Polémica

En Moncloa «aplauden» a Vox

La bronca alivia a Montero y distrae el foco de su soledad y de la petición de responsabilidades políticas por el «sí es sí». Consigna del núcleo duro socialista: «Hay que usarlo contra Feijóo»

María Jesús Montero, ministra de Hacienda, celebrando ayer con su grupo parlamentario la aprobación de los presupuestos
María Jesús Montero, ministra de Hacienda, celebrando ayer con su grupo parlamentario la aprobación de los presupuestosAlberto R. RoldánLa Razón

Vox, con la salida de tono del miércoles de la diputada Carla Toscano, ha conseguido hacer más en favor de la ministra de Igualdad, Irene Montero, que todas las forzadas, y contadas, declaraciones de cargos socialistas y de la izquierda que se han ido produciendo, con cuentagotas, durante estos días. Una movilización discreta y dirigida a escenificar un forzado cierre de filas con la ley del «sí es sí», ante la alarma social por las rebajas de penas a violadores y agresores sexuales. Toscano dijo en el Congreso que el único mérito de la ministra era «haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias», y su partido la ha respaldado y ayer siguió alimentando la bronca. De tal forma que Montero ha visto en los exabruptos de Vox el alivio que no había encontrado en el Consejo de Ministros ni en el PSOE, salvo por el presidente Pedro Sánchez, que, como en otras crisis anteriores, optó por blindar la coalición y no desautorizar a la ministra de Podemos. Dirigentes socialistas se felicitaban ayer de que Vox sea «el mejor escudo para refugiarse del escándalo» que, en otro contexto político, y con plena libertad del presidente del Gobierno para decidir sobre la suerte de todos sus ministros, podría haber dejado a Montero fuera del Ejecutivo. Así, el partido de Santiago Abascal se colgó el mérito de ser el centro del debate presupuestario, recuperando el protagonismo y el espacio que había perdido con la llegada de Alberto Núñez Feijóo al liderazgo del PP y la crisis interna que se les abrió por el mal resultado en las elecciones andaluzas. Pero con una estrategia que hizo que el foco se desviase de las responsabilidades políticas que debería asumir la ministra de Igualdad por una ley con graves defectos jurídicos, y sobre los que había sido advertida, para centrarse en las reacciones a la injerencia en su vida personal y en su relación con Pablo Iglesias.

Este episodio ha encendido algunas alarmas en el PP, por lo que entienden que es una estrategia de «confrontación» que beneficia al presidente del Gobierno. «La táctica de Vox de disparar contra la izquierda, y también contra nosotros, por nuestra supuesta tibieza en el ejercicio de la oposición, solo suma a Sánchez».

Al margen del rédito electoral de unos y otros, lo cierto es que Vox no tiene otra vía para tapar las filtraciones que buscan dinamitar al partido desde dentro, y que ha estado haciendo Macarena Olona, y para incomodar al PP en su trabajo de oposición.

En Moncloa y en la dirección socialista aplauden, sin reparos, el giro que Vox ha dado a la situación, aflojándoles la presión sobre un tema que es bandera de la izquierda y sobre una ley, con efectos nefastos, y que entraba, además, dentro del capítulo legislativo que la coalición pretende utilizar como bandera electoral. El balance es que la posición de Vox ha vuelto a unir a la izquierda, enfrentada en una lucha encarnizada de Podemos con la vicepresidenta, Yolanda Díaz, y Moncloa y Ferraz intentarán aprovechar a futuro esta vía de escape para tapar sus debilidades. La aprobación de los Presupuestos Generales del Estado quedó eclipsada por la bronca política, pero esto tampoco disgustó al núcleo duro de Moncloa, ya que les ayudó a poner sordina a la derogación del delito de sedición, que entra en el acuerdo presupuestario con ERC.

Los análisis demoscópicos sobre los que construye su estrategia el PSOE apuestan por una política que favorezca el enfrentamiento ideológico y que contribuya a mover a Feijóo hacia la derecha, para que pierda el perfil más moderado con el que llegó a Madrid y sobre el que aupó al partido a sus mejores expectativas electorales. El «efecto Feijóo» que se dejó notar en la ruptura del enquistamiento entre bloques, provocando que, por primera vez, hubiera traspaso de voto socialista de 2019 hacia la bolsa del PP, según han recogido encuestas publicadas, y las que manejan también en Moncloa.

De la misma manera, en las baronías del PP advierten del riesgo de dejarse arrastrar por una estrategia de la izquierda que les vuelva a identificar con un partido «enfadado» y que va siempre a la contra. «Las próximas elecciones se van a decantar a favor de quien tenga más capacidad de ilusionar a la gente. La victoria la decide la suma de ilusión, expectativas y capacidad de ofrecer soluciones que no pasen por el catastrofismo», valoran desde uno de los Gobiernos autonómicos del PP. Los dirigentes territoriales miran con crecientes recelos la batalla campal de la política madrileña, y temen las consecuencias de dejarse arrastrar por ella. «A Sánchez le beneficia todo lo que suponga generar ruido y distraer la atención. A nosotros nos interesa no perder el perfil presidencial, de gente seria, y que es coherente con aquella declaración de Feijóo de que venía a la política a resolver problemas. La sedición y todo lo que tiene que ver con Cataluña deben tener su respuesta, pero sin dejarnos arrastrar». Génova tiene que elegir qué camino es el mejor para seguir absorbiendo voto, una vez que dan por amortizadas las siglas de Ciudadanos. Si por la derecha, en competencia con Vox, o por la vía de profundizar en el centro y, sobre todo, en la elaboración de un discurso económico y social atractivo para la mayoría social.