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A fondo

España mueve ficha en el tablero del Magreb

Las dos principales potencias del noroeste africano, Argelia y Marruecos, compiten por la hegemonía con una situación económica desfavorable

España-Magreb Antonio Cruz

«El Magreb está siendo objeto de una atención creciente por la política exterior española. Si Marruecos y Argelia siempre fueron prioritarios, ahora también comparten esa calificación, Mauritania, Túnez y Libia, fundamentalmente por razones energéticas y de seguridad». Con esta declaración de intenciones resume el Gobierno uno de sus ejes de Política Exterior. El Magreb, junto con Europa, Iberoamérica y EE UU, es una de las áreas donde tradicionalmente se han focalizado los intereses económicos nacionales y se ha extendido una diplomacia de alto nivel para asegurar la buena vecindad y las buenas relaciones.

El Magreb es la región norte del continente africano que, desde el punto de vista de la geopolítica está conformado por cinco países: Mauritania, Marruecos, Argelia, Libia y Túnez. En total, viven más de 86 millones de personas de mayoría musulmán, y de confesión sunní, aunque existen minorías judías y cristianas, así como influencias del áfrica subsahariana. Su relevancia para España no es baladí dada la cercanía a nuestras fronteras. No son solo los 14 km del Estrecho de Gibraltar, sino la existencia de una frontera física con las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, los 500 km entre Barcelona y Argel –la misma distancia que entre la capital catalana y Madrid–, los 300 km que separan Orán de Alicante o los 560 km entre las costas del norte de Túnez y las Baleares. En la vertiente atlántica, hay que añadir los escasos 100 km entre las Canarias y el sur de Marruecos y, abriendo el foco, los 800 km de travesía marítima entre Mauritania y Tenerife. París puede parecer una capital cercana a Madrid, pero tanto Rabat como Argel están todavía más cerca de la capital española. Por consiguiente, «en la política exterior española no cabe discutir si el Magreb importa, sino sobre cómo deberían ser estas relaciones, quiénes son los socios prioritarios y qué instrumentos pueden ayudar a alcanzar estos objetivos», subrayan desde el Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB).

España-MagrebAntonio Cruz

Sin excepción todos los gobiernos democráticos han prestado atención a esta parte del mundo de cuya estabilidad también depende la española. Durante los mandatos del socialista, Felipe González, los intereses españoles en la región eran básicamente de carácter territorial (Ceuta, Melilla, Canarias, Estrecho) y de carácter económico. De hecho, hay que destacar que los intercambios comerciales con los países del Magreb eran entonces equiparables a los de América Latina y superaban en creces a los Europa del Este. La radiografía de los años ochenta comparte similitudes con la situación actual pero además hay que añadirle dos nuevos factores: la amenaza yihadista y la energía.

España mantiene lazos comerciales importantes con el Magreb debido a una vinculación histórica y a la cercanía geográfica. En la actualidad, según datos del ICEX, las relaciones comerciales e inversoras son especialmente relevantes con Marruecos y Argelia. En relación con Marruecos (primer destino de la inversión española en el continente africano), en 2019 España fue su principal socio comercial y su segundo inversor (por detrás de Francia). En cuanto a Argelia, éste es uno de los países prioritarios para la política comercial española y está incluido en la lista de países prioritarios de la Estrategia Horizonte África, del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo. España importa gas principalmente desde Argelia. En el año 2020, las importaciones de combustibles desde Argelia representaron el 92% sobre el total de importaciones españolas. Por otro lado, las inversiones más relevantes de España en Argelia se centran en los sectores de energía, construcción y agua.

Sin embargo, el giro de 180 grados anunciado por el Gobierno hace una semana reorganiza el juego de intereses en la región al tomar partido por Marruecos. No en vano, tanto Rabat como Argel compiten por se el actor hegemónico en la Región en medio de un creciente descontento social por su situación económica y las ansias de libertad de parte de su sociedad.

El profesor de Historia contemporánea de la Universidad San Pablo CEU, Carlos Gregorio Hernández, en declaraciones a LA RAZÓN, señala que este movimiento, en el fondo, «sigue la estela, de la posición marroquí, refrendada por EE UU, por Israel, Alemania y la UE». Es decir, en su opinión, «es coherente con los grandes referentes de la política exterior española a nivel más global». No obstante, entra en contradicción con la posición histórica española. «España a diferencia de Alemania, Israel o EE UU sí tiene intereses en su entorno próximo», apunta el experto.

En medio de una creciente tensión, a raíz de la invasión de Vladimir Putin de Ucrania, la energía se ha convertido en una moneda de cambio. Tras el viraje sobre la cuestión del Sáhara Occidental, los vecinos del sur de la UE –Italia y Portugal– están aprovechando para mimar a Argelia e intentar reforzar los lazos energéticos. Las consecuencias del cambio de posición de España todavía son impredecibles, sin embargo, la visita del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, el próximo viernes, ayudará a desvelar las consecuencias de este giro, al que el Ejecutivo quita hierro.

Un giro de 180 grados

►El contencioso en el Sahara Occidental comenzó en 1975 cuando Marruecos se anexionó el territorio aprovechando un proceso de descolonización iniciado por España y su fragilidad en los años de la dictadura.
► El Frente Polisario, que cuenta con el apoyo de Argelia, proclamó unilateralmente la República Árabe Saharaui Democrática en los campos de refugiados saharauis en Tinduf (Argelia) y declaró la guerra a Rabat.
►La última resolución de la ONU, de octubre de 2021, apuesta por una solución «una solución realista, viable, duradera, aceptable por las partes», para este territorio, el único que todavía no ha resuelto su descolonización en África.