Antonio Martín Beaumont

Las ganas que levanta Ayuso

Se puede estar a favor o en contra, pero no va colocándose de perfil. El Partido Popular deMadrid ha sufrido undesgaste llamativo

«Ganas». Tal es el lema elegido para el Congreso del PP de Madrid que oficializará a Isabel Díaz Ayuso como su presidenta. ¿Ganas de ser la lideresa que reorganice una organización tanto tiempo guiada desde detrás de las cortinas por difusos gestores de la dirección nacional? ¿Ganas porque con ella –«con Isa», como la llaman cariñosamente sus compañeros– la familia popular sabe que va de la mano de una peleona vencedora que ilusiona? ¿Ganas de desalojar de La Moncloa a Pedro Sánchez, que tanto ha hecho para zancadillear a la presidenta madrileña, sin pararse en barras, incluso, para oficializar un Estado de Alarma ad hoc contra Madrid en pandemia? ¿Ganas después de haber tenido que sortear a quienes la colocaron desde la planta noble de Génova 13 como candidata y luego, viendo que era mujer de largo recorrido, con personalidad y agenda propia, se asustaron y la trolearon con los peores tejemanejes contra su familia hasta explosionar una formación siempre disciplinada? Todas estas hipótesis, diría que algunas más, caben en ese juego de espejos múltiples que buscan los estrategas de la cita. Desde luego, Ayuso estos años siempre ha sido tenaz en las ganas que tenía de ser presidenta regional del partido al que ha dedicado su vida.

Isabel Díaz Ayuso practica un liderazgo rotundo, muy claro. Sus valores sobre la libertad y prosperidad no confunden y la permiten conectar con enormes mayorías. Se puede estar a favor o en contra de lo que piensa, dice y hace, pero desde luego no va por la vida colocándose de perfil. En ella, lo blanco es blanco, lo negro es negro y los grises, que también existen, no son burladeros. Por eso su autenticidad encandila a ciudadanos de cualquier color, hartos de la degradación moral, incoherencia y dobles raseros de la vida pública e institucional. Además, hay que recordarlo más veces, hace un año, el 4 de mayo de 2021, el «ayusazo» fue capaz de dar esperanzas a muchísimo desilusionado que creía, viendo los desbarres del sanchismo, que no había forma de poner ni una sola coma en el inevitable rumbo político que se imponía. La alternancia dejó de ser una hipótesis. Sí, sí, podría decirse que el «efecto Ayuso» ha sido un Don Pelayo que redobló las ganas de reconquista del centroderecha.

De ahí que fuese tan incomprensible que Pablo Casado y Teodoro García Egea negasen el pan y la sal a quien, en realidad, con sus aciertos en la gestión durante lo más duro de la pandemia, con sus reflejos, les salvó políticamente y mantuvo a los populares a flote. Porque si la moción de censura fraguada en las sombras por el PSOE y Cs hubiese apartado al PP de la Puerta del Sol hace poco más de un año, ellos también habrían muerto entonces. Media hora estuvo Casado colgado del teléfono el día de marras, con su secretario general escuchando al lado la conversación, tratando de convencer a «su amiga Isa» de que no apretase el botón que disolvía la Cámara autonómica para llamar a los madrileños a las urnas… Ayuso, firme, cortó la conversación con su entonces presidente nacional con un mensaje que caracteriza la responsabilidad con que asume los cargos: «Pablo, no te he llamado para consultarte sino para comunicarte que voy a convocar las elecciones». Otro gran acierto en su haber.

Pero el camino que va a comenzar Ayuso, una vez el congreso regional oficialice la sustitución del perenne Pio García Escudero el día 21 de mayo, no es de rosas. El Partido Popular de Madrid ha sufrido un desgaste llamativo durante todos estos años con el cartel de «provisional» colgado en buena parte de sus dirigentes locales. La gente que pisa las sedes se ha quedado muy lejos de quienes les votan. La organización está marchita, amarillea de inmovilismo. De hecho, una de las frases más repetidas al hablar con personas de centroderecha por distintos pueblos de la Comunidad es: «Yo voto sin dudar a Ayuso, pero al candidato del PP de aquí jamás». En demasiados lugares, los intereses palaciegos han sustituido al contacto de los mandatarios con sus vecinos. Los años gloriosos de Esperanza Aguirre, cuando el mapa municipal de la autonomía madrileña se pintaba de azul, son quimera ahora. Ayuso no sólo tiene que ganar sus elecciones, que de eso hay pocas dudas, también está obligada a preparar, junto a quien va a ser su secretario general, Alfonso Serrano, el terreno para que los mejores, los ganadores y más cercanos sean las caras de sus siglas. El Partido Popular ayusista debe ser la viva imagen de ese Madrid abierto, moderno, próspero y solidario que se respira en sus calles. Y, además, esa renovación, debe hacerse en tiempo récord, porque en un año llegan los exámenes.