Política

Proclamación de Felipe VI

¡A vuestras órdenes!

La Razón
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En una ceremonia sencilla pero de gran significado, el Rey Juan Carlos ha impuesto a su hijo la faja de Capitán General. No es momento de entrar en el significado de lo que representa su color carmesí, ni los cinco entorchados en hilo de oro que penden de sus borlas. Simplemente da visibilidad a lo que prevé el artículo 62.h de nuestra Constitución: «El Rey ejerce el mando supremo de las Fuerzas Armadas». Por supuesto, eran otros tiempos, pero viene bien recordar una crónica firmada en 1633 referida al buen rey Gustavo Adolfo de Suecia: «Animaba a sus soldados más con el ejemplo que con la palabra; sabía muy bien que no puede esperarse fe y lealtad donde rigen la esclavitud y el servilismo; jamás obligó a nadie a una empresa en la que él mismo no tomara parte; sus mayores triunfos jamás lograron cambiar su estado de ánimo o alterar su calma; la grandeza de su espíritu era tal, que en sus acciones dejó en segundo término la ostentación, anteponiendo a todo la conciencia, sin buscar recompensas en la fama sino pensando sólo en el bien de su nación(...)».

A partir de este acto celebrado en el propio Palacio de la Zarzuela, se desarrolló toda la solemne ceremonia de su proclamación. Toda España se abrió a la ilusión de un nuevo periodo de nuestra historia, atenta a lo que aconteció a lo largo de la jornada.

Día del Corpus, uno de los jueves esplendorosos de nuestro calendario. No lejos de Madrid, en Toledo, se conmemora la festividad, en un día en que la antigua capital del Reino se transfigura, vuelve a su esplendoroso pasado. Los alumnos de la Academia de Infantería participan como cada año en esta jornada en la que la luz, el calor, el esplendor y la tradición se funden en una misma manifestación de fe, conscientes de que en el Palacio de las Cortes el nuevo Jefe de las Fuerzas Armadas, el nuevo Rey, jura como tal –en cierto sentido renovando su juramento ante la bandera– su compromiso de servir a España. En una primera lectura parece que no hay conexión entre ambos actos. Por supuesto la hay, desde el momento en que se manifiesta una misma cultura, unos mismos valores de servicio al bien común, de respeto a la tradición y a las Instituciones.

Ya conocéis el oficio, mi general. Ya imagináis lo que conlleva el cargo. Habéis tenido cerca un buen patrón, ejemplo vivo que os ha repetido hasta la saciedad «mandar es servir». Estos últimos días han sido densos, estoy seguro, porque se han sumado sentimientos, prudencias políticas, difíciles decisiones protocolarias, presencias en actos creando enorme expectación, con informaciones internas y del exterior, en algunos casos, preocupantes.

En el interior, aparece todo un movimiento renovador que intenta llenar vacíos de poder político, lo que conlleva, a su vez , protagonismos, decepciones, deslealtades e incluso deserciones. Junto a ellas aparecen promesas que pueden llevar a ilusionar y a arrastrar, pero que necesitan el prudente filtro de su consolidación. Hemos construido una sociedad tan del momento, tan de última hora, que cuesta llegar a comprender el fondo de los problemas. Pero los problemas existen, como siempre. Porque en la historia de la Humanidad se repiten las confrontaciones, las controversias, las ambiciones y las crueldades, incluso entre hermanos. Cualquier persona normal se estremece ante las imágenes que nos llegan de Mosul y de Tikrit, no me atrevo a asegurar si son reales o ficticias, de soldados iraquíes asesinados a quemarropa, amontonados en fosas , por unos monstruos que dicen hacerlo en nombre de su dios. Y nos preguntamos todos: ¿Qué dios permite esto?

Y cuando hace una semana aplaudíamos el rezo en común del Papa Francisco junto al israelí Simon Peres y el palestino Mahmud Abás, ya vivimos hoy el trágico juego de la toma de rehenes israelíes, las inmediatas represalias y el cruce de fuegos de cohetes y misiles.

Me lleva esta inicial reflexión a pensar en Maquiavelo y su obra «El Príncipe». Soy fiel a una antigua edición de 1957 (Austral) por los comentarios que recoge de Napoleón Bonaparte. Maquiavelo introduce en su pensamiento los conceptos de afecto y respeto: «Si no puedes ser amado, debes ser por lo menos respetado»; introduce también la importancia de la fortuna, la contingencia, el destino, es decir de la suerte. ¡Necesitaréis también suerte, Señor! Michael Ignatieff (1947), el profesor canadiense de origen ruso –su familia emigró a Inglaterra en plena revolución rusa de 1917–, gran conocedor de la obra del diplomático de Florencia, matiza dos aspectos importantes de su obra, que considera sigue siendo la mejor guía para entender bien la política: «Si hay algo que los intelectuales nunca han entendido de Maquiavelo, es que la política es el arte de lo posible, hoy, ahora». Todo versa sobre el tiempo, sobre el momento preciso. Las ideas pueden ser muy buenas, pero totalmente imposibles en un contexto determinado. El genio político se refleja en saber cuándo atacar y cuándo replegarse; cuándo esperar y cuándo moverse; ser el mas fuerte, no necesariamente en todo el campo de batalla, sino en el punto y hora determinados. Con demasiada frecuencia las explicaciones llegan siempre tarde. «Actualmente, resumirá, el político ha de responder 24 horas al día, a todo, a todos, sobre todo». Mas parco, referido a los tiempos, citaba el general Mc Arthur: «La historia de los fracasos en la guerra, puede resumirse en dos palabras: demasiado tarde».

A estas alturas de curso, no os voy a decir, mi General, lo que son las Fuerzas Armadas. Conocéis y queréis de sobra a sus gentes. No serán ellas motivo de preocupación. Compartisteis con unas jóvenes promociones vuestra formación académica, entre 1985 y 1988, y hasta ayer compartíais con ellos ascensos y grado. Estarán orgullosos hoy de vuestro avance en la escalilla. Son gente mas que respetuosa con el reglamento que nos rige: la Constitución.

Tampoco os voy a decir lo que es una Directiva de Defensa Nacional o lo que es el Consejo de Seguridad Nacional. Una fotografía bien significativa tomada en agosto de 2012 a la que en su momento quizás no dimos importancia, os sitúa a la derecha de vuestro padre el Rey, con uniforme de teniente coronel del Ejército, rodeado de ministros y de Jefes de Estado Mayor. Muy pronto deberéis presidirlo.

Sabéis de sobra lo que se cuece en ámbitos de seguridad internacional. Hace doce años realizasteis un intenso ciclo de información en las instituciones de seguridad y defensa de la Unión Europea y de la Alianza Atlántica. Durante unas semanas visitasteis la sede de Bruselas y cuarteles generales ubicados en Alemania, Francia, Italia, Bosnia y Kosovo. En la sede de la OTAN os entrevistasteis con George Robertson, su Secretario General, con el presidente del Comité Militar, general Harald Kujak, y participasteis en una sesión del Consejo del Atlántico Norte. Por allí andaba y os acompañó un español de prestigio en la Alianza, Javier Solana.

Mas recientemente, acompañando a vuestro padre el Rey, estabais presente en Bétera (junio de 2013) en el momento en que el Cuartel General de despliegue Rápido de la OTAN ubicado en sus instalaciones, recibía la certificación de Cuartel General de Mando de Fuerza Conjunta. Para los no especialistas omito siglas de difícil digestión, pero sí sostengo que el hecho es un espaldarazo internacional al trabajo callado y constante de nuestras Fuerzas Armadas.

En un aparte de la ceremonia, imagino que el ministro Morenés os informaría sobre la misión que desarrollan un centenar de soldados y guardias civiles en Bangui , República Centroafricana, codo a codo con un contingente francés al mando de la operación gala «Sangaris» . Impredecibles territorios en los que actuar; imposible saber dónde estallará mañana el conflicto, lo que entraña una preparación constante y una disponibilidad permanente al esfuerzo y al sacrificio. No olvidéis nunca a estos soldados dispuestos a todo.

Tendréis menos tiempo para dedicarlo a las Fuerzas Armadas. No os preocupéis. Es prioritario hoy «el arbitrar y moderar el funcionamiento de las instituciones» que reza el artículo 56 de nuestra Carta Magna y apelar, como dijo el Rey Juan Carlos en Utrecht en octubre de 2001 a un renovado patriotismo en el que «todos caben y todos son necesarios».

Cuando iniciáis una etapa trascendental de nuestra historia sólo me queda deciros: ¡A vuestras órdenes, mi General!