Peones para jaque mate

Si las encuestas se cumplen, Sánchez lo va a pasar mal. Será el «pato cojo» involuntario más evidente que hemos tenido en la democracia española. De ser ciertos los estudios electorales, las ocho capitales andaluzas serán del PP. Lo mismo puede ocurrir en Valencia. Esto es un cambio de ciclo. Los porcentajes de votos a los populares pueden superar una media del 40%. Si consiguen retener para las generales a la mayoría de esos electores, la victoria será suya.

A esto hay que sumar el factor «carro del vencedor». Esto significa que bolsas de votantes dudosos o de partidos cercanos al PP pueden decidirse por Feijóo para sumarse al ganador. La idea de «fin de ciclo» y de inicio de uno nuevo tiene un gran peso en las urnas. Esto, obviamente, será propalado por los medios, incluso los afectos al sanchismo, que tendrán muy difícil ocultar un «mapa azul» del país. Y la prensa extranjera verá los comicios locales españoles como una censura a Sánchez.

La evolución de los terceros partidos también es clarificadora. No se espera nada de Podemos, salvo que siga su paulatina desaparición. Los otros socios del sanchismo correrán mejor suerte, como ERC y Bildu, pero su éxito será la demostración de que la política del Gobierno sirve bien a los que quieren destruir el orden constitucional.

La solución catalana de Sánchez es, además, un callejón sin salida. Una jugada muerta de ajedrez. El PSC está negociando con ERC pactos en muchos ayuntamientos y diputaciones después de las elecciones de mayo. Espera así fortalecer su coalición con los republicanos y ganar en las generales unos 25 escaños. El precio será confirmar la crítica de la oposición y facilitar su derrota en el resto de España.

Al mismo tiempo, el PP ha crecido en municipios y autonomías a costa de Ciudadanos. Los fichajes solo dan a entender al electorado que el partido de Arrimadas ha muerto y que no confían en sus siglas ni sus propios cargos. Esto es demoledor para Cs y esperanzador para el PP. De hecho, el crecimiento en Andalucía va a ser fundamentalmente a costa del partido centrista. En tierras andaluzas, por tanto, si se cumplen los vaticinios podría escenificarse el inicio de la reconstrucción de la casa común de la derecha.

Vox no se desinfla en las encuestas municipales lo suficiente como para desaparecer, pero carece de la estructura territorial del PP y está abocado a entenderse con los populares. Es su única jugada, llegar a pactos con los populares. La fórmula de Feijóo al respecto es garantizar la autonomía del PP local para llegar a acuerdos, siempre dentro de los parámetros del partido. Si pactan con Vox es su responsabilidad, como Mañueco en Castilla y León.

La jugada de los peones de Feijóo, en definitiva, puede suponer un jaque mate para Sánchez. Hablamos de más de 3.000 alcaldes del PP en toda España, cuyo éxito electoral puede constituir una jugada definitiva. Podemos decir lo que queramos sobre el traslado del resultado de las locales a las nacionales, pero es innegable la existencia del efecto en la opinión pública.

El sanchismo ha jugado siempre con la baza de que son la expresión de «la gente», el altavoz de la «voluntad general», la democracia hecha carne. Si las elecciones autonómicas y municipales de mayo deshacen ese recurso demagógico, le quedará muy poco a Sánchez.

Los peones del PP habrán puesto contra las cuerdas al sanchismo. El PSOE solo podrá alargar los comicios generales, enrocarse y abrazarse a sus socios. Ni siquiera le valdrá corregir la Ley del «solo sí es sí», que le ha divorciado de sus bases femeninas de voto. Nadie olvidará que este presidente débil lo hizo obligado por la realidad y por la acción de la «derecha política, mediática y judicial», como dicen los corifeos podemitas.