La opinión
Ser candidato y no morir en el intento
La peor parte en la derecha es para Vox, que empieza a luchar por no caer después de abandonar las expectativas de sorpaso a los populares que llegó a acariciar antes de las andaluzas.
La ralentización de la economía china es la enésima mala noticia de este año. La crisis energética, la subida de los tipos de interés y la temida inflación completan el coctel al que debe hacer frente Europa este otoño.
En España, el problema del empleo constituye la principal preocupación. La pérdida de 187.000 empleos durante el mes de agosto marca un cambio en la tendencia, aunque, de momento, el número de empleados continúe por encima de los 20 millones y el número de afiliados a la Seguridad Social haya crecido.
A las turbulencias económicas hay que añadir un clima que se debate entre la desconfianza y la crispación política. Cuando las empresas temen por su cuenta de resultados y los trabajadores por sus ingresos, los enfrentamientos políticos producen hartazgo.
El PP parece ir con viento a favor, pero a Feijóo empiezan a salirle algunos granos molestos, como el de Díaz Ayuso en Madrid. La estrategia del gallego ha funcionado hasta el momento, un traje de moderación, de experiencia institucional y paciencia para ver cómo se desmorona el gobierno, pero la contienda particular que libra Ayuso puede gripar el motor de su maquinaria.
De momento, la peor parte en la derecha es para Vox, que empieza a luchar por no caer después de abandonar las expectativas de sorpaso a los populares que llegó a acariciar antes de las andaluzas.
En la izquierda las cosas son diferentes. A Yolanda Díaz le han segado la hierba bajo los pies los mismos que la designaron. Aunque es la política mejor valorada de la izquierda, en época de crisis, los electores huyen de los partidos y movimientos conflictivos, y lo que hay a la izquierda del PSOE es un lío tremendo. En el PSOE, aunque Sánchez tiene el mayor poder interno que se recuerde, está muy desgastado socialmente. No ha pescado votos en las farragosas aguas de Podemos y parte de su electorado se marcha al PP. Es un problema para los socialistas porque poco pueden hacer si no hay cambio de candidato.
Un buen ejemplo se puede observar en la comunidad valenciana. Ximo Puig es el político mejor valorado, ha consolidado un perfil de solvencia gubernamental que le convierte en el rival de más peso, pero hay una parte del voto al que no llega por culpa de la política nacional. Lo mismo podría decirse de otras comunidades y municipios cuyos candidatos temen morir en el intento.
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