Tomás Gómez

Chapuzas parlamentarias

Bolaños y Cerdán han perdido otra vez porque han aguado la puesta en escena de la reforma

Los protagonistas de la frustrada moción de censura de Murcia se han vuelto a encontrar con la reforma laboral, como si hubiesen jugado la revancha. Realmente faltaba alguno, por ejemplo, José Luis Ábalos lo ha visto desde el Valhalla, paraíso vikingo en el que descansan los guerreros muertos en combate. Pero repiten los actores principales, Félix Bolaños por parte socialista y García Egea, por los populares. Murcia no había sido nunca tan importante en la política nacional como con esa operación diseñada por Bolaños. Era el principio de la conquista de dos territorios más: Castilla y León y, sobre todo, la deseada Madrid.

Pero Egea, que conoce su tierra mejor que Bolaños, consiguió desmontarlo y hacer cambiar la voluntad de algunos naranjas. Acabó el sainete con un 1 - 0 para el popular.

La reforma laboral, asunto estrella de socialistas y populares, sirvió el terreno abonado para el segundo asalto. Nuevamente Bolaños era el encargado de muñir acuerdos y Egea de deshacerlos. El resultado del partido de vuelta no fue una victoria clara para ninguno de ellos, tampoco un empate, sino más bien una derrota de ambos.

Bolaños ha puesto al Gobierno y al PSOE al borde de la crisis, amén de la imagen de ingobernabilidad que se ha transmitido a Europa. Murcia y esto son demasiados errores para un negociador, si no gozase de la protección de Begoña Gómez ya habría sido defenestrado .

Bolaños proviene de una de las agrupaciones socialistas más beligerantes de Madrid; su ascenso se inició con trabajos de fontanería interna encargados directamente por Sánchez en los que era necesaria más fuerza que maña, pero Moncloa es demasiado grande para un hombre pequeño.

Eso sí, no es el único que ha intervenido en la negociación con UPN. Cerdán que, como en las grandes cadenas de supermercados es la marca blanca de Ábalos, también estuvo en Murcia.

Bolaños y Cerdán han perdido otra vez porque han aguado la puesta en escena de la reforma.

Egea es el otro derrotado. Está claro que la cosa llevaba su peligroso sello personal: dos diputados que extrañamente cambian, in extremis, su voto, después de tener contactos con el PP.

Lo que no estaba en sus cálculos es que su mano derecha y persona de confianza se fuese a equivocar pulsando un botón. Ahora, debe estar tirándose de los pelos en algún rincón porque se le ha escurrido entre los dedos la oportunidad de dar un golpe en la línea de flotación de Sánchez y no puede responsabilizar a nadie, porque asestar un golpe a su dos sería como auto infringírselo.

Se equivocan los populares llevando a los tribunales la votación. La política suele refugiarse en la justicia cuando fracasa y el PP perdió políticamente porque las razones de su voto en contra de la reforma no eran tanto por contenido como por aprovecharse de una coyuntura en la que el PSOE había perdido a los aliados habituales de la legislatura y, por tanto, era vulnerable aritméticamente.