Opinión

España: una visión mediterránea

La nueva etapa que se abre en las relaciones bilaterales con Marruecos supondrá un importante beneficio tanto para Europa como para África

Pedro Sánchez y Mohamed VI durante una de sus últimas reuniones en Rabat
Pedro Sánchez y Mohamed VI durante una de sus últimas reuniones en RabatpoolLa Razón

La proximidad de la reunión mixta marroquí-española, prevista para los días 1 y 2 de febrero en Rabat, y las recientes declaraciones del Rey Felipe VI y del presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, sobre la colaboración con Marruecos y su profundidad, ponen el foco en la relación entre estos dos países. El Rey ha asegurado que «Marruecos y España han entrado en una nueva etapa en su relación bilateral», en referencia a la mencionada reunión de alto nivel, y ha recordado que «la vecindad natural de España y los estrechos lazos que nos unen en distintos ámbitos no deben ser pasados por alto». El Rey está colocando esta relación en el lugar que le corresponde, por los lazos históricos y posición geográfica.

Por su parte, el presidente del Gobierno español declaró en el Congreso que «los hechos y la realidad confirman la importancia de Marruecos para España y para Europa». Luego, enumeró, punto por punto, los entresijos de un pacto de asociación vital para los dos países, esencial para los dos continentes.

Sin embargo, para comprender plenamente sus declaraciones hay que recontextualizarlas en el marco de la muy elaborada acción diplomática del Gobierno español, que se posiciona ahora como actor principal en el conjunto de Europa y, como tal, como catalizador de las relaciones entre el eje Norte y Sur del Mediterráneo.

La guerra de Ucrania es el ejemplo de que Madrid puede dar un paso al frente. La posición española fue firme en los principios de la agresión rusa, a diferencia de los países del norte de Europa, que vacilaron antes de ceder a la presión estadounidense y comprometerse totalmente con Ucrania. Pedro Sánchez tuvo una posición muy clara, afirmando que la agresión rusa iba dirigida a Europa, que Putin cometió un gravísimo error estratégico con la invasión de un país independiente y soberano. El presidente del Gobierno reiteró esta posición ante los líderes de los países de la OTAN, para significar el compromiso total de su país con esta guerra.

España, por su situación geográfica, se encuentra en el centro del problema migratorio, que desestabiliza a todos los países europeos, e incluso amenaza a las instituciones de la UE.

En la frontera de dos continentes, España vive un alto nivel de amenaza terrorista, pero también de delincuencia transnacional del narcotráfico. En todos estos temas, Madrid tiene posiciones fuertes y realistas que le permiten obtener resultados y, sobre todo, asegurar que su acción es sostenible, algo de lo que pocos gobiernos pueden presumir. Es en este contexto en el que mejor puede entenderse la renovación de las relaciones con Marruecos. Porque aquí también el Ejecutivo de Sánchez ha hecho verdaderos avances.

En la lucha contra el terrorismo, la cooperación con Marruecos ha permitido desmantelar células en ambos países y evitar ataques bárbaros. Pedro Sánchez ha apoyado la acción de Marruecos contra la trata de seres humanos, manteniendo que el control marroquí es eficaz, y que eso le convierte en un socio creíble. No obstante, esta política tiene un coste, más allá del apoyo económico europeo, ya que fiel a sus valores, Marruecos acoge en su territorio 50.000 refugiados subsaharianos cuyo objetivo inicial era Europa.

Por ello, es preciso fomentar el desarrollo económico, única solución al fenómeno migratorio y sobre el que la cooperación entre ambos países es fundamental. En este contexto, las relaciones económicas hispano-marroquíes necesitan un nuevo discurso que contenga una realidad cada vez más compleja: la complementariedad entre ambos territorios. Así, España se ha convertido en el primer socio comercial de Marruecos, donde domina el comercio intraindustrial. El marco económico euromediterráneo, con todas sus carencias, ha permitido reducir los costes de transacción. Esta dinámica ha puesto de manifiesto que el desarrollo económico de Marruecos es positivo para la economía española, y que el crecimiento de esta también impulsa el crecimiento marroquí.

Por su proximidad, complementariedad y tejido institucional, España y Marruecos son socios económicos naturales y esta «naturaleza» de la relación exige un discurso coherente con este hecho. Sería, por tanto, deseable que este nuevo discurso se desarrollara el 1 de febrero en Rabat. La reunión conjunta de alto nivel deberá estudiar todas las distintas posibilidades en un espíritu de confianza y escucha.

El Rey Mohamed VI, en varias ocasiones, ha expresado su satisfacción por el privilegiado nivel en las relaciones de amistad y fructífera cooperación que unen a los dos reinos, basadas en el respeto y la estima mutua.

También ha reiterado su determinación de «proseguir la acción conjunta para elevar estas relaciones para el bien de los dos pueblos amigos».

Esta relación puede y debe convertirse en un modelo. Los dos países no deben actuar bajo la restricción de la política interna actual, sino que son parte de un proyecto geoestratégico.

Este es el enfoque más racional, lejos de la propaganda fútil y los pequeños odios irrisorios. Los dos continentes, Europa y África, solo pueden beneficiarse de esta relación que favorece los intereses mutuos y huir de anuncios sin futuro.