Jorge Vilches

El rearme silencioso del PP

El PP de Moreno dio una lección a la izquierda y a Vox. Cuando la gente está cansada de la política y de los políticos, como ahora, sin creer a ninguno, deben ser los hechos quienes hablen.

La toma de posesión de Moreno ha tenido el mismo perfil discreto de su gestión. Es inteligente sin sobreactuar. Ha demostrado que el estilo bronco y populista solo sirve cuando la economía va mal y desde la oposición. En el resto de ocasiones se hace el ridículo. Dos ejemplos: el PSOE en Andalucía y Podemos en el Gobierno. El grito penaliza y la moderación renta. De momento Michavila da 12 puntos de ventaja al PP sobre el PSOE.

El exabrupto va dejando paso a la gestión. Hasta Olona ha rectificado después de una campaña bronca. El PP de Moreno dio una lección a la izquierda y a Vox. Cuando la gente está cansada de la política y de los políticos, como ahora, sin creer a ninguno, deben ser los hechos quienes hablen. Es el momento de gestionar y callar; de cazar ratones, que diría el clásico. Es evidente que unas elecciones autonómicas no son exactamente igual que unas generales, y que sacar paralelismos es de catetos. Lo que cuenta para una campaña es la disposición del electorado a ciertos estímulos políticos. Esto significa que si en Andalucía han votado a Moreno electores a su izquierda y a su derecha, sin prejuicios ideológicos ni mala conciencia, también pueden hacerlo en las generales ante un estímulo similar.

El perfil político de Moreno es muy sencillo: solidaridad con el resto de España desde el «orgullo andaluz», y lealtad a la Constitución. Fin de la historia. A partir de ahí, resultados económicos, paz social y empleo, con bajada de impuestos y atracción de inversiones. Esto demuestra que quedan muy alejadas de la realidad las acusaciones de «extrema derecha» que hicieron las izquierdas.

Es la vuelta discreta de la tecnocracia. De hecho, en Sevilla estuvieron Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría, símbolos de la España que se rehizo tras la catástrofe de Zapatero. No sorprende. Ahora, las personas que pululan Génova son de la vieja guardia marianista, con el añadido de los hombres de Feijóo y los de Moreno. Ya están preparando su gabinete en la sombra y un plan económico para afrontar los primeros cien días de gobierno.

Mientras, Sánchez va liquidando a todos los que fracasan o se interponen en su camino. Esta semana fueron Lastra y los portavoces. No los ha sustituido por nadie interesante, sino por una personal leal, María Jesús Montero, que sirve de comodín para todo, y un converso al sanchismo, Patxi López, quizá el peor presidente que ha tenido el Congreso y el candidato que dejó en ridículo a Sánchez con aquello de «Pero, Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?».

Al tiempo que el PP se rearma de forma silenciosa consolidando sus expectativas electorales, Sánchez se empeña en hacer oposición a la oposición, y en exhibir retórica anticapitalista y política contra «los más poderosos». El despropósito es sorprendente, porque a renglón seguido los socialistas dicen que el PSOE debe «reconectar con la realidad». ¿Qué realidad? Esta semana han aprobado la ley de memoria histórica dictada por Bildu, han cambiado a la Fiscal por otro socialista, han despedido a Lastra mintiendo sobre el motivo, y ahora prometen que van a legislar contra las compañías eléctricas y los bancos. A esto añaden «ni un paso atrás en la transición ecológica» para beneficiar a esas mismas eléctricas e ir a contracorriente de la Unión Europea.

Sánchez cree que es suficiente mover las mismas piezas a casillas diferentes para dar la sensación de cambio. Es un truco fallido. A estas alturas la ha pifiado tanto que solo genera incredulidad y desconfianza, cansancio e hilaridad.

Nunca se lo habían puesto mejor a la oposición. Feijóo, si no se equivoca otra vez de botón, habrá dado en la tecla adecuada. Cuando ruge la marabunta socialista desde la Moncloa hay que ir de puntillas con el libreto de soluciones bajo el brazo. Nada de baladronadas ni subidas de tono.