El personaje

María Jesús Montero: la contable del escudo social

María Jesús Montero
María Jesús MonteroPlatónIlustración

Ha logrado salvar la primera fase de los Presupuestos Generales del Estado, pero aún queda lo más difícil, el debate de todas las enmiendas, donde los nacionalistas y bilduetarras apretarán sin tregua al Gobierno. La ministra de Hacienda y Función Pública, María Jesús Montero, afrontó esta semana en el Congreso un debate bronco y tenso, en el que el líder del PP, Pablo Casado, le reprochó los pactos con EH-Bildu y ella le replicó con la condena al partido por pagar en negro la reforma de su sede. Palabras gruesas, altisonantes, entre acusaciones de «hachazo impositivo», «catastrazo» y «pistoleo fiscal». Un duro cara a cara en el que la andaluza le espetó a Casado: «Déjense de pistolas y sean capaces de aportar cosas constructivas a este presupuesto». Pero el dirigente popular no se achantó y le imputó a Montero la desfachatez de hablar de pistolas cuando el Gobierno pacta con quienes no reniegan de más de 800 asesinatos, 24 víctimas del PP y 14 del PSOE. Alto y claro, para denunciar una cuentas públicas con cesiones enormes a los separatistas y Bildu, ampliamente rechazadas por la oposición y las organización empresariales.

Hasta 30 veces utilizó Montero la palabra «escudo social» para defender unos Presupuestos que intentan también contentar a sus socios de Unidas Podemos. El eterno juego de equilibrios y cesiones a los socios que sustentan la coalición de Gobierno y a los partidos del frente «Frankenstein», en cuyas manos está la Legislatura y el poder de Pedro Sánchez. No se lo van a poner fácil ni el PNV, ni ERC, ni EH-Bildu a esta mujer «contable de lo social», en unas cuentas públicas con el mayor techo de gasto que se recuerda. Lo que para la titular de Hacienda es «justo, equilibrado y expansivo», para la oposición y los empresarios es un auténtico «sablazo fiscal» que destruye empleo, deteriora la productividad y ralentiza la recuperación económica. Hasta dónde están dispuestos a llegar Sánchez y su ministra para calmar las ansias de sus apoyos parlamentarios nadie lo sabe, pero en opinión del PP y los empresarios estos Presupuestos nacen con mal pie. Por si acaso, los portavoces de ERC, Gabriel Rufián; del PNV, Aitor Esteban, y el de EH-Bildu ya han advertido que su voto no es definitivo y tampoco darán «un cheque en blanco» al Ejecutivo.

«El milagro económico del PP está en la cárcel», le soltó un día en el Congreso a Pablo Casado esta andaluza resabiada, con desparpajo, criticada por su acento y modo de expresarse. «Chiqui», «cariño» o «mi arma» son algunas expresiones utilizadas por Montero en sus debates con los diputados de la Cámara. «No seas cabezón», le dijo a Pablo Iglesias en los pasillos del Congreso cuando siendo vicepresidente exigía cosas inasumibles. En su etapa como portavoz del Gobierno era también famosa por su lenguaje y frases de antología, aunque sus colaboradores aseguran que gana mucho en el terreno corto. «Trabajadora y empática», dicen en su equipo. «Escasamente preparada para dirigir la Hacienda Pública», opinan por el contrario en el PP, mientras recuerdan su nefasta gestión en la Junta de Andalucía, primero al frente de la Consejería de Salud con Manuel Chaves y José Antonio Griñán, y, después, en la de Hacienda y Administración Pública con Susana Díaz. Esta trayectoria hizo pensar a Pedro Sánchez en colocarla como lideresa tras el «susanismo», pero finalmente se decantó por el alcalde de Sevilla, Juan Espadas.

María Jesús Montero Cuadrado nació en Triana, hija de dos profesores de escuela. Conocida entre familia y amigos como «Marisu», militó en las Juventudes Comunistas y movimientos cristianos de base bajo la égida del sacerdote Manuel Mafrollet, párroco de una hermandad social-cristiana antifranquista. Licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de Sevilla, nunca ejerció como médico y trabajó en la gestión sanitaria de los hospitales Virgen de Valme y Virgen del Rocío. Llegó a la Junta de Andalucía de la mano de Manuel Chaves como viceconsejera de Salud y Bienestar Social, siendo luego titular con José Antonio Griñán y consejera de Hacienda con Susana Díaz. Diputada por Sevilla, tras el éxito de la moción de censura contra Mariano Rajoy, fue elegida por Pedro Sánchez para ser ministra de Hacienda y Función Pública. Mujer de izquierdas, se casó con Rafael Ibáñez, militante de Comisiones Obreras y actual gerente de la empresa municipal de la vivienda en Córdoba, donde vive. Su matrimonio fue curioso, dado el ateísmo de él y las creencias religiosas de ella, les casó un párroco pero no en una iglesia, sino en un colegio concertado. La pareja está separada y tienen dos hijas que estudian en la Universidad de Sevilla.

A pesar de su aire desenfadado y su acento atropellado, en su entorno aseguran que es una mujer culta, trabajadora y muy cercana, que adora la lectura y la ópera, en especial las arias de Puccini. Su estilo es algo anárquico y rebelde, con una melena descuidada y rizada al viento. Apasionada de la moda a la última, le gusta lucir vestidos de vaporosos colores, blusones amplios y trajes de chaqueta sobre «tops» escotados. Muy celosa de su vida privada, mantiene buena relación con su ex marido y procura viajar todos los fines de semana a Sevilla para estar con sus dos hijas. Ahora, piensa fajarse duro con los partidos que apoyan al Gobierno para sacar adelante los Presupuestos que, según ella, son «los más justos de la historia y favorecen a todos». Para el PP, son una cuentas «atroces, que castigan a las clases medias, asfixian a impuestos y no crean empleo». Montero quiere aprobarlos definitivamente para conseguir la llegada de los Fondos europeos y, sin pelos en la lengua, lanza una advertencia: «Al PP se le va a hacer eterna esta Legislatura».