Investidura

30 días de vértigo para el PP

►En el entorno de Feijóo se insiste en que el trámite hasta la investidura ni es «inútil» ni es «propagandístico»

Alberto Núñez Feijóo recoge su actas de diputado en el Congreso de los Diputados
Alberto Núñez Feijóo recoge su actas de diputado en el Congreso de los DiputadosGonzalo PérezLa Razón

La política española se ha convertido en un carrusel de sensaciones. Y este domingo tendremos otro cromo para pegar en el álbum. El PP va a abrir oficialmente el curso político en un tradicional acto que vuelve a su lugar habitual, tras unos años de exilio, en el Castillo de Soutomaior. Es necesario decir que todo estaba planeado hace tiempo para que Alberto Núñez Feijoo se presentara en Pontevedra, eufórico, como candidato a la presidencia del Gobierno y con los avales necesarios para recoger de manos de Pedro Sánchez las llaves de La Moncloa. Pero, las cosas no siempre salen como se proyectan. A día de hoy, el líder de los populares deberá conformarse con colocarse frente a los suyos con la etiqueta de «incierto aspirante» a la investidura. Así son los números de la endiablada aritmética parlamentaria.

El PP vencedor se presenta ante el nuevo curso con 30 días para contener la respiración por delante. Salvo un sorprendente giro de guion, todo indica que en un mes acabará con sus 137 diputados en la bancada… de la oposición. Sin embargo, en el entorno de Feijóo se insiste mucho, tras el aval del Rey, en que el trámite de estos días hasta el 26 de septiembre de investidura ni es «inútil» ni menos aún «propagandístico». De momento, las huestes populares van a disponer del foco mediático para desmontar los nudos que la izquierda política y mediática se han encargado de apretar desde la misma medianoche del 23 de julio. Aunque sean muchos días para estar en el centro del escenario y ello, naturalmente, entraña riesgos, al menos, Feijóo debería mostrar que ni está solo ni aislado. Cierto, en torno a él hay un partido cohesionado, con un poder territorial sin precedentes, con el aval de más de 8 millones de votos y con alianzas «cualitativas» con otros partidos como Vox, UPN y Coalición Canaria. Una ronda con asociaciones civiles, autonomías y ayuntamientos sería una buena pista de rodaje para despegar.

Ya veremos lo que ocurre con otras alianzas posibles que en verdad parecen imposibles. Por ejemplo, el PNV que por activa y pasiva lleva por delante su «no». El partido de Íñigo Urkullu y Andoni Ortuzar está preso de las urgencias electorales en el País Vasco del próximo mes de mayo. Su estrategia se fija en que el acercamiento a los populares que caminan de la mano de Vox en muchos lugares donde han pactado, les perjudicaría más que su abrazo al «frente progresista». Peor todavía están las cosas con Junts. Si el PP creyese que iba a gobernar con seguridad podría negociar con los de Carles Puigdemont dentro de la ley. Ahora bien, ¿sale a cuenta ver la foto, por ejemplo, del mandamás genovés con la portavoz independentista, Miriam Nogueras, para nada? Tiros en el pie los justos cuando se trata de cuestiones en las que estirar demasiado las costuras pueden suponer la crispación del debate en tu parroquia fiel. Feijóo sí va a tener la oportunidad de retratar al PSOE y a su líder. Al partido socialista por traicionar los ideales constitucionales con los que Felipe González apuntaló la Transición que ahora se pretende dinamitar. A Sánchez, que tanto presume de estar bien acompañando, proporcionándole machaconamente la cara real de sus auténticos costaleros: Oriol Junqueras, Arnaldo Otegi y, ahora también, el fugado de la Justicia, Carles Puigdemont. Los dinamiteros de la España que conocemos. El PP no puede permitir que su paso adelante deje más un mes al presidente en funciones en un segundo plano, maniobrando entre bambalinas y negociando la unidad española y las decisiones judiciales, en conversaciones sin luz ni taquígrafos.

Además, tal vez lo más importante, Feijóo va a disponer de una inigualable oportunidad de detallar –esta vez sí, sin límite de tiempo– su programa alternativo. Esto supone invertir a futuro. Porque, más temprano o tarde, el PP está llamado a ser el Gobierno. Así las cosas, su candidato podrá exponer su propio proyecto y amplificar los modelos que han arrasado en las urnas de Andalucía, Madrid, Comunidad Valenciana, La Rioja o Murcia, entre otras autonomías. Ya solamente que el presidente popular pueda visibilizar esa «otra España», integradora, dialogante, nada sectaria, sin atisbos de frentismo, que apuesta por la regeneración, la unidad española y la independencia de las instituciones, rigurosa en la gestión de los recursos públicos y ambiciosa, le habrá valido la pena llegar a su discurso.

Feijóo, con la ejemplar gestión de la ronda de consultas de Felipe VI, está donde quería: en la investidura y con margen temporal suficiente para asumir el liderazgo de una ronda con todos los partidos, salvo Bildu. El desenlace es previsible, pero eso no debería desanimar al PP. Hay aún mucha tela que cortar y la urgencia de demostrar en sede parlamentaria que hay remedio al precipicio al que conduce la alianza contra natura de Sánchez con Puigdemont y demás socios. Y retratar a cada uno ante sus votantes. Para que nadie se llame a engaño si hay que volver a las urnas el 14 de enero de 2024.