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El difícil oficio de ser rey

La Corona tiene que ser ejemplar, transparente, socialmente sensible y neutral. Don Felipe ha demostrado que reinar no le viene grande sino todo lo contrario

Dibujo de Álvaro Escolar Rodríguez, alumno de primero de la ESO, que ganó el concurso «¿Qué es un Rey para ti?»
Dibujo de Álvaro Escolar Rodríguez, alumno de primero de la ESO, que ganó el concurso «¿Qué es un Rey para ti?»larazon

El rey don Juan Carlos, al que con cierta ignorancia se le denomina emérito, no quiso tener una Corte y por tanto intentó extinguir la figura de los cortesanos solícitos que siempre estarían dispuestos a las alabanzas fáciles.

En España no hay Corte, pero sigue existiendo el oficio del cortesano, aunque sin los pomposos títulos de antaño y que hoy resultarían chocantes. El rey don Juan Carlos, al que con cierta ignorancia se le denomina emérito, no quiso tener una Corte y por tanto intentó extinguir la figura de los cortesanos solícitos que siempre estarían dispuestos a las alabanzas fáciles. Con los reyes, pero también con los presidentes de las repúblicas, es fácil caer en los excesos a la hora de glosar su vida y obras ejerciendo como hacían los viejos cronistas de antaño que se limitaban a ser complacientes hagiógrafos del soberano. Es lo que me sucede muchas veces cuando leo algunos artículos o libros. Es cierto que también están aquellos que hacen todo lo contrario, sin matices, dispuestos a desenterrar un republicanismo ramplón que ignora tanto la historia como la realidad actual. Es pronto para hacer un balance de Felipe VI, porque su reinado no ha hecho más que comenzar y se ha visto sometido a grandes turbulencias que no solo no han concluido sino que van a perdurar en el tiempo. Es ahora cuando está aprendiendo, realmente, el duro oficio de ser rey. No le bastaban ni el poso de la historia depositado en su familia, ni lo vivido desde que tiene uso de razón, ni su completa formación, ni la experiencia al lado de sus padres. Los monarcas en nuestro país han tenido que afrontar circunstancias y tiempos difíciles, no sólo en los dos últimos siglos sino desde el inicio de la Reconquista. La imagen idílica del oficio de rey solo lo encontramos en las películas y en los cuentos. La gran pregunta es qué sentido tiene la Monarquía en los tiempos modernos y en el contexto de una sociedad que rechaza los privilegios y tiene en la igualdad el principio básico que inspira nuestra Constitución. Don Juan Carlos demostró que lo tenía, pero se decía, con una cierta maledicencia, consciente o inconsciente, que había juancarlistas pero no monárquicos. Es cierto que España y los españoles hemos tenido una relación tormentosa con la Casa de Borbón desde el siglo XIX, pero también que siempre regresan y lo hacen, además, con un enorme apoyo y fervor popular. No es algo casual. Es un lugar común recordar que algunos de los países más avanzados, democráticos y solidarios son monarquías, pero también otros que están en ese mismo nivel son repúblicas. Por tanto no sirve de respuesta a la pregunta. La encontramos, precisamente, en la historia porque es la que ha conducido a que Gran Bretaña, Suecia, Noruega, Dinamarca, Japón, Holanda, Bélgica o España sean monarquías, porque ha sido el tránsito natural que han encontrado sus sociedades para seguir instaladas en el progreso social, político y económico. La Corona ha ido cambiando en todos ellos conforme lo hacía la sociedad y se adaptaba perfectamente a lo que esperaba de su jefatura del Estado. En todas han surgieron problemas e incluso escándalos, que superaron, pero siempre ha existido un concierto general sobre su utilidad y eficacia. Las viejas monarquías sustentadas en el poder absoluto y la legitimidad divina evolucionaron a caballo del constitucionalismo en las revoluciones liberales del siglo XIX. Algunas no lo consiguieron, pero otras supieron responder con éxito a los retos. Don Felipe cumple cincuenta años, una cifra tan redonda como simbólica, y hasta el momento ha demostrado que el oficio de rey no le viene grande sino todo lo contrario. Estoy convencido de que será un gran rey y hemos tenido muchos grandes reyes, aunque los españoles ignoremos en exceso nuestra historia. La Monarquía en España tiene sentido si es ejemplar en el ejercicio de sus funciones, pero también en su vida privada; transparente en el ejercicio de su alta magistratura; socialmente sensible y políticamente neutral. En cada país es diferente, pero en nuestro caso no hay que olvidar que esa continuidad ha sido, es y seguirá siendo muy provechosa para el conjunto de la sociedad. No hay que olvidar que la comunidad que se agrupa alrededor del idioma español, término más acertado que denominarlo castellano, tiene una importancia que no valoramos en su plenitud. Es una de las vertientes en las que resulta clave la figura de la Corona, tanto por la historia como por la continuidad. Es un papel impagable que, junto a otras facetas, otorga sentido a la institución de la Monarquía como forma política del Estado español. La Corona es el rey, pero no solo el rey sino una familia que es tan fundamental como clave para acertar en el ejercicio de las funciones que tiene constitucionalmente otorgadas. Don Felipe y doña Letizia lo están haciendo con prudencia y eficacia. España tiene un buen rey y una excelente familia a su lado.