Política

Comunidad de Madrid

26-M: una mayoría de derecha en Madrid

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El ejercicio de extrapolar datos de unas elecciones generales a unas autonómicas es siempre difícil, cuando no prácticamente imposible. Las elecciones del 28-A son únicas y atípicas. En ella se daban unas circunstancias que no volverán a repetirse, no solo a medio o largo plazo, sino incluso en las inminentes elecciones del 26 de mayo, a cuatro semanas.

Dos elementos se conjuraron para favorecer la victoria, en el conjunto de España, en escaños de izquierda y separatistas; la fragmentación de las derechas y el éxito propagandístico del miedo a Vox, que hizo que las izquierdas sumasen en la Comunidad de Madrid 218.000 votos más que en las elecciones generales de 2016, procedentes mayoritariamente de la abstención y también de nuevos electores.

Esta movilización permitió pasar a la izquierda madrileña de 1,4 a 1,6 millones de votos el 28-A, mientras que las derechas se mantuvieron en los 2 millones, pero divididas.

Pasado el temor a Vox, al ser ya sabedores de que son solo 24 escaños, el 6,9% de los 350 diputados y escarmentado su electorado, que ha perdido la mayoría de sus votos en circunscripciones en las que no ha conseguido escaño, es de esperar que vuelva a concentrarse el voto de las derechas y se desmotive a buena parte de la izquierda, por lo que es altamente probable una nueva victoria electoral autonómica de las derechas en la Comunidad de Madrid.

El reparto de escaños al Congreso en la Comunidad de Madrid, que pasa de 36 a 37 asientos, no obstante, ha sido muy similar al de 2016: las derechas han pasado de 21 a 20, mientras que las izquierdas suben de 15 a 17. Una extrapolación de estos escaños nacionales a diputados de la Asamblea de Madrid debería dar de nuevo mayoría al bloque de las derechas.

La derrota del PP se debe a errores de estrategia electoral, que son remontables de cara al 26-M, y en la Comunidad de Madrid, la joya de la corona de los populares españoles, es posible alcanzar de nuevo la mayoría, con Cs y Vox, siempre y cuando se baje la alerta entre el electorado de las izquierdas.

Además, el discurso del PP era confuso y radicalizado hacia la derecha, con lo que legitimaba el mensaje de Vox y blanqueaba a la derecha más radical, haciéndola atractiva para un 26,8% del electorado del PP que finalmente votó a Abascal.

Por otro lado, este lenguaje más propio de la era Fraga que de la actual, incrementaba la fuga de votantes del PP hacia Ciudadanos. Entre 2011 y 2016, el PP bajó de 11 millones de votos a 7,9, mientras Cs se situaba como cuarta fuerza política nacional con 31,1millones de votantes.

El 71,7% del voto popular se quedaba en el PP, y el restante 28,3% marchaba con Rivera.

El 28-A el PP ha visto nuevamente reducido en 3,5 millones sus votantes, pasando de 7,9 a 4,4 millones. Los de Rivera se han llevado 1,1 millón y los de Abascal 2,1 millones.

El discurso más duro del PP no solo ha seguido reforzando a Ciudadanos, sino que no ha logrado el objetivo buscado; que parte del electorado naranja vuelva a la casa popular. El PP ha dejado escapar a 2,1 millones. Este desastre ha dejado al partido en sus huesos, solo el 48,3% de los que votaron en 2016 al PP lo ha vuelto a hacer, pero si lo comparamos con el PP de la mayoría absoluta de Rajoy en 2011, solo el 34,6% de aquellos revalidaron su voto al PP el 28-A.

Hay que reconocer que el PP está en crisis. En solo dos años había pasado del 33% de los votos al 23% y Cs, del 15,9% al 23%. Si Rivera consiguió debilitar hasta tal extremo al PP solo ha bastado la irrupción de Vox para rematarlo.