Pablo Iglesias

Los desengañados por Díaz e Iglesias

La vicepresidenta vio el hueco y ha adoptado un papel institucional pero más izquierdista que los socialistas. Su objetivo es, paradójicamente, que Sánchez sea presidente, para ella seguir sentándose en el Consejo de Ministros

El exvicepresidente del Gobierno y exsecretario general de Podemos y actual presidente del Instituto República y Democracia Pablo Iglesias, y la ministra de Igualdad y diputada de Podemos Irene Montero
El exvicepresidente del Gobierno y exsecretario general de Podemos y actual presidente del Instituto República y Democracia Pablo Iglesias, y la ministra de Igualdad y diputada de Podemos Irene MonteroMARISCALAgencia EFE

El voto en la izquierda es, actualmente, un laberinto. Podemos se ha quedado reducido a un sector de la sociedad que nunca votaría al PSOE, son los votantes que provienen de IU y de otros partidos que, históricamente, han identificado al Partido Socialista como el adversario a batir.

Pero hay otra órbita sobre la que planean los que, desde hace diez años, han ido abandonando al PSOE para buscar opciones menos contaminadas por su paso por el gobierno.

En principio, apoyaron a Podemos, pero poco a poco se han ido distanciando y, en este momento, depositan su esperanza en Yolanda Díaz.

La vicepresidenta vio el hueco y ha adoptado un papel institucional pero más izquierdista que los socialistas. Su objetivo es, paradójicamente, que Sánchez sea presidente, para ella seguir sentándose en el Consejo de Ministros.

Se trata de un equilibrio difícil, en el que los papeles de adversario, competidor y socio conviven. Por si fuera poca su papeleta, ha estallado la guerra con Pablo Iglesias.

La tensión no es solo una cuestión de ego, que también, es el desenlace de lo que Iglesias considera una equivocación personal: la designación de Díaz. Lo hizo a dedo, ejerciendo su poder entre los morados, porque pensó que sería fácilmente controlable.

Pero las cosas le han salido mal. La candidata vuela por libre, ha construido su perfil de moderación y de responsabilidad institucional para diferenciarse de las incómodas posiciones podemitas.

Ha consolidado su propia marca basando su liderazgo en un movimiento y no en un partido, algo muy de moda en Europa. En definitiva, cabalgó sobre Podemos mientras eran necesarios.

Ahora, le sobran. Ve a la organización morada como una piraña hambrienta por ocupar escaños que estarán en el Congreso vigilándola y atándola a las disciplinas internas marcadas por Ione Belarra, Irene Montero y Pablo Iglesias.

Este último ha marcado públicamente que están rotos entre ellos y que si prescinde de Podemos, se encargará personalmente de que fracase estrepitosamente en las elecciones. Ha certificado lo que ya se sabía.

Ya veremos si el agua llega al río o reconducen su relación, pero, para ellos, nada será igual, la ruptura es similar a la que hubo entre Errejón e Iglesias.

El damnificado de este asunto es Sánchez, incapaz de recuperar a esa franja de votantes podría perder el gobierno después de las próximas elecciones porque, los desengañados de Díaz-Iglesias podrían preferir la abstención antes que votarle.