Análisis

Crisis con Marruecos y daños colaterales

El giro «injustificable» de la posición española sobre el Sahara desencadena la reacción de Argel y Madrid «lamenta» el anuncio

Comparecencia, a petición propia, del presidente del Gobierno, Pedro Sanchez, para informar del Consejo Europeo extraordinario de los días 30 y 31 de mayo de 2022
Comparecencia, a petición propia, del presidente del Gobierno, Pedro Sanchez, para informar del Consejo Europeo extraordinario de los días 30 y 31 de mayo de 2022Alberto R. RoldánLa Razón

Nada sale gratis en política. El giro de 180 grados que Pedro Sánchez, de manera unilateral, tomó en el mes de marzo respecto al Sáhara Occidental amenazaba con romper la relaciones con Argelia, uno de los principales socios de España en materia energética y de seguridad en el Magreb. De manera gradual y pese a la insistencia del Ejecutivo en subrayar la confianza y las buenas relaciones con Argel, ayer tras la declaración del presidente en el Congreso, en la que instó –al puro estilo Deng Xiaoping– a no injerir en los asuntos marroquíes, Argelia dio un paso al frente y rompió relaciones con España.

De manera sorpresiva, su presidente, Abdelmayid Tebune, anunció la suspensión «inmediata» del tratado de amistad suscrito con España hace casi dos décadas como represalia por su «injustificado» apoyo al plan de autonomía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. Sánchez, en línea con otros países como EE UU, Francia o Alemania, viró de postura al defender el plan de autonomía sobre el Sáhara Occidental que planteó el reino alauita en 2007 como el más «serio, realista y creíble» y rompió la histórica neutralidad española tras la crisis generada por la acogida del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, y la respuesta marroquí de abrir sus fronteras y alentar la entrada irregular de miles de personas a través del espigón de la playa de El Tarajal en la Ciudad Autónoma de Ceuta.

De hecho, la decisión de Argelia se produce en un momento clave, horas después de que Pedro Sánchez compareciera en el Congreso de los Diputados para defender el giro de 180 grados respecto al Sáhara en absoluta soledad. Recibiendo golpes por todos los flancos, tanto de los socios como de la oposición. El efecto que ha tenido el restablecimiento del vínculo con Marruecos en las relaciones con Argelia ha sido un efecto colateral no deseado por Moncloa, que «lamentan». En un principio, fuentes gubernamentales aseguraron que el Ejecutivo argelino estaba al tanto de la decisión y recordaban la llamada de Pedro Sánchez a su homólogo en Argel, Abdelmayid Tebune, el domingo 6 de marzo. Este contacto telefónico se produjo apenas unas horas después de recibir en La Moncloa a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, una reunión en la que ambos coincidieron en la necesidad que tiene la UE de diversificar sus fuentes de energía para no depender tanto de Rusia como lo hace en la actualidad.

En este contexto, España ha redoblado sus esfuerzos para intentar minimizar el impacto que el conflicto en Ucrania está teniendo en el mercado energético.

Sin embargo, la crisis bilateral no ha hecho más que agrandarse desde que el Rey Mohammed VI, de manera unilateral, hizo pública la misiva en la que el Ejecutivo español abrazaba su plan de autonomía para el Sáhara Occidental, un territorio en el que Argelia está firmemente y públicamente alineada con el Frente Polisario, ya que rechaza cualquier competencia de Rabat en este territorio.

Tras la declaración de Pedro Sánchez, ayer en el Congreso de los Diputados, donde comparó la situación del Sáhara Occidental con la de Ceuta y Melilla y pidió evitar la injerencia en los asuntos internos de Rabat, las autoridades argelinas recriminaron a las españolas la campaña emprendida para tratar de argumentar un giro político que, según esgrimen, supone una «violación de las obligaciones jurídica, moral y política» de la que sigue siendo «potencia administradora» del Sáhara Occidental. Afean el respaldo del Ejecutivo español a una «fórmula ilegal e ilegítima» que plantea una política colonial de «hechos consumados» mediante «argumentos falaces», según el comunicado recogido por la agencia de noticias oficial APS.

La reacción del Gobierno y del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, no se hizo esperar y lamentaron el anuncio, al tiempo que volvieron a esgrimir las buenas relaciones y apelaron a las Carta de las Naciones Unidas y del Derecho Internacional, cuyos principios se refieren a «los principios de igualdad soberana de los Estados, de no injerencia en los asuntos internos y del respeto del derecho inalienable de los pueblos a disponer de ellos mismos» Fuentes diplomáticas apuntaron que «el Gobierno de España considera a Argelia un país vecino y amigo y reitera su plena disponibilidad para seguir manteniendo y desarrollando las especiales relaciones de cooperación entre los dos países, en beneficio de ambos pueblos».

Aunque desde un principio, el Gobierno se afanó por quitarle hierro al enfado de Argelia, la realidad es que las señales se fueron intensificando a medida que Madrid y Rabat escenificaban una nueva era. Primero, Argelia llamó a consultas a su embajador en Madrid, lo que en la práctica supuso su retirada diplomática de España. Ya entonces, mostraron su «sorpresa» por el cambio de guión. Posteriormente, el gas argelino –del que España era uno de sus principales compradores– entró en juego. Argel, pese a asegurar que mantendría los contratos con Madrid, abrió su mercado a otros países como Italia al tiempo que amenazó con cerrar el grifo si España negociaba con Marruecos. No en vano, hay que subrayar que tanto Marruecos como Argelia se disputan la hegemonía en la región. Ambos rompieron relaciones el verano pasado. En medio de un escenario geopolítico cada día más incierto, el giro de 180 grados sobre el Sáhara sorprende con su primera gran consecuencia, siempre negada desde el Gobierno.