Historia
Tres falangistas en el Fuerte de San Cristóbal, Lugar de Memoria para Bildu
La mayor fuga de presos de Europa se vivió en el enclave navarro en 1938
EH Bildu planteó el pasado martes en el Congreso de los Diputados un total de 54 enmiendas a la Ley de Memoria Democrática,entre las que destaca la propuesta de ceder al Gobierno de Navarra el Fuerte de San Cristóbal para «adecuarlo como Lugar de Memoria». Es uno de los peajes del Gobierno para lograr la aprobación de la norma que amplía la aprobada en 2007 por el Gobierno de Zapatero.
San Cristóbal, una fortaleza construida durante las guerras carlistas, a unos diez kilómetros de Pamplona, fue reconvertida en prisión en 1934, función que mantuvo durante laGuerra Civil, cuando albergó a presos de todo tipo, la mayoría republicanos. En total, llegó a acoger a 2.487 reos que vivían en unas condiciones extremas. «Sufrían mala alimentación, enfermedades, mucha humedad, frío y un hacinamiento espantoso», relató a la agencia Efe Ángel Urío, vocal de la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra. Una situación de penuria extrema que va fraguando la idea de una fuga en aquellos hombres entre los que hay una minoría completamente alejada de las ideas del resto. Son tres falangistas, Ángel Alcázar, José Chamorro y José Rodiles, seguidores de Manuel Hedilla que han sido condenados en Salamanca en agosto de 1937.
Alcázar de Velasco, que fue condecorado por el propioJosé Antonio Primo de Rivera en 1934, ha propuesto hasta en dos ocasiones asesinar a Franco. Es detenido, juzgado por «rebelión militar» y condenado a cadena perpetua. En San Cristóbal comparte estancia con Chamorro y Rodiles en un régimen de reclusión más suave que en las galerías de la prisión. Sus compañeros son trasladados al penal de Valladolid el 17 de mayo de 1938, por lo que no están ya cuando se produce la gran evasión, cinco días después. Se trata de la mayor fuga de presos en España y Europa, tanto por el número de huidos como por sus consecuencias, preparada por una treintena de prisioneros en reuniones en las que se hablaba en esperanto para no ser descubiertos.
La noche del domingo 22 desarman a los escasos militares de guardia, se apropian de sus armas y se dirigen a la sala donde cena el resto de los vigilantes, que se rinden rápidamente, salvo un soldado que opone resistencia y muere de un golpe con una barra metálica. En poco más de media hora los reclusos se han hecho con la prisión y al grito de «¡Sois libres! ¡A Francia!», 795 de ellosse pierden en la oscuridad.
¿Y qué ha pasado con Alcázar? Lo recoge el sumario 1916 de 1938, donde declara ante el coronel instructor, el 31 de mayo, al que se presenta como número tres de los fundadores de Falange Española: «Se encontraba en el pabellón 3C con sus compañeros de reclusión […] los compañeros de presidio, todo el pabellón le aconsejó que se escondiera, porque según decían los reclusos que llegaban, le andaban buscando para matar, dada su significación de falangista […] Aprovechando la solidaridad de los señores que habitaban en el pabellón el declarante, con otro de los reclusos, acudió en auxilio de los guardianes y Jefe de los Servicios a quienes encontraron en la escalera subiendo en busca de su auxilio».
En 1977 el propio Ángel Alcázar da su versión en el libro «La gran fuga», con el que fue finalista en el premio Espejo de España (Planeta), y donde cuenta que da la voz de alarma en Pamplona [cuando ha huido por sus propios medios], provocando una batida de falangistas y guardias civiles de la capital navarra que acuden a reprimir la fuga. Así consigue que se le reduzca la pena a tan solo dos años. El relato del también novillero, periodista y espía ha sido criticado y puesto en cuestión por autores como José María Jimeno Jurío («El fuerte de San Cristóbal/Ezkaba, lugar de la memoria»).
Detienen a los huidos que no son ejecutados in situ (el paradero de muchas tumbas se desconoce a día de hoy) y otros se despeñan por las montañas. Más de doscientos presos serán pasados por las armas. Los demás volverán a la cárcel y serán sometidos a juicio. Solo tres han logrado cruzar la frontera francesa.
En 1987, el Ejército abandonó las instalaciones militares, a día de hoy completamente abandonadas, propiedad del Ministerio de Defensa.
Los sucesos de San Cristóbal han sido recientemente revisados por Alejandro Torrús («La gran evasión española») y Fermín Ezkieta («Los fugados del fuerte de Ezkaba»).
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