Abismo electoral

El PSOE, ante el desafío del 28-M: «Con ganar no basta»

El partido se enfrenta al primer examen a su poder territorial en las municipales y autonómicas, pero sabe que con ser primera fuerza no será suficiente, si sus socios caen: «El problema está a la izquierda»

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), acompañado por la presidenta del gobierno de La Rioja, Concha Andreu (i) y otras autoridades, visita este miércoles el monasterio de Yuso en San Millán de la Acogolla (La Rioja)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), acompañado por la presidenta del gobierno de La Rioja, Concha Andreu (i) y otras autoridades, visita este miércoles el monasterio de Yuso en San Millán de la Acogolla (La Rioja)RAQUEL MANZANARESAgencia EFE

A falta de seis meses para la primera meta volante electoral de lo que resta de legislatura, en el PSOE son «razonablemente optimistas» con las perspectivas del partido. El clima dominante es de satisfacción, porque consideran que «el balance» de la gestión del Ejecutivo es positiva y, lo que no lo es tanto, «se explicará». Se refieren a las últimas polémicas que rodean al Gobierno y que impiden que cristalice en la opinión pública los réditos de su acción ejecutiva. «No hemos perdido una votación en el Congreso», recuerdan orgullosos, para lamentar, a renglón seguido, que la falta de «cultura de coalición» en España haga que se desvíe el foco, con demasiada frecuencia, hacia el ruido y los socios, en lugar de proyectarse sobre las políticas concretas que se aprueban o sus resultados para la ciudadanía.

Sin embargo, es el propio Gobierno el que abre o alimenta los debates que le desgastan. De las polémicas que cercan a Moncloa, ninguna surge como consecuencia de la presión ejercida por parte de la oposición. Son tropiezos propios o incluso autosabotajes. La crisis de Melilla, la Ley del «solo sí es sí», las discrepancias sobre la autodeterminación de género o la reforma de la malversación, entre otras, son charcos en los que está inmerso el Ejecutivo por iniciativa propia. Estas cuestiones que copan la atención nacional tienen su efecto directo también en los territorios, los primeros que se medirán al juicio de las urnas. En algunos feudos cunde la preocupación por la dinámica nociva que emana de Madrid y marcan distancias para evitar el «efecto contagio». En la dirección federal, sin embargo, no compran este «relato», porque dicen tener «datos», esto es, encuestas internas, que revelan que a los líderes territoriales «no les va mal».

Desde Ferraz defienden que los «candidatos socialistas van como una moto» y que no sufren el desgaste de la gestión propia o la del Gobierno central. «No hay efecto sedición», aseguran, antes de que pueda medirse el «efecto malversación». Estos movimientos generan un profundo malestar en los territorios –que ya han trasladado al propio Pedro Sánchez– por la percepción de subordinación al independentismo que trasladan a la opinión pública. Una percepción que en algunos territorios resulta «letal» y un «peaje inasumible». Sin embargo, desde la dirección socialista tienen claro el diagnóstico sobre el verdadero lastre del PSOE de cara a las próximas elecciones: los socios.

«El problema está a la izquierda. Con ganar no basta», resumen. El escenario endiablado que se le presenta a los socialistas el 28 de mayo es que pueden ser primera fuerza en las elecciones, a nivel municipal y autonómico, pero no revalidar algunos de los gobiernos que ostentan en la actualidad. El partido se juega mucho en estos comicios, que serán el mejor termómetro para anticipar las expectativas de cara a las generales. La posición del PSOE es comprometida, porque –en esencia– sale a defender el poder territorial que consiguió en 2019, cuando ganó en todas las autonomías –excepto Cantabria y Navarra– en las que concurrían a los comicios. Los socialistas capitalizaron entonces una importante cota de poder que ahora pugnan por retener: 58 de 100 municipios y nueve de los 12 territorios que se miden en las urnas.

Muchos de estos gobiernos se consiguieron por la mínima. Algunos, como Navarra sin ni siquiera haber sido primera fuerza. Y lo hicieron gracias al pacto con partidos a su izquierda o nacionalistas. En el partido son conscientes ahora de que sus posibilidades no residen únicamente en aguantar el tipo –«los presidentes socialistas se mantienen o suben», señalan las citadas fuentes–, sino en la pujanza de sus aliados. «La izquierda se cae», aseguran. Por ello, desde Moncloa y desde Ferraz no ahorran llamamientos a la unidad a sus socios, conscientes de que la suerte de su proyecto quedará en manos de la aritmética.

El «plebiscito» de Feijóo

El mensaje que deslizó el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo en su último cara a cara con Sánchez, asegurando que las elecciones del próximo 28 de mayo serán un plebiscito para el Gobierno generó, por arriesgado, cierta sorpresa en el PSOE. En el entorno de Pedro Sánchez son conscientes de la sentencia que suponen las municipales. Ningún partido que haya perdido estas elecciones –salvo José Luis Rodríguez Zapatero en 2007, la excepción que confirma la regla– ha mantenido la Moncloa después en unas generales. Sin embargo, los socialistas sí asumen que ganar en votos no trasladará un mensaje contundente si se retrocede en poder territorial.

Un retroceso en el liderazgo autonómico –el PSOE gobierna en nueve comunidades– supondría certificar el cambio de ciclo electoral en puertas de las generales que el partido niega sistemáticamente. A pesar de encadenar derrota tras derrota en los últimos comicios celebrados –Comunidad de Madrid, Galicia, País Vasco, Castilla y León y Andalucía–, desde la dirección federal se escudan en que ninguno de estos fracasos suponía un cambio real en el statu quo, ya que tampoco gobernaban antes de las elecciones, pese a haber ganado en algunos de estos feudos en 2019. El 28 de mayo, sí supone, sin embargo, el primer examen al poder territorial y el PSOE sabe que con ganar no basta.