidad. Todo ello, cinco meses después de que estallase la polémica por la confusa entrada del líder polisario y días antes de ser imputada por un presunto delito de prevaricación en el Juzgado de Instrucción número siete de Zaragoza. Algunos piensan que Laya «no se comerá sola este marrón», mientras en Moncloa transmiten un mensaje de tranquilidad.

El propio Pedro Sánchez aseguró que la decisión de permitir la entrada de Ghali en España se ajustó a la legalidad por motivos humanitarios. Pero lo cierto es que hasta la fecha no ha hablado con la ex ministra quien, según su entorno, se siente «bastante abandonada». No obstante, matizan, está satisfecha con su nuevo cargo al frente del Comité de Sabios para la Unión Aduanera, un organismo compuesto por personas de la política, la industria, el comercio y el sector tecnológico europeos. Laya dirigirá la elaboración de un documento sobre los nuevos retos en estas áreas que será elevado al comisario Gentiloni y al Parlamento Europeo, una materia más en consonancia con su trayectoria profesional. En todo caso, el conflicto por la entrada de Ghali en España no cesará, dado que el PP ha pedido una comisión de investigación en el Congreso. Desde Moncloa y los ministros que tenían competencias en el asunto se descarga toda la responsabilidad en González Laya, aunque permanecen alerta ante su declaración judicial en previsión de que pueda lanzar alguna acusación, más que hacia el presidente, contra algunos de sus antiguos compañeros en el Gobierno.

Como ministra de Exteriores, desplegó una diplomacia de perfil bajo y cuando estalló el conflicto con Marruecos aseguró que la entrada del líder del Frente Polisario en España «fue discreta, no secreta». Esta mujer vasca, políglota y experta en comercio internacional, llegó al palacio de Santa Cruz con cierto rechazo por no pertenecer a la carrera diplomática. En los casi dos años que estuvo en el cargo sus críticos le reprochan su inexperiencia, pero otros le reconocen una gran entrega a su trabajo y una manera de actuar sin alharacas. González Laya es una jurista nacida en San Sebastián y educada en Tolosa. Su padre, Antonio, era director de la escuela pública dónde estudió y su madre, Josefa, regentaba una librería infantil.

Arancha se educó junto a sus dos hermanos varones, Antonio y Ricardo, en el colegio de Tolosa, pero después se marchó a la Universidad de Navarra y se licenció en Derecho. En esa etapa se le despertó el afán por los idiomas y la cultura internacional, hizo un postgrado en Derecho Europeo y comenzó su carrera profesional en el sector privado en un bufete de abogados en Bruselas. Habla español, euskera, inglés, francés, alemán e italiano. Es mujer con fama de empollona, que se deja la vista en leer informes en varias lenguas y de personalidad un tanto peculiar. Poco después dio el salto a la Organización Mundial del Comercio, luego sería subsecretaria general de Naciones Unidas y se empleó a fondo en organizar foros de mujeres empresarias y comercio sostenible por todo el mundo. Viajera empedernida, ha vivido en Berlín, Bruselas, Nueva York y Ginebra, ciudad que adora. Ella misma cuenta que tenía una casa frente al Mont Blanc y se aficionó al montañismo por los Alpes suizos.

Se define feminista a tope y luce un estilo muy sobrio. Un corte de pelo «a lo garçon», gafas de pasta gruesa, pantalones y blusones amplios de colores. Cuando era niña, sus padres la mandaron a Exeter, al sur de Inglaterra, aquí vivió con una familia y aprendió el idioma que ella define como «un inglés cristalino». Muy celosa de su vida privada, permanece soltera y está muy unida a sus padres, ya octogenarios. Aficionada a la jardinería, confiesa que le gusta hacer «buquet» de flores para regalar a familiares y amigos. Ahora en el ojo del huracán, para unos Arancha González Laya fue una ministra abrasada por la crisis, mientras otros alaban su gestión silenciosa. Está por ver hasta cuándo.

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