Toni Bolaño
Cuenta atrás: 307 días
Sánchez y Feijóo se rearman con nuevos rostros y estrategias
Quedan 307 días. O 43 semanas. El 28 de mayo de 2023 es el día donde PP y PSOE se la juegan. Del éxito de las elecciones autonómicas y municipales depende el premio gordo: las generales que, como mucho, se convocarán en enero de 2024, tras la Presidencia europea que corresponde el segundo semestre a España. Con este horizonte temporal, los partidos ya velan armas. PSOE y PP, porque saben que se juegan su más inmediato futuro. Ciudadanos ya recoge bártulos porque ha dicho todo lo que tenía que decir en la política española. Vox se apresta a mantener sus expectativas para no quedarse en el rincón de la irrelevancia y Podemos, mejor dicho el liderazgo de Yolanda Díaz, debe hacer deprisa sus deberes para presentar sólidas candidaturas para determinar su presencia territorial y su fortaleza ante las generales. En Cataluña, ERC y Junts per Catalunya dirimirán su enésimo pulso mientras que los socialistas se aprestan a ganar las municipales por primera vez desde 2015. Y en el País Vasco, PNV y Bildu afilan las hachas para conseguir situarse en el primer lugar del podio.
De momento, el PP vuelve a ser primera fuerza en intención de voto desde octubre de 2017. Han pasado casi cinco años para que los populares, con un recién estrenado liderazgo, suban de golpe tres puntos y medio, alcanzando el nivel más alto desde enero de 2012 y ganando el pulso al PSOE en la franja de edad de 25 a 65 años. O sea, según las encuestas, el PP gana aunque no se asegura la mayoría absoluta, y el PSOE, con los cambios de la última semana, no se da por vencido y engrasa su potente maquinaria electoral para mantener el poder territorial, como mínimo, logrado en 2019.
Ciertamente, sería un error por parte del PP el fiarlo todo a las encuestas porque las autonómicas y municipales tienen su propia dinámica en la que juega la idiosincrasia de cada comunidad o Ayuntamiento y, como no, los liderazgos territoriales. El PSOE, en cambio, sí que debe tener en cuenta las encuestas nacionales, porque el desgaste del Gobierno –y con la que se espera para otoño e invierno se puede acentuar la percepción de fragilidad del Ejecutivo– puede instalarse en el imaginario colectivo y, a diferencia de 2019 donde Pedro Sánchez desde Moncloa impulsó las candidaturas socialistas, ahora en 2023 puede ser todo un lastre, repitiendo la historia de 2011.
Sánchez y Feijóo están rearmándose con nuevos rostros y nuevas estrategias. La batalla económica y ecológica serán el epicentro, sin olvidar el debate sobre el modelo de España. Uno y otro han puesto la letra que debe ser musicada por los candidatos y candidatas en todo el territorio nacional, en una suerte de primarias de las generales.
Feijóo puede acariciar la idea de que el 23 es un año bisiesto y el refranero popular es contundente con su «año bisiesto, año siniestro», porque se asocia a la mala suerte. La de Sánchez, se entiende. Y el presidente puede acariciar justo la contraria. Pedro Sánchez es un rara avis, uno de los 30.000 españoles que cumplen años el 29 de febrero, una seña de identidad para los que nacieron ese día que se pueden permitir el lujo de celebrar su aniversario una vez cada cuatro años. Dicen que los «bisiestos» desarrollan una fortaleza especial y que suelen destacar por sus dotes de liderazgo.
Quédense con lo que prefieran, pero los datos se imponen a las creencias. Sin embargo, los datos no son estables y están sometidos a un sinfín de vaivenes y de variables. Un error puede ser letal para una de las dos fuerzas mayoritarias de la política española.
El PSOE tiene en contra lidiar con una crisis imprevisible en la que parece que hagas lo que hagas sales mal parado –que se lo digan a Johnson, Draghi, Macron o al propio Scholz– y el PP debe luchar contra sus ganas de acelerar los tiempos. Volviendo al refranero, en época de tribulaciones, pocos cambios. Feijóo mejor hará en moverse poco.
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