Choque

El Gobierno rebaja la tensión, pero recela del viraje de Díaz

Escenifican una foto de unidad, aunque no habrá cambios en el gasto en Defensa: «No hay nada que debatir»

El Gobierno intenta acallar el ruido interno. Después de 48 horas de convulsión en el seno del Ejecutivo, a cuenta del crédito de 1.000 millones de euros para gasto militar, en la coalición se han conjurado para rebajar la tensión e intentar visibilizar una unidad que no existe. Las posturas siguen alejadas e inamovibles. La cuestión de la inversión en Defensa no tiene visos de fácil resolución. Al contrario que otras polémicas anteriores en las que el presidente ha intercedido para mediar, en esta ocasión en Moncloa se muestran inflexibles. «No hay nada que debatir», señalan.

En el Ejecutivo son conscientes del perjuicio que les genera tener este frente abierto en vísperas del debate sobre el estado de la nación al que el Gobierno da máxima prioridad para marcar agenda y dilatar el efecto positivo de la cumbre de la OTAN. Por ello, se ha maniobrado con total rapidez para cerrar, al menos de cara a la galería, esta vía de agua. Pedro Sánchez y las ministras de Podemos, Ione Belarra e Irene Montero, aprovecharon ayer el acto «Infancia con Derechos: Plan de Acción Estatal de la Garantía Infantil Europea» en CaixaForum Madrid para escenificar un cierre de filas público.

Aparte de la foto de unidad a su llegada, tanto Belarra como Sánchez se dedicaron palabras de agradecimiento y elogios mutuos durante sus intervenciones, con el «compromiso» del Gobierno en la lucha contra la pobreza infantil como telón de fondo. Una lucha, para la que se necesitan «políticas ambiciosas y comprometidas». «Queremos que todos los niños y niñas tengan acceso a todos los derechos», dijo Belarra. Se da la circunstancia, además, de que el mismo martes en que se aprobó el crédito para Defensa también se validó el citado plan sobre la infancia en el que España prevé invertir idéntica cuantía a la del crédito de Defensa, 1.000 millones de euros. Un plan que no tuvo ningún eco, porque quedó opacado por las discrepancias internas por el gasto militar.

Este es el principal desafío al que se enfrenta el Gobierno, que ve como sus problemas para proyectar su agenda legislativa en la opinión pública vienen no solo por el ensordecedor «ruido» de la oposición, sino también por el que generan dentro del Consejo de Ministros. En el ala socialista atendieron la petición de Yolanda Díaz de reunir la comisión de seguimiento que fiscaliza el desarrollo de la coalición, enmarcándola en la «normalidad», pero en privado cuestionan que vaya a tener algún efecto balsámico. «No estamos negociando nada, no hay nada que negociar, hay una guerra a las puertas de Europa y España va a cumplir sus compromisos», sostienen.

Otro elemento añadido a la gestión de la crisis interna es el papel que ha jugado Yolanda Díaz. La vicepresidenta segunda adoptó una posición protagonista y fue la encargada de reclamar la reunión «urgente» de la comisión de seguimiento de la coalición, en un viraje que no pasó desapercibido. Díaz acostumbra a rebajar las polémicas y tratarlas en privado, en lugar de amplificarlas públicamente. Un cambio de actitud que en Moncloa agradecieron tras la salida de Pablo Iglesias del Consejo de Ministros y del que ahora recelan.

En el ala socialista entienden el «momentum» de la vicepresidenta, en vísperas de lanzar mañana su plataforma Sumar, y ahora se muestran a la expectativa para resolver si en el futuro mantiene esta línea de sobreactuación para marcar perfil propio frente al PSOE o vuelve a su comportamiento habitual. «Nuestra coalición progresista es más imprescindible que nunca. Para dar un mensaje de tranquilidad a mi país, el presidente y yo vamos a buscar todas las fórmulas imaginativas sobre el presupuesto de Defensa y lo que más me importa es que los españoles no sufran», dijo ayer Díaz desde Roma, retomando su tono conciliador.

En el entorno del presidente del Gobierno se ha debatido profusamente qué hacer con Díaz, conscientes de que darle alas entraña riesgos, pero no hacerlo, asfixiarla políticamente como intentan desde el partido morado, supondría también una trampa para los socialistas. Sánchez ya ha verbalizado públicamente que necesita una izquierda a la izquierda del PSOE fuerte para que salgan las cuentas en 2024 para reeditar el Gobierno de coalición. De ahí que desde Moncloa se haya permitido que la vicepresidenta segunda rentabilizase los réditos del diálogo social durante la pandemia. Más tensiones generó la negociación de la reforma laboral, de la que Sánchez tuvo que tomar las riendas en su recta final, ante la amenaza de que Díaz la cerrase sin la adhesión de los empresarios. Algo imprescindible para Moncloa. En todo caso, la actual crisis no está cerrada y a la espera de que se reúnan las dos delegaciones gubernamentales, la vocación del Gobierno es inamovible sobre el gasto en Defensa.