Jorge Vilches

Elecciones para cuándo

El éxito de Díaz es que el PSOE quede como un partido «centrista»

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda DíazGustavo ValienteEuropa Press

El dilema en Podemos siempre ha sido cuándo romper la coalición de gobierno, encontrar el mejor momento electoral para su partido, no para España, la democracia ola izquierda. A Podemos no le interesa una campaña polarizada entre Sánchez y Casado porque el PSOE arrastraría todo el voto« progresista ». Lo que interesa al podemismo es que las elecciones se convoquen por la ruptura gubernamental, ya que la campaña sería para ver quién es la verdadera izquierda, el PSOE o Yolanda Díaz.

La muerte de Podemos se estaba produciendo, entre otras cosas, por su irrelevancia. La «solución Díaz» es recobrar protagonismo a toda costa, como en los mejores momentos de Iglesias. Se trata, una vez más, de marcar el debate, abrir informativos, estar en la retórica populista desde la entraña comunista y remover el voto emocional.

Eso es lo que hay detrás de una frase tan totalitaria como la que ha pronunciado Yolanda Díaz en el congreso de CCOO: «Vamos a derogar la reforma laboral a pesar de todas las resistencias». En una democracia de consenso la legislación laboral no es un capricho ideológico, sino el resultado de un gran pacto. Si hay «resistencias» es porque existen obstáculos técnicos y reales. Sin embargo, la ministra comunista ha hecho buena aquella frase de Gramsci: si la realidad desmiente nuestros esquemas, peor para la realidad.

Yolanda Díaz está construyendo un «frente amplio». La fórmula viene de Uruguay y Chile. El mecanismo es combinar la izquierda con el populismo, uniendo progresismo, feminismo y ecologismo frente al «sistema». Recoger todo el voto desencantado con la izquierda oficial y dar« la voz al pueblo». Se trata de reunir lo que quede a la izquierda del PSOE. El éxito del futuro Frente Amplio de Díaz es que el partido socialista quede como una formación «centrista» que pacta con la derecha y el capital, dando la espalda a los trabajadores.

Para tirar al PSOE a la derecha los podemitas tienen que separar al partido de Sánchez de las políticas identificadas con la izquierda; en especial, el derecho a la vivienda, la lucha contra la precariedad laboral, y la distribución de la riqueza. Por eso montaron un cirio con la cuestión de los alquileres y el derecho de propiedad, y convocaron la mesa de seguimiento del acuerdo de gobierno. No podían dejar escapar la oportunidad de parecer la «verdadera izquierda ». Es lo mismo que está ocurriendo con la reforma laboral. Si no se deroga la ley de 2012, esa con la que se crearon millones de puestos de trabajo, al menos el podemismo habrá ganado un tanto político. El podemismo, desdibujado e irrelevante gracias a Pablo Iglesias, tenía que ganar identidad y combatividad.

Las leyes del Ministerio de Igualdad no mueven un voto. A la gente no le importa cómo se define sexualmente el vecino, pero está cansada de las broncas de la ministra y de que le digan cómo tiene que pensar, ser o relacionarse. El puritanismo y la censura, la cultura «woke» y de cancelación, y el supremacismo moral de este podemismo llevaban a su partido a la ruina electoral. Fue cuando se inventaron a Yolanda Díaz y su «frente amplio».

El PSOE encuentra así un problema antes de tiempo, que resolverá con éxito. Seguro. Tiene el BOE, el periodismo amigo y el décadas de gobierno. Sánchez, maquillando lo que dijo en Valencia, dice ahora que la responsabilidad de la derogación de la reforma laboral es del Gobierno que él preside. Nada le impide convocar entrevistas o ruedas de prensa junto a Calviño e Isabel Rodríguez, la portavoz, incluso con Yolanda Díaz, y atribuirse la medida. El resto, como la inhabilitación del diputado pateador, es munición hueca. Al PSOE le viene bien para que Podemos quede como una organización de marginales, y al podemismo para hacer ruido. Nada más.