Jorge Vilches

La murga sanchista

El sanchismo emprendió la colonización del Estado para someterlo a las exigencias de su proyecto partidista y crear un régimen nuevo.

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.Fernando SánchezEuropa Press

En los grandes estudios sobre el ocaso y quiebra de las democracias se advierte que es importante no asumir el lenguaje del político autoritario ni su relato. Esa narrativa es extendida por sus medios como la verdad revelada con el objetivo de engañar. Un ejemplo:el Gobierno elimina la separación de poderes y su prensa lo vende como democrático. Por eso creo importante describir la argumentación que propaga la murga sanchista para justificar el cambio de régimen y contribuir así a la resistencia a la demolición de nuestra democracia. El relato sanchista es el siguiente. El objetivo de Sánchez no es prolongar su vida en Moncloa, sino desinflamar la política catalana. Es puro altruismo y patriotismo bendecido por Europa y la religión del progreso universal.

La paz en Cataluña, asegura el sanchismo, depende de que se desmonte el Estado democrático de Derecho, tal y como quieren los independentistas. En Europa ven los cambios como una adaptación a los tiempos. Así queda demostrado que Sánchez es un innovador que hace política hacia el futuro y la derecha es inmovilista e involucionista.

La responsabilidad de Sánchez con el porvenir, dicen sus corifeos, obliga a los indultos, la eliminación de la sedición, la reforma de la malversación y el asalto al TC. Sánchez quiere que los golpistas condenados encabecen las listas nacionalistas en las elecciones. Es la gran baza electoral del PSOE en Cataluña. Esto es arreglar el desaguisado de Rajoy, que en 2017 aplicó el artículo 155 para impedir los derechos civiles de los catalanes y violentó sus calles. Por eso Sánchez deja que el grupo parlamentario de ERC marque la agenda legislativa. El arreglo es diseñar normas que exoneren a los golpistas y malversadores, única manera de hacer de España una democracia de verdad.Dijeron lo mismo al aprobar la Ley de Memoria Democrática dictada por Bildu, que convierte a los terroristas en luchadores por la libertad.

La democratización de España es urgente, dice el sanchismo. Por eso gobierna por decreto, multiplicando por 14 los decretos que firmó Aznar y por cuatro los de Rajoy. El parlamentarismo es un lastre, porque escuchar a la oposición derechista, de espíritu franquista y trumpista, es perder el tiempo. Todo debe ser por decreto y exprés, usando cualquier recoveco y fecha, aunque pase inadvertido y sin debate. Así han sido las enmiendas presentadas para castigar a los vocales del CGPJ que bloqueen la renovación del TC en «sentido progresista». No es democrático, dicen, resistir al rodillo de una mayoría constituyente y visionaria que nos viene a salvar.

El mensaje es que la derecha bloquea la democracia. Criticar el nacimiento del nuevo régimen, dice la murga sanchista, es el típico alarmismo de la derecha mediática y trumpista, algo propio de gentes que deben estar fuera de la democracia porque no la entienden ni la quieren.

Las derechas, afirman los sanchistas, no comprenden la magnitud de la obra de Sánchez. No solo el socialista está actualizando el régimen, homologando España a Europa, sino que es una jugada maestra contra los independentistas porque sus medidas cierran el procés y los dividen. Qué genio incomprendido.

La crítica al proyecto sanchista es una «retórica inflamada», dice el sanchismo, una reacción desesperada de la España cavernícola, machirula y fascistoide. No hace falta más que escuchar a Patxi López, que culpa al PP del cambio de régimen por la puerta de atrás. El mantenimiento de las bases del Estado democrático de Derecho, como la separación de poderes, nada significa frente al cumplimiento de un plan visionario. Ese plan, habrá que decirlo mientras la crítica no sea delito, empezó el primer día tras la moción de censura de 2018. El sanchismo emprendió la colonización del Estado para someterlo a las exigencias de su proyecto partidista y crear un régimen nuevo. Esto tiene un nombre por mucho que lo cante la murga: autoritarismo.